De izquierda a derecha: Tomás, Quique, Vicente, Vicente, Martín, Araceli y Guillermo, trabajadores de Caja Toledo, en la biblioteca regional.
La Caja de Ahorros de Toledo, la "gran familia" que transformó la provincia: de préstamos al 3 % a viajar en Concorde
Siete veteranos de la extinta entidad financiera rememoran junto a EL ESPAÑOL de Castilla-La Mancha el vínculo personal, la estabilidad laboral y la labor social de la institución durante 30 años.
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No eran solo empleados, eran una familia. En los pasillos de la extinta Caja de Ahorros de Toledo se cocieron carreras profesionales, nuevas oportunidades, la modernización de la provincia y hasta historias de amor, como la de Tomás y Araceli, que se conocieron en la entidad y siguen juntos.
Siete nombres (Araceli Peinado, Vicente Cayeiro, Guillermo Recio, Vicente Romera, Tomás Gómez, Quique Jiménez Silva y Martín Molina) se reunieron el miércoles 29 de octubre, junto a decenas de excompañeros y amigos, en la biblioteca regional del Alcázar de Toledo para revivir esas casi tres décadas de vida de la entidad que nació en 1956 y 'murió' con la fusión en 1992, dando paso a CCM.
Minutos antes, entre café y recuerdos con EL ESPAÑOL de Castilla-La Mancha, dejaron claro que su "orgullo de pertenencia" iba más allá de un sueldo. "El reto número uno en la época era ser trabajador de la Caja para las familias humildes", sentencia Martín Molina, artífice de la conferencia que congregó a un buen número de amigos.
"Motor del ahorro y la primera vivienda"
Impulsada por la Diputación Provincial, la Caja nació en un contexto de necesidad, cuando este formato ya estaba presente en buena parte del país. "Toledo era una provincia deprimida entonces", recordó Martín Molina. Su crecimiento fue fulgurante: de dos empleados iniciales, pasó de 12 sucursales en 1965 hasta llegar a 73 antes de la fusión, con cerca de 450.000 cuentas y mil empleados.
Inauguración del las oficinas centrales en el Palacio de Benacazón por el canónigo y consejero de la Caja, Luis Casañas, en presencia del Ministro de Trabajo Licinio de la Fuente.
La entidad fue fundamental en la vida de los toledanos al facilitar el acceso a la vivienda y el ahorro. "Facilitó el acceso a comprar una primera casa a muchos toledanos, con promociones como Los Bloques o en Santa Bárbara y también al ahorro familiar", explica Martín.
Reunión de directores de oficina. En 1979 la Caja contaba con una red de 126 sucursales y 630 empleados en la provincia de Toledo.
Los propios empleados se beneficiaron de esta política, un viaje con destino en la estabilidad. Vicente Romera, una institución en el banco, recuerda los préstamos asequibles para empleados. Es una de esas personas que llegó 'fichado' desde Cuenca y tuvo una salida de dos años a la Caja Rural, pero volvió a Caja Toledo, que era "donde tenía el corazón", sentencia.
Quique, sin embargo, llama a esos créditos una "trampa" afectiva y efectiva. "Cuando a ti en la empresa te daban un préstamo del 3 %, ya no te ibas", lo que aseguraba una plantilla "estable y comprometida".
Un "banco de relaciones humanas"
La Caja se diferenció por su carácter humano y personalizado, coinciden todos, desde los corresponsales en pueblos como Robledo del Mazo, por ejemplo, donde no había oficinas, o en el barrio de Azucaica, en Toledo, con Andrés García al inicio, después Julián y Jose, hasta el trato personal dispensado en las propias sucursales. "Hacíamos una caja de relaciones, era humano, personalizado, cuando un cliente iba a la oficina le preguntábamos por su hijo, por su familia...", subraya Martín.
Guillermo, incorporado en 1977, describe su primer destino en la localidad toledana de Yuncler como "un entorno financiero, amistoso, familiar. Te relacionabas con la gente como una familia". Esta cercanía llegaba a la cúpula, donde la burocracia era mínima. Un director de sucursal podía hacer llamadas que "recibía directamente" el director general. "En aquella época era lo común. No pasaba nada", cuenta.
Años 70 patrocinio del Club Peña Ciclista Bahamontes.
Progreso tecnológico y social
La historia de la Caja también es un relato de progreso tecnológico y social. En sus inicios, la banca era manual. Araceli, quien entró en los 60, recuerda su trabajo en Intervención General. "En esos años usábamos la maquinita de sumar y la maquinita de escribir... Era todo a mano". Estuvo toda su vida profesional vinculada a la entidad y creció tanto que acabó siendo jefa de Internacionalización.
Tomás llegó a la Caja en 1976 y pasó, entre otros, por el departamento de Informática. Rememora los inicios de la computación con una sala con "un ordenador de válvula que no podía tener la temperatura alta, tenía que ser la justa" y la agonía de manejar "tarjetas perforadas que iban todas ordenadas, que si se te caía te daban dos días colocando tarjetas".
La institución no solo daba empleo, sino que cubrió una labor social esencial hasta la creación de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Creó el primer centro universitario de Toledo, como una extensión de la Complutense en 1969, además de centros de discapacidad, hogares sociales y el popular parque de seguridad vial -en la Reconquista de Toledo- por el que pasaron "todos los escolares de la provincia durante décadas".
Inauguración del Centro de Educación Especial "Virgen de la Blanca" por la Reina de España, doña Sofía.
El culmen de su actividad social y mediática se vivía cada 31 de octubre, el Día Universal del Ahorro, con un sorteo de regalos para sus clientes. Especialmente destacados eran los viajes a Canarias. "En los 80 no era nada habitual volar a las islas", comenta Martín.
El recorrido más memorable fue el de 1991. El 6 de julio la Caja fletó el avión Concorde para que sus clientes viajaran desde París y aterrizaran en el aeropuerto de Los Llanos en Albacete con Martín Molina como jefe de Marketing y como uno de los artífices de este gran hito.
Un líder malogrado
Todos los veteranos se detienen en la figura de Juan Molero Pintado, director general hasta su fallecimiento en 1991 en un accidente de tráfico en la A-42, a la altura de Cabañas de la Sagra, que copó las portadas de los medios de comunicación de la época con un funeral masivo. "Fue un líder natural, hacia dentro y hacia afuera. Se le quería, era un gran comercial, y se le tenía una gran consideración y respeto, por todo el mundo", recuerda Martín.
Juan Molero Pintado director general, piloto del desarrollo de la Caja durante mas de 20 años, hasta su fallecimiento en 1991.
Las anécdotas
Junto a la visión de liderazgo, perviven las anécdotas con carácter humano. Entre risas cómplices, Vicente Cayeiro recuerda un tenso primer día cuando el director general tropezó con el felpudo y cayó al suelo al abrirle la puerta. "Pensé que el primer día ya estaba en la calle", bromea.
Por su parte, Araceli evoca el ambiente juvenil, las quedadas y las "carreras de vehículos" con su primer 600. "Éramos todos muy jóvenes y nos gustaba estar juntos", señala.
Caja Toledo fue, en definitiva, el espejo de una España en crecimiento. Una empresa con vocación social que ayudó al desarrollo urbanístico de Toledo, a su crecimiento fuera del Casco Histórico y que dejó un legado de estabilidad laboral y pertenencia en una generación. Algo que suena casi a ficción en estos momentos.