María Guardiola y Emiliano García-Page durante la firma de un protocolo de colaboración institucional el pasado marzo.
La derecha se dispara, el PSOE se tambalea: ¿el camino trazado por Extremadura llegará a Castilla-La Mancha?
Las dos comunidades autónomas mantuvieron la misma trayectoria electoral hasta 2023: el PSOE fue hegemónico en ambos territorios.
La caída de los socialistas y la eclosión de Vox se consolidan como dos realidades que las autonómicas de 2027 examinarán en la región.
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Los resultados que han arrojado los recientes comicios autonómicos celebrados en Extremadura han elevado al PP a primera fuerza política regional y han mostrado una tímida recuperación de Unidas Podemos en dicha comunidad. Además, han confirmado una contundente derrota del PSOE y el auge de Vox, dos claves que, sin apenas excepción, han definido el escenario partidista en España desde 2023. Una eventual extrapolación de la realidad extremeña a Castilla-La Mancha —y a otros territorios— esboza la importancia de la política nacional en la decisión de los votantes.
El recuento en Extremadura ha regado con el 43,2 % de los votos al PP, el 25,7 % al PSOE, el 16,9 % a Vox y el 10,3 % a Unidas Podemos, unos apoyos que se han traducido en 29, 18, 11 y siete escaños, respectivamente. Respecto a las elecciones autonómicas de mayo de 2023, el PP ha ganado 4,3 puntos; el PSOE ha perdido 14,2 puntos, Vox ha crecido en 8,8 puntos y Unidas Podemos también 4,3 puntos.
Si la evolución del voto en Castilla-La Mancha fuera similar, un panorama harto improbable por diferentes factores, el respaldo al PSOE de Page menguaría al 30,9 %, el PP subiría al 38 % y Vox podría recabar el 21,6 % de los sufragios. Por su parte, Unidas Podemos obtendría el 8,4 % de los sufragios. La suma de las dos formaciones del espectro de la derecha llegaría al 59,6 %, un registro ligeramente inferior al que han acumulado en Extremadura (60,1 %).
La imaginaria traducción a escaños beneficiaría al partido con más votos, dada la poca representatividad de las circunscripciones más pequeñas —Cuenca y Guadalajara cuentan con solo cinco asientos— y los apenas 33 diputados de las Cortes regionales. Extremadura, con la mitad de población, dispone de una Cámara con el doble de representantes y dos circunscripciones provinciales con decenas de escaños cada una.
La traslación de este escenario ficticio dispararía el peso de PP y Vox por encima de los 20 diputados, suficientes para gobernar en coalición una comunidad autónoma donde la mayoría está en 17 escaños. El dato de la confluencia de izquierdas le dejaría a las puertas de un representante por Toledo, la única provincia donde se reparten nueve representantes.
No obstante, cabe reseñar la existencia de una serie de elementos que dificultan que la hipótesis planteada se materialice. Por una parte, las elecciones de Extremadura han validado la acción de gobierno de la presidenta María Guardiola, una posición que el candidato del PP no tiene en Castilla-La Mancha. Por otra parte, la referida normativa electoral consolida a los partidos más votados y dificulta la entrada de los minoritarios.
Page, perfil propio
Además de ocupar el poder en Castilla-La Mancha, el PSOE de Emiliano García-Page ha marcado distancias con Pedro Sánchez; la cercanía al presidente del Gobierno se antoja un factor determinante para explicar el hundimiento de Miguel Ángel Gallardo en Extremadura. Ya en 2023, y en un contexto de fuerte retroceso socialista en las urnas —con la pérdida de importantes plazas en la región—, Page fue capaz de mejorar sus resultados pretéritos.
En las autonómicas de hace dos años, el PSOE obtuvo el 45,1 % de los votos en Castilla-La Mancha y el 39,9 % en Extremadura. El PP de Guardiola cosechó el 38,8 % de los sufragios mientras el de Paco Núñez se hizo con el 33,7 % de las papeletas. En ambos casos, se produjeron brechas de unos cinco puntos, aunque en sentido contrario: en favor del PSOE de Page y del PP extremeño.
Una diferencia más amplia se observó con Vox. En Castilla-La Mancha sacó el 12,8 % de los votos; en Extremadura, apenas el 8,1 %. Unidas Podemos se llevó el 4,1 % de los apoyos en la región que tiene a Toledo por capital, frente al 6 % del territorio donde Mérida es cabecera.
Page y Guardiola conversan en el Palacio de Fuensalida, sede del Gobierno de Castilla-La Mancha.
Caminos paralelos ahora bifurcados
Con carácter general, Castilla-La Mancha y Extremadura han transitado caminos políticos paralelos: durante décadas han sido dos de los tres bastiones socialistas —junto a Andalucía— del sur de España. La hegemonía del PSOE en Extremadura se truncó en 2011, la misma fecha en que el centroderecha alcanzó el poder en Castilla-La Mancha. José Antonio Monago y María Dolores de Cospedal fueron, respectivamente, los artífices del cambio. Los socialistas recuperaron el poder en ambos territorios cuatro años después.
Nombres como los José Bono y Juan Carlos Rodríguez Ibarra; o posteriormente los del fallecido Guillermo Fernández Vara y el propio Page refrendan la pujanza del puño y la rosa en ambas regiones.
Sin embargo, los territorios colindantes separaron sus trayectorias políticas en 2023: en Extremadura, la suma de PP y Vox permitió un Gobierno alternativo en Mérida. En el caso Castilla-La Mancha, la mejora del resultado de Page y un puñado de votos que el PP no alcanzó evitaron el cambio de rumbo.
Similar estructura socioeconómica
Además de una afinidad ideológica ahora discutida, ambas regiones comparten un extenso límite autonómico y una estructura social y económica parecida: lo rural pesa, la industria agroalimentaria es fundamental y el sector público moviliza recursos y empleo —más en Extremadura. En las dos comunidades, se observa un escaso desarrollo de la iniciativa privada en actividades del bienestar como sanidad o educación.
Los indicadores macroeconómicos ponen a Castilla-La Mancha algo por encima, aunque ambas comunidades permanecen en las posiciones traseras. Por otra parte, se atisban dos factores geográficos diferenciales: Extremadura raya con otro país de la Unión Europea, Portugal, mientras Castilla-La Mancha se aprovecha de su posición central y pegada a la Comunidad de Madrid.
Las próximas votaciones en Aragón, Castilla y León y Andalucía calibrarán el momento de las principales formaciones políticas del país. Las autonómicas de 2027 constatarán en Castilla-La Mancha el alcance del eco que han dejado las urnas en la colindante Extremadura, también en las posteriores citas. La fecha en la que se celebren las elecciones generales se intuye determinante, una idea a la que Page ha aludido en diferentes ocasiones: si son después de las autonómicas y municipales, aumenta la posibilidad de cambio de color en el Palacio de Fuensalida.