Ahí va una maldad que he escuchado de buena mañanita en el bar a propósito de la parodia en la que, según Emiliano García-Page, se ha convertido la política española con Pedro Sánchez. Es la pregunta del millón: “¿Y no será Page un actor más de la comedia?”. La gente afina mucho y dispara con bala, pero tal vez sea lógico que, después de tanto tiempo de largar sin resultado de ninguna clase, una parte del público empiece a considerar al presidente de Castilla-La Mancha poco más que un ruido de fondo en una esquinita del escenario, sin más aquel. Traducido en palabras de Arturo Pérez-Reverte en El Hormiguero de Pablo Motos: "Todos trabajan para Sánchez".

En dos líneas lo ha dicho muy bien mi admirado amigo Pedro López Gayarre en su columnita sin desperdicio en este mismo papel digital: Page maneja el capote como los ángeles, pero lo suyo contra el sanchismo es toreo de salón. Poco menos que un farol sin más horizonte que salvar su propia cara y darle un barniz de dignidad a su figura política. Ya lo tengo dicho: del comité federal a esta parte, el sanchismo lo tiene amortizado. Otra de Pepito Grillo y el blablablá. Y una hipótesis peor que anda rondando por ahí: la teoría del poli bueno-poli malo. El mundo está muy agitado.

A ver, queridos, no es que lo diga yo, es que ya está en el ambiente. Que nadie se me ofenda. ¿Page habla alto y claro? Sí. ¿Page dice lo que piensa? Sí. ¿Page es el único socialista que queda a este lado del muro de Sánchez? Sí. ¿Y? Todo lo demás es el silencio. Ya digo: el zumbido cojonero, con perdón, de un rumor cada vez más orillado que, sin un paso adelante de verdad, no va a ningún sitio. El viaje a ninguna parte. Es verdad, porque lo veo, que todavía mucha gente agradece a Page este perfil de niño malo y alborotador en el pantano nacional, pero empieza a ser inevitable el despiste popular propio del cansancio y la repetición. Por eso, Jorge Azcón, presidente popular de Aragón, le ha pedido al presidente de Castilla-La Mancha que rompa de una vez el carné del PSOE. Obviamente, va a ser que no.

Así que, dicho lo cual, la gente espera cosas y piensa en la amnistía que está por tramitarse. Y en todo lo demás. Lo he visto en una maravillosa serie argentina que se llama “El encargado” y me lo quedo para mí: un hombre (o una mujer, pongo por caso) es lo que hace, no lo que dice. O sea, que toca mover ficha, alguna habrá, que el patio de butacas se está impacientando y se rompe ya de escepticismo. Se le pide a Page que sea consecuente con el personaje que ha creado y la solemne gravedad con la que denuncia, una y otra vez, los manejos del sanchismo y la humillación de España por un minuto más en el poder.

Si tan grave y tremenda es la cosa, y lo es, hay que levantar el dedo. Porque si no, ¿qué sentido tiene seguir chapoteando en la charca y salpicarlo todo indefinidamente? Una pena me asalta, y es que, como siempre recuerda Arcadi Espada, al mundo nada le importa. Ojalá a Page sí.