¿Cuántos votos le va a costar a Emiliano García-Page el escándalo de la sedición de Pedro Sánchez? Es la pregunta que está rondando estos días en los despachos más inquietos del Palacio de Fuensalida, por donde Page anda atribulado, calculadora en mano y clamando al cielo y a la Moncloa. ¿Cuántos votos va a costar esta traición a Milagros Tolón en Toledo, a Emilio Sáez en Albacete o a Tita García en Talavera? Sánchez ha convertido al PSOE en un ectoplasma al servicio de su causa personal, un día más con vida, y doblega el pulso de los socialistas bajo los principios de la dócil sumisión y el como sea. La democracia soy yo. Y los barones, alcaldes y candidatos de mayo, a la vuelta de la esquina, están que trinan y pidiendo un poquito de por favor, que se la juegan en seis meses y pueden caer en bloque dominó. El terror se expande.

Por eso García-Page, temeroso, anda dando a Sánchez pescozones y tiene la lengua más suelta que nunca. Está desatado. Todos saben que el presidente del Gobierno va a lo suyo y llueve ya sobre mojado, de modo que ahora toca el “sálvese quien pueda” y zafarse de la erosión como sepa cada uno. El PSOE ya son mil partidos y ahora cada cual tendrá que ocuparse de su parcelita, y ese es el filón que quiere explotar el PP de Alberto Núñez Feijóo: poner a cada uno delante de su espejo y, más allá de la palabrería, exigir a los aspirantes socialistas que actúen en consecuencia. O sea, que cuadren las palabras y los hechos y que, ya puestos a romperlo todo por salvarse, ordenen territorialmente a sus diputados en el Congreso que voten contra Sánchez y frenen la reforma. Eso en la práctica supondría que Page pidiera a los diputados castellano-manchegos parar los pies al sanchismo y darle al botón del pánico, rompiendo la disciplina de voto, pero no creo que hayamos llegado todavía a este punto. Aunque tal vez deberíamos.

Por esa vía lleva tiempo caminando Paco Núñez, presidente regional del PP, cuya tesis es sencilla: Page habla mucho pero actúa poco, es decir, que practica el antisanchismo de boquilla, una tesis que el propio Núñez podría aplicarse a sí mismo cuando, por ejemplo, el PP anda turbio o ambiguo en el conflicto del agua y dice una cosa y la contraria según donde vaya tocando. Me gusta cuando callas porque estás como ausente. En fin, que el patio está muy calentito y las elecciones de mayo, al paso que vamos, van a ser las más inciertas e inquietantes en no sé cuánto tiempo, con Sánchez al mando del destrozo y los demás entonando el “virgencita, virgencita”, tan de moda en las baronías del PSOE. Me asalta, en este punto, una pregunta: ¿qué siglas y qué logotipo llevarán los candidatos socialistas en Castilla-La Mancha cuando llegue la hora de confeccionarse los carteles? La foto de Sánchez creo que no, pero sólo es una intuición.

Y en esas andamos cuando me encuentro con dos fotos del día, cruz y cara. La primera: Pepe Bono en varios medios tildado como agente del sanchismo al servicio de la causa marroquí y contra el pueblo saharaui, en plan lobby del régimen. Y la segunda: el gran talaverano Álvaro Bautista se proclama campeón del mundo de Superbike y es el segundo español en ganar la categoría reina. Toma ya: una decepción y una alegría, sombras y luces de la España nuestra. La felicidad nos llega de Indonesia. ¡Enhorabuena, Álvaro! Que te queremos y que tu fantástica carrera dure por siempre jamás. Y aquí me quedo.