Hay que reconocerle a Emiliano García-Page la virtud acuática de la adaptabilidad. Ocupa el cauce principal y todos sus meandros. Lo mismo se ceba con el gobierno y pone a tres ministros a escurrir que torea compartiendo cartel con Pedro Sánchez, juntos pero no revueltos y como si no pasara nada. Le han definido como el “verso suelto” y el “barón conservador” del PSOE, pero en realidad es la personalidad política más relevante del socialismo castellano-manchego desde Pepe Bono, que era una cosa y la contraria y la flor y nata de su época, intocable y todopoderoso. Y votado durante un cuarto de siglo a izquierdas y derechas, que es su mérito mayor, inteligencia afilada como una navaja de Albacete. Page vio el camino y se dispone a llegar a mayo del 23, que pase pronto, con una delantera de tres mangas y como el tío que más se parece a su tierra, Castilla-La Mancha en el corazón y en las urnas. Mimético.

Page aspira, o sea, al voto de todo el mundo, aunque otra cosa será que lo consiga. Busca un tiro de gran calibre, así como del cuarenta y tantos por ciento. Está lanzado, va pletórico, huye del sanchismo y oscurecerá las cuatro letras del PSOE para darles el cambiazo por las que lleva inscritas en su nombre de batalla, Page, el candidato, el hombre, el “presidente de todos”. El tío más popular. El perfil ha sido tejido durante años a base de tesón, talento comunicador y propaganda y pronto llegaremos a la primavera con la tierra entera pateada de viña a viña, un millón de kilómetros y más abrazos que en cualquier otra vida anterior. La política es un arte maravilloso que dibuja mundos paralelos y crea personajes novelescos basados en hechos reales.

Pero nada garantiza el éxito en la guerra del día siguiente. La felicidad es un bien escaso y caprichoso que llega inopinadamente, cuando llega. Enfrente tendrá García-Page a un rival menos deslumbrante pero que es una hormiguita de trabajo, constancia y tenacidad: Paco Núñez, el aspirante del PP que quiere quitarle al presidente el Palacio de Fuensalida y darle otro tono a la región. Más liberal, más azul cielo, más tirando de la cuerda de Feijóo, con Ayuso y Juanma Moreno al fondo. Núñez sabe que le va a costar, que va un poco por detrás en las pronósticos y que lucha contra una maquinaria de poder impresionante y perfectamente engrasada, pero es animoso e impulsivo y le pone todos los días un terremoto de pasión que puede ser su gran fuerza a explotar. Y lleva las siglas del PP, que hoy es una marca al alza.

A Paco Núñez, es verdad, se le nota más desmañado en el relato, como menos elaborado y automático, muy pegado al trantrán de Génova y sin salirse excesivamente del carril, pero el campechano líder del PP es un tío cercano, con aspecto de no haber roto más que un plato, a lo sumo dos, y una aureola como de dejarle las llaves de tu casa en circunstancia de necesidad. Confiable y bonachón, con toda su barba de Papá Noel manchego que trae buenas noticias y le abrimos las ventanas. La guerra está abierta, pero las cartas no están echadas. Nadie tiene hoy nada ganado, todo está por construir. El que piense otra cosa, acarreará más riesgo de perder. La solidez contra la expectativa, la experiencia contra la ilusión, Page contra Núñez. Sólo puede quedar uno.