Acostumbrado a la controversia tras su abrupta salida de Caja Castilla La Mancha y posteriores consecuencias jurídicas y penales sobre su imputable gestión al frente de CCM, a Juan P. Hernández Moltó no se le atragantó el café que habitualmente toma por las mañanas en un restaurante toledano, cuando la pasada semana saltó de nuevo su nombre envuelto en polémica. Ninguna novedad.

En esta ocasión fue el vicesecretario de comunicación del PP, Santiago Serrano, el encargado de recordar que el expresidente de la principal caja de ahorro de la Comunidad es “el único alto cargo de Castilla-La Mancha condenado por corrupción y pena de cárcel”. Respondía así Serrano al PSOE, entre otras sugerencias y denuncias, ante la falta de respuestas que los socialistas reclaman al PP por callar de forma “intolerable e inaceptable” la participación de María Dolores Cospedal en la “Operación Kitchen”, una solicitud recurrente hasta el hastío en cada comparecencia del PSOE regional.

La expresidenta de Castilla-La Mancha abandonó políticamente esta tierra hace más de seis años ya que así lo quisieron los ciudadanos y Unidas Podemos. Tres años más tarde también su escaño en el Congreso de los Diputados tras más de veintidós ocupando diversos cargos públicos, una trayectoria que se ha demostrado bajo sospecha y que ahora se enjuicia en los tribunales. Hernández Moltó fue juzgado y condenado en 2016 por su gestión al frente de CCM, la primera caja de ahorro declarada en quiebra en España, evitando los dos años de cárcel a los que fue procesado.

No obstante, parece que ambos personajes siguen siendo protagonistas imprescindibles en esta tierra y sus políticos pasmosos jueces del desaguisado. Una confrontación consecuencia del enfrentamiento cainita metido hasta la médula al que se vienen sometiendo las dos principales formaciones políticas en Castilla-La Mancha. Nunca PSOE y PP estuvieron tan enfrentados en la región, un revanchismo al que la ciudadanía asiste con indiferencia y que sólo sirve para fomentar el desapego cada vez mayor hacia sus políticos. Una sensación de distanciamiento y falta de credibilidad social que, bajo una percepción general de corrupción política, propicia la actual desconfianza e indignación entre los partidos y la sociedad.

Un ambiente poco adecuado para hablar de cohesión, unidad y servicio en común a los ciudadanos tan necesarios en tiempos difíciles como los actuales. Imposible, desde luego, mientras siga reinando el actual clima de hostilidad y de conflicto entre los que aseguran representarnos.