Se cumplen ahora diez años desde que comenzase a colaborar en este periódico, allá por finales de abril de 2013. Recuerdo la primera columna que escribí en el medio, a cuenta de la cena con que la Rural obsequió a sus socios, al término de la asamblea anual. Eran los tiempos en que mandaban Tirado y Cospedal y aquello quedó muy chulo. Esta misma semana será la cena de este año y ahora son otros los que mandan, pero la multitud, similar. En realidad, Eurocaja nos ha seguido los pasos mucho tiempo, pues fue en la asamblea de Talavera, con tres mil personas, la noche en que conocí a Eusebio Cedena. Ya habíamos hablado con anterioridad, pero no habíamos confraternizado. Como dos tímidos redomados, nos tiramos media cena sin dirigirnos la palabra, hasta que uno de los dos reconoció al otro. Y si esto fuera una historia de amor, vendría el momento del flechazo. Pero no, nos tocó hablar del Barça, equipo al que seguimos amando, la radio y los libros. Mira tú por dónde habíamos intercambiado conversaciones por teléfono, pero jamás de manera presencial. Fue el inicio de una gran amistad y una colaboración que llega a nuestros días.

Ciertamente, lo que hace el equipo de El Español en Castilla-La Mancha con quien esto escribe, es una obra de caridad. Escribir, Umbral lo dijo mil veces, es sentirse vivo y nunca pensé que fuera o llegase a tal extremo. Creo que en los diez años que vengo publicando este alcaná (le puse el nombre por Cervantes y su toledanía), no fallé ningún lunes. Si acaso, como hoy, escribí en martes porque el señorito lo exigió. Ahora es Morlanes quien dirige el periódico, un fuera de serie, un torbellino, un ciclón de la comunicación que nos va a llevar a todos al siglo XXII, como si de una cápsula espacial se tratase. Ha acertado el periódico con los cambios que ha realizado a lo largo de su historia y, desde luego, en su alianza con Pedro Jota, el periodista más influyente de la democracia española. Esther Esteban es su pupilo, su ojito derecho. Lo sé porque los he visto a los dos y he visto cómo Pedro habla a Esther y Esther habla a Pedro. Es una periodista de raza, de las que siempre querría tener en mi equipo. Y encima, es generosa, con la generosidad que solo los grandes alcanzan.

Si lo pienso tranquilamente, habré de decir que lo que yo tengo en El Español El Digital de Castilla-La Mancha es un grupo de amigos que ya van conmigo para toda la vida. César García Serrano es un referente de la edición que ya lo quisieran muchos periódicos nacionales. Javier de Pablos, un atleta de la información económica y un runner de San José y la Isla del Moro. A ver cuándo me llevas, primo. Y luego, todos los fichajes nuevos que han incorporado a la mancheta, que son sangre fresca que mana a borbotones en una primavera eterna. María López, la que más, fan número uno, seguidor y admirador secreto de todas sus informaciones, que consigue a base de tiempo y olfato; Julián Cazallas, soldado bravo calatravo, del pueblo de Almodóvar, con la voz y el pulso periodístico, a flor de piel. Y mi Alberto Molero, padre ya de una criatura, cuando yo lo vi crecer en Onda Cero durante aquellos veranos intrépidos de largas mañanas. Igual que mi otra María, Martín, que también pasó por la radio y la vimos dar pasos de gigante.

Pero si algo es un periódico, es un impulso vital, una trayectoria ascendente, una manera de ordenar el mundo. Por ello, no puedo decir más que caí de pie cuando fui a dar con Pedro Gayarre, el mejor columnista que tiene esta región y de quien tanto aprendo de tantas cosas. Él, Eusebio y César me llevaron a otra furia de la Naturaleza, que entró en mi vida hace unos años y jamás se descolgará de mi corazón, Manolo Cerdán, que este mayo cumplirá noventa y dos primaveras. Nunca vi un joven tan viejo ni un viejo tan joven. Su largura talaverana es una vara de avellano florecida con que encandila mis días. Y, en fin, ya siento yo hoy hablar de todos estos señores, pero es mi aniversario con ellos y han marcado esta última década. El periodismo no debe mirarse el ombligo, aunque hoy la ocasión lo merezca. Como dicen los italianos en los brindis, centanni… Por tantos años como la centuria.