Editorial

El “único objetivo” de Page en Castilla-La Mancha no puede ser el que pregona

18 septiembre, 2017 00:00

El secretario general del PSOE de Castilla-La Mancha y candidato a la reelección, Emiliano García-Page, se ha referido este fin de semana a algo en lo que insiste desde hace tiempo y que, tal como lo plantea, no es admisible ni siquiera como chascarrillo propagandístico; menos aún como programa electoral. Al ser preguntado sobre el proceso de primarias que vive el PSOE castellano-manchego, Page ha dicho que "el único objetivo que tenemos que compartir es evitar que esta región vuelva a tener a Cospedal y a gente como ella en su frente”. Creíamos que el principal objetivo de los dirigentes, militantes y votantes del PSOE, así como el de sus rivales políticos, incluido su socio izquierdista de gobierno, es lograr el bien común de los castellano-manchegos, no el de impedir a toda costa que otras personas u otros partidos que no sean el propio puedan gobernar si así lo decide la mayoría de ciudadanos. Intentar así dañar la imagen de los rivales en beneficio propio es una manera de confundir al conjunto de ciudadanos, de excluir a los que votan al contrario y de no creer en principios básicos de la democracia.

Como bien dijo a continuación García-Page, “los procesos de los partidos políticos, además de procesos internos, tienen que servir al bien social, tienen que ser importantes para la ciudadanía". Anteponer el rencor o la antipatía a Cospedal a cualquier otra cuestión en el proceso que él mismo está protagonizando no creemos que sirva “al bien social”. Le puede servir a él como propaganda política, cosa que dudamos también, igual que dudamos que al PP le renten políticamente los insultos y los mensajes gruesos que le lanzan, pero no beneficia en nada al conjunto de una sociedad libremente constituida y democráticamente organizada. Pese a sostener Page que le costó “muchísimo desalojar a Cospedal en cuatro años de gobierno”, lo cierto es que para él no supuso tanto esfuerzo como dice. Ella perdió el gobierno por méritos propios y solo la suerte electoral que tantas veces le ha sonreído y un reparto de votos desequilibrado posibilitaron su elección como presidente. Lo que de verdad le ha costado es gobernar estos dos años y pico que lleva al frente del Ejecutivo y presentar un balance que, salvadas las distancias y los momentos, demuestre que su gestión es mejor que la de Cospedal. Ahora que el tormentoso noviazgo con Podemos se ha convertido en “feliz” boda tiene en sus manos la oportunidad de hacer lo que no ha podido en todo lo que llevamos de legislatura, anteponiendo los intereses de Castilla-La Mancha a cualquier otra consideración.