Es un sin parar. Cada día se busca un invento para explicar lo inexplicable: en el PP cada uno hace lo que le viene en gana. A esto lo han llamado "Geometría Constitucional". Significa que en Extremadura los postulados ideológicos de Vox son inasumibles, mientras en Valencia, en cambio, se imponen en el gobierno. Tal vez los pactos entre la derecha y la ultraderecha no se relacionen tanto con la geometría y sí más con la economía y las contabilidades particulares y partidarias. En Valencia aún siguen en los juzgados asuntos pendientes de los años de la corrupción de la época de Camps. También en Madrid, pero en la capital con mayorías absolutas en la Comunidad y en el Ayuntamiento, los ciudadanos les han concedido licencia para hacer lo que sea menester. Las discrepancias en las alianzas es preciso revestirla de normalidad y taparlas con ruido, ingenio, y algo de cara dura. Máximo si te sientes intocable. Y, mientras ellos hablan y hablan, se percibe en la sociedad un silencio turbio y espeso, presagio de algo impredecible. A su vez los medios de comunicación callan, disimulan o aprueban estos pactos territoriales desajustados, confusos que dan indicio del carajal interno de fondo que se mueve en el PP. Si no consiguen el poder nacional, se atisban señales de implosión.

El ingenio de Génova nos ofrece una fórmula inverosímil para explicar lo que está pasando. Lo denominan "geometría constitucional". No busquen los términos en la Constitución española, porque nada encontrarán. Y, ¿en qué consiste la geometría constitucional? Pues emplear el número de votos obtenidos y los representantes elegidos en cada territorio para pactar en algunos lados y en otros no. La cosa sería a algo así como a más votos de Vox más pactos son factibles. De ideología, de principios, de programas no se habla. Las sorpresas, mejor, en dosis sucesivas. De la fórmula primera del Sr. Feijóo de gobiernos de la lista más votada, hemos pasado a los pactos municipales para formar gobiernos "sólidos y estables", como se anuncian en Toledo y en otros lugares, para llegar a confluir en la geometría constitucional. Admitirán los lectores que, si son capaces de emplear esta fórmula mágica para explicar sus disputas internas, también son capaces de acabar con la igualdad de género, con la subida de las pensiones en el próximo año o imponiendo impuestos al sol o a las energías eólicas.

El mundo cambia a velocidad vertiginosa, la inteligencia artificial abre acceso a territorios desconocidos y el cambio climático, que niegan los de Vox, anuncia apocalipsis casi diarios: temperaturas inconcebibles, tormentas destructivas, fuegos devoradores, extinción de especies y toda clase de desastres, que deben ser considerados castigos divinos. Los Continentes, convertidos en Sodomas o Gomorras del siglo XXI, ardiendo entre fuego y azufre. Y si miras para atrás, te convertirás en estatua de sal. Aún a riesgo de terminar en museo de esculturas no vendría mal recodar los años del Sr Aznar y los hechos más sobresalientes de sus gobiernos: entregar empresas públicas a compañeros de clase e implicar a España en una guerra ilegal al servicio de los intereses de las empresas de los Estados Unidos. La etapa del Sr. Rajoy estuvo marcada por recortes indiscriminados, inanición permanente y un conflicto en Cataluña que en esta legislatura ha amainado. Cataluña sigue siendo España, a pesar de lo que la derecha dice. No se sí los recuerdos les servirían a los españoles para aliviar el espeso y turbio silencio en el que se encuentran. Pero no debiéramos olvidar las proféticas visiones de Sánchez Ferlosio: "vendrán más años malos y nos harán más ciegos; vendrán más años ciegos y nos harán más malos. Vendrán más años tristes y nos harán más fríos y nos harán más secos y nos harán más torvos".