Ha ocurrido en el IV Simposio del Observatorio de la Sanidad organizado por este periódico e Invertia. El consejero de Sanidad, Jesús Fernández Sanz, ha dicho algo que a uno le ha llamado la atención, porque a bote pronto, y sin ir más allá del titular, parecería que deslizaba un mensaje equívoco: “Si queremos que el sistema (sanitario) sea sostenible tenemos que enfermar menos”; algo que a más de uno, puesto a pensar mal, seguro que le ha sonado a un “prohibido enfermar que a este paso no hay sistema que se resista…” porque dicho así también parecería que está al alcance de uno lo de enfermar o no, hacerlo a capricho y conveniencia.

Luego, como casi siempre ocurre cuando se pasa del titular llamativo a la noticia, se ve que lo que el bueno de Fernández Sanz en realidad nos dice, es aquello tan de la doctrina de Esculapio, tan de los médicos de pueblo de toda la vida y aplicable a cualquier asunto de la existencia, de que “es mejor prevenir que curar”, una doctrina a la que es difícil ponerle ningún pero, sino inscribirla sin más con todo merecimiento en el célebre diccionario de Pero Grullo, o Perogrullo, si así lo quieren.

Está claro que la gente vamos al médico y lo que queremos es la resolución cuanto más inmediata mejor del problema de salud. Lo otro, lo que los médicos de Atención Primaria machaconamente nos repiten: no fumar, no beber, andar mil pasos, dieta sin grasas… lo damos por amortizado en cuanto traspasamos el umbral del Centro de Salud. Sólo después de un buen susto llega la aplicación, demasiadas veces tarde, de la vara de Esculapio con todo su rigor.

Don Jesús habla de esa medicina preventiva de la que llevamos oyendo hablar desde hace cincuenta años y que, simplemente, sólo aplicamos una mayoría con rigor cuando vemos las orejas al lobo y todo se vuelve de pronto hacia el nuevo horizonte benéfico de la ruta del colesterol, y de los programas,  como ese “movemver” que cada otoño reviven en los Centros de Atención Primaria de la región.

Me atrevo a decir que el mayor éxito en prevención se da entre enfermos que poco o nada pueden prevenir ya en su horizonte vital. No tiene ningún mérito ponerse a practicar vida sana y preventiva cuando no queda más remedio. La medicina preventiva no avanza como cualquier planificador político quisiera porque lo que te pide la vida de joven no es precisamente moderación, hábitos saludables y buenas tazas de caldo. Ahí está el segmento de mercado para vender prevención, aunque uno, desgraciadamente se tema el resultado.