Hace treinta años era un lugar común afirmar que en España no existían buenos diarios, memorias y autobiografías con muy honrosas y destacadas excepciones. Se achacaba la supuesta escasez de esa literatura del yo a múltiples causas, aunque casi siempre se destacaba el pudor del español a desnudarse. Luego se ha  visto, que esa escasez no era ni mucho menos real. Ahí están un buen puñado de estudios, como los de Anna Caballé o el del director de este medio, Eusebio Cedena, dedicado a la diarística del exilio republicano, para demostrarlo.

El auge que la literatura del yo tiene actualmente en España es indudable con Andrés Trapiello y su Salón de pasos perdidos como muestra de una novela en marcha que no rehúye desnudarse y desnudar a sus contemporáneos. La última gran muestra son los diarios de Rafael Chirbes, escritos, sin embargo, para ser publicados tras su muerte.

Sin ninguna duda los diarios de Manuel Azaña, aunque los titularan Memorias políticas y de guerra son una cumbre del género diarístico. Desde entonces ya son unos cuantos los políticos que han intentado acercarse con mayor o menor éxito al modelo Azaña y los de Pepe Bono no son ni mucho menos de los peores. Tuvo Bono la disciplina de dictar cada día a su secretaria de confianza sus impresiones para luego rematar la faena años después con su Les voy a contar.

El problema del género es que casi nadie escribe sus memorias para otra cosa que no sea justificarse y mucho más cuando se ha desarrollado una carrera política. Es verdad que en esta literatura del yo de vez en cuando aparece algún masoquista con ganas de purgar infiernos interiores, pero eso pertenece más al mundo de los letraheridos que al de los hombres públicos.

José María Barreda hace ahora su aportación al género de las memorias políticas con este libro titulado Historia vivida, historia construida, que indica su origen como profesor de Historia y su vocación de ir más allá de la teoría y hacer historia en esta tierra con la herramienta de la política como apoyo. Habrá que esperar unos días y ver por dónde sale un hombre que recorrió con Bono una buena parte de su carrera y luego fue un digno presidente regional al que no le acompañaron los tiempos recios que le tocaron vivir.

Alfonso González Calero en Ediciones Almud se ha encargado de llevar a cabo la edición de esta obra y eso es ya una garantía de calidad y de que estas memorias tendrán un interés para el lector. Otra obra más que desmiente el tópico y se añade al notable número del género.