Le ha dicho José Manuel Caballero a Esther Esteban que Emiliano García-Page será el candidato del PSOE en las próximas elecciones autonómicas. La verdad es que no teníamos ninguna duda. Ninguna. Menos aún después de que, la semana pasada, el presidente insinuara que se lo estaba pensando. "Lo va a decidir mi familia", dijo García-Page.
Esto de poner en duda la propia candidatura es de primero de Ciencia Política (del siglo XX). Es la forma clásica de hacerse querer, de generar inquietud en las bases, de animar a los traidores a moverse para tenerlos localizados y, después, presentar el "sí" como un gesto noble, como la decisión de alguien que antepone el interés general al personal. No dudo de que la familia del presidente no lo pase bien viéndole enfrentado a la plana mayor del PSOE. Sobre todo porque ese partido funciona más como una religión que como una organización política. Pero es evidente que a Page le gusta la fiesta. Le encanta ser presidente. Solo hay que recordar aquella noche festiva de 2015. Desde entonces, no ha dejado de sonreír.
Y tiene sentido que José Manuel Caballero, que simboliza como nadie la vieja política de tuberías y puñetazos en la mesa, sea quien ejerza de portavoz de los deseos ocultos del líder. El actual vicepresidente segundo del Gobierno regional, y ex de casi todo, siempre ha manejado buena información. Tanto, que cuando era secretario de Organización del PSOE de Barreda avisaba a unos y a otros cuando se publicaba algo que no le gustaba. Algo, por cierto, que no sucedía con demasiada frecuencia.
Page y Caballero quieren seguir en el mismo sitio donde llevan décadas: pisando alfombra. Están en su derecho. Lo que no deberían es tomar a la gente por boba con estos jueguecitos que, sinceramente, ya no sé cuánta gente se cree. Es cierto que Page aún no ha llegado al punto de cogerse cinco días para reflexionar si le merece la pena seguir gobernándonos, pero estos amagos sobran.
Podríamos aceptar el teatro si fuera la primera vez, pero ya cansa. El problema no es que Page haga política: es que repita los trucos como si la ciudadanía no llevara diez años viéndole ensayar delante del espejo.
Mientras tanto, en la calle nadie comenta si el amado líder se presenta o no. Lo que preocupa es la cesta de la compra, que la renta per cápita sea 6.000 euros inferior a la media nacional, la sanidad o que la campaña de Navidad del Ayuntamiento de Cuenca vuelva a llegar tarde y mal.
Allá el PSOE si quiere seguir instalado en ese universo propio donde la gran incógnita es si el líder seguirá sacrificándose por todos nosotros.