Carlos Mazón debería haber dimitido hace mucho tiempo. Su permanencia en el cargo es una ofensa para los ciudadanos en general y para los votantes del PP en particular. Es difícil exigir ejemplaridad cuando uno no es capaz de asumirla. Este martes, Alberto Núñez Feijóo ha dado un pasito al pedirle al presidente valenciano que "explique y responda todas las preguntas" tras sus innumerables cambios de versión sobre lo que hizo el día de la DANA.

Pero el presidente del PP sabe qué hizo Mazón aquella tarde. Tiene que saberlo. Y, en ese caso, solo caben dos opciones: o le parece un motivo insuficiente para provocar su destitución, o considera que el coste político de hacerlo sería superior a sus ventajas. Solo la primera hipótesis sería aceptable. Lo malo para los populares es que todo apunta a que se trata de la segunda.

Los partidos políticos se han convertido en los auténticos gestores del Estado. Y si bien cumplen una función constitucional básica en nuestro ordenamiento jurídico, ocupan cada vez más espacios que deberían pertenecer a otras instituciones. El presidente de una comunidad autónoma es el representante del Estado en esa región. Los clásicos de la teoría política explican que representar significa hacer presente lo que está ausente. Traducido: como yo no puedo ocuparme de construir carreteras o de gestionar la sanidad, delego en un político que ejerce esas funciones en mi nombre.

Pero la gestión del presidente de la comunidad en el aciago día de la DANA se caracteriza precisamente por la ausencia. No estuvo donde tenía que estar. Y punto. Da igual si estuvo haciendo una cosa o la otra: eso forma parte del catálogo de variables que afectan a su conciencia. Y esa ausencia no puede llenarse a posteriori con relatos sucesivos llenos de contradicciones.

Mazón debe irse porque es lo correcto, pero también porque es la única manera de que el PP pueda presentarse ante los ciudadanos como algo distinto al PSOE de Sánchez. No se puede desacreditar la corrupción permanente a la que el Gobierno nos somete si uno no demuestra con hechos una praxis política radicalmente diferente. España necesita una alternativa sólida, que vuelva a recuperar la España de los consensos, que respete el tejido institucional de la nación y que restablezca la verdad como elemento básico de actuación. Y todo eso no podrá hacerlo mientras Mazón siga siendo presidente de la Comunidad Valenciana. Un líder que no solo ha acreditado su pobre capacidad gestora a la hora de afrontar una catástrofe natural, sino que ha mentido a los ciudadanos.