Una tiparraca sube al despacho de la alcaldesa de un pueblo de apenas mil habitantes una mañana de verano y le suelta de golpe y porrazo que viene en nombre de una banda criminal que le da diez días para irse de su puesto, que tiene un hijo secuestrado y que, si no lo hace, ella (la alcaldesa) y su familia – de la que da todo tipo de detalles–, se atengan a las consecuencias. Esta fue la peripecia que vivió Beatriz Dorado, alcaldesa del pueblo ciudadrealeño de Fernán Caballero el pasado 31 de julio mientras atendía sus ocupaciones habituales en el ayuntamiento. Afortunadamente, el secretario estaba próximo y pudo ver toda la escena, pero ninguno de los dos fue capaz de retener a la mujer en cuestión para explicar quién la mandaba y llamar a la Guardia Civil. La escena fue rápida como un trueno y ha truncado la tranquilidad de un pueblo sereno, plácido y amable como Fernán Caballero.
Beatriz Dorado es una alcaldesa joven, la que más en la provincia de Ciudad Real, puede que Castilla-La Mancha y quién sabe si no, España. Tiene veinticinco años –o los va a cumplir próximamente el mes de octubre– y dejó sus estudios de Psicología y la proyección que tenía fuera como cualquier otra joven de su edad, para volver a su pueblo y luchar por él. Se presentó a las elecciones hace dos años por el Partido Popular y ganó por abrumadora mayoría. Ha ido creciendo a base de golpes, como siempre sucede en la vida y más en la política, pero de buenas a primeras se ha encontrado con este trallazo que no contaba para hacerla descarrilar de su camino y ocupaciones.
La Guardia Civil tuvo conocimiento de inicio de lo ocurrido y ha estado investigando pacientemente durante este mes de agosto el origen de la amenaza y el chantaje. La labor que en esto han desarrollado los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado ha sido encomiable y la atención prestada tanto por la delegada del Gobierno en Castilla-La Mancha, Milagros Tolón, como el subdelegado en la provincia de Ciudad Real, David Broceño, inmejorables. A ambos les define su calidad humana desde el principio, pues se han mostrado próximos y cercanos a quien ha vivido un mes horrendo, con la intranquilidad que una amenaza de este tipo conlleva.
Beatriz es una mujer brillante, lista y despierta. Si lo hace bien, desarrollará una carrera política fabulosa, pero le ha tocado lidiar este asunto que alguien ha montado para amedrentarla. Su figura, aparentemente frágil, con esa juventud por bandera, esconde sin embargo una mujer valiente, decidida y con coraje. No se ha achantado ni amilanado. El lunes pasado convocó a la prensa para hacerlo público, rodeada del presidente provincial del partido y la Diputación de Ciudad Real, Miguel Ángel Valverde, y el responsable máximo del PP en la región, Paco Núñez. Ambos la arroparon como hay que hacer con una compañera que sufre una amenaza intolerable en el ejercicio y desarrollo de su cargo.
El episodio es mucho más grave de lo que pudiera parecer en un primer momento. Aparte de que el miedo es libre, pone en la picota a un cargo público que desarrolla el ejercicio de sus funciones. Quien lo haya diseñado, se enfrenta a un delito de amenazas y chantaje a la autoridad con penas de cárcel. Es importante atajar y dar respuesta a estas cuestiones, pues si para una vez que una chica joven, brillante y lista se interesa por la política de la manera más noble y altruista que hay, que es dejarlo todo por su pueblo, terminase arrumbada en estas circunstancias, nadie querría dedicarse nunca a la cosa pública. Y estamos faltos de gestores, capacidades y talentos que brillen en el foro.
Entre el desprestigio que entre todos —sálvese quien pueda el primero— estamos embadurnando la política y quienes la ejercen, y este tipo de circunstancias, aviados vamos. Beatriz ha demostrado estas fiestas de San Agustín que es fuerte y tiene la solidaridad de su pueblo. O cuidamos a los mejores y quienes vienen detrás de nosotros, o solo hacemos camino para que luego arda en la hoguera del insulto y la ignominia. ¡Vamos, Bea!