Una de las frases más repetidas en la sociología política del último siglo la escribió Robert Michels: "Quien dice organización, dice oligarquía". El politólogo alemán se dio cuenta de que, por muy altos que fueran los principios democráticos de un partido político, siempre acaban concentrando el poder en unas élites que controlan los recursos, la información, la toma de decisiones, y acaban alejándose de las bases.
Esta ley de hierro de la oligarquía se aplica con estricta pulcritud en el caso del PSOE. Nada queda de aquel partido que se fundó en un café de Madrid para mejorar las condiciones de la clase trabajadora y promover la igualdad y la justicia social. Apenas las siglas. El PSOE es hoy un mensaje de WhatsApp entre un señor que plagió una tesis y otro que lideró una trama de corrupción en la contratación pública de mascarillas durante la pandemia. Presuntamente, claro.
Un jefe incontrolado que amenaza a propios y extraños, que desconoce las más mínimas señales de educación y cuyo único talento conocido es el de la supervivencia. Un exministro cuya tarjeta de puntos de Paradores debe valer un riñón.
Andan los socialistas enfadados porque se han filtrado unos mensajes privados entre Sánchez y Ábalos. No se escandalizan de que insulten a presidentes autonómicos o ministros, sino de que se haya hecho público. Y eso lo denuncia el mismo partido que jaleó el "Luis, sé fuerte" de Rajoy.
A Emiliano García-Page le han hecho un favor, desde luego. No hay mejor cartel en Castilla-La Mancha que ser odiado por Pedro Sánchez. Y él, astuto como nadie, ha salido al instante a decir que solo hay dos opciones: "O algunos de los que tenían el mandato de apretarme no han cumplido" o "lo han hecho de alguna manera que han sido ineficaces".
El argumento es brillante, desde luego. Yo, si fuera Page, ya tendría hecho el cartel para la próxima campaña electoral. Pondría una foto de Sánchez tecleando en un móvil con el ceño fruncido y un gran letrero que recogiera una de las frases textuales que le escribió a Ábalos: "Que Page deje de tocar los cojones". No hace falta ni poner la foto de Emiliano y, mucho menos, las siglas.
Con eso ya estaría todo.
El PSOE ya no es un partido, es una oligarquía de cutres y maleducados. El problema, claro, es que manejan el presupuesto público, que el único que puede ponerle fin al invento es un delincuente fugado y que sigue habiendo un 25 % de españoles dispuestos a tragar con tal de que no gobiernen los otros.
Y así nos va.