El pasado lunes, antes del cero energético, nos dio tiempo a escuchar algunos testimonios sobre las dificultades de acceso a la carrera científica para personas con discapacidad y a conocer algunos estudios realizados sobre la inclusión y la diversidad en ciencia.
La cosa quedó ahí, porque sobrevino el apagón y tuvo que suspenderse el II Congreso de Ciencia Inclusiva organizado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en su sede central de Madrid. Había acudido junto a mi partner in crime, María José Ruiz García, para presentar el proyecto de adaptación de noticias científicas de la Universidad de Castilla-La Mancha a lectura fácil, en el que hemos venido trabajando con Plena inclusión Castilla-La Mancha.
De pronto, el día se convirtió en una metáfora de lo que sienten las personas con discapacidad, identidades LGTBIQA+ y, en definitiva, quienes pertenecen a colectivos vulnerables o en riesgo de exclusión, cuando intentan abrirse paso en la educación, la investigación o la divulgación científica.
Hacia las dos de la tarde estábamos sordas y ciegas en un Madrid sin electricidad ni telecomunicaciones, cuyo trazado urbano habíamos prácticamente olvidado debido al uso de navegadores. Nos sentíamos desamparadas ante la falta de información, desprotegidas por unas fuerzas del orden público dedicadas, casi exclusivamente, a canalizar el tráfico y a evitar altercados, y muy expuestas al constatar que apenas llevábamos efectivo.
Sufrimos el abuso de quienes multiplicaron por cuatro los precios aprovechando que la necesidad nos hace vulnerables y padecimos la incertidumbre de no saber cómo regresar a casa desde una ciudad sin trenes, sin autobuses y con sobreocupación en los taxis.
Ante tanta oscuridad se hizo un poco la luz en la plaza Elíptica, a la que habíamos llegado a pie, cuando un alma caritativa de nombre Laura detuvo su vehículo y se ofreció a llevarnos hasta Getafe. Portábamos un cartel que ponía "TOL", elaborado gracias a que, en este mundo digital, unas horas antes habíamos aceptado la libreta y el bolígrafo que ofrecían en el congreso.
En Getafe fue más fácil contratar el transporte privado que nos devolvió a Toledo, donde un buen samaritano aportó el dinero que nos faltaba para pagar al taxista.
Después de todo tuvimos suerte. Conseguimos vencer las dificultades aprovechando los puntuales gestos de solidaridad, al igual que todas las personas asistentes al fallido congreso, por interés propio, por representar a un colectivo, por sensibilidad, por sentido común o por justicia, contemplan un horizonte de esperanza.
Las administraciones arbitran normas, no siempre exentas de torpeza, que favorecen el acceso e intentan evitar la discriminación. La sociedad está cada vez más concienciada porque la equidad, la diversidad y la inclusión no deberían ser opcionales, especialmente en el sector público.
Pero hay que seguir trabajando para visibilizar las necesidades y las capacidades de estos colectivos. Por eso resultan imprescindibles los congresos como el organizado por el CSIC, que ya busca la manera de reconducirlo, los análisis académicos, las campañas de concienciación y, sobre todo, la implementación de políticas coordinadas.
Hasta los pequeños pasos, como facilitar la comprensión lectora a través de la lectura fácil, resultan también imprescindibles.