Los cardenales que van a nombrar Papa en Roma están asustados porque el Espíritu Santo se ha ido con otro. Nada ni nadie garantiza que la Paloma emprenda camino de vuelta a la Capilla Sixtina esta semana después de lo que hizo el otro día José Antonio Morante de la Puebla en la Real Maestranza de Caballerías. Si hay una ciudad barroca en España, esa es Sevilla con su sevillanía y garbo. Menos Triana, que está al otro lado del río y eso ya es rococó. Lo sabía bien Juan Belmonte cuando le cruzaban el puente a hombros para dejarlo en casa. Pero lo de Morante es otra cosa, no mejor ni peor, distinto… Diferente, porque lo vieron nuestros ojos. Hasta ahora habíamos leído y nos habían contado los viejos algunas citas o cuestiones de antaño… Pero un toreo como el del otro día con capote a una sola mano, yo no lo he visto en cuarenta y ocho años de vida. Normal que la banda arrancara a tocar y lógico que la Maestranza se volviera loca, un manicomio, un teatro griego antiguo donde volvían a oficiarse ritos órficos que llegaban de las más lejanas Creta y Minos. La leyenda se hizo fuego en la tarde de mayo y prendió la Giralda entera. Los gitanos de Federico cantan todavía en el Sacromonte y los toros de Guisando se han deshecho en alamares. Lleva razón Boadella cuando dice que sobre el albero, en ocasiones, hay más arte que en todos los museos juntos.
Lo grande de Morante es que nuestros ojos lo vieron y nadie nos lo tuvo que contar. Nos los frotamos y percibimos todavía el cincel de su capote sobre el lienzo del burel y su cintura. No sé si lo concibió así de inicio en su genio o salió porque se le fue la mano izquierda al coger el capote. En cualquier caso, rubricó la faena del Minotauro, de los antiguos sabios de Grecia que Platón contaba en sus diálogos y se enfrentaban a la fiera descarnada. Habría que haber acabado la tarde de toros y hacer fiesta a orillas del Guadalquivir, lanzar las barcas, goletas y galeones a Sanlúcar para que el mundo entero supiese al momento que habían temblado los cimientos de la tierra. El capote de Morante va camino a convertirse en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y la Unesco así habrá de reconocerlo si tiene una mínima sensibilidad artística. Cuando uno está ante un genio, lo primero que ha de hacer es reconocerlo y luego descubrirse. Es lo que humildemente uno ha tratado de hacer con estos trazos deslavazados y ensartados en esta columna de prensa ante el talento desatado entre el tiempo y las muñecas. Hércules sigue sujetando la Tierra para que pase tu fina estampa, José Antonio. Morante de la Puebla.