"La inmensa minoría que en España lee y se emociona con la poesía permanece estable, a pesar del griterío de las redes sociales y la explosión digital", escribe Luis María Anson en el prólogo de su 'Antología de las mejores poesías de amor en lengua española', un recorrido por los más de diez siglos de versos de amor en nuestra lengua.

De entre los cerca de dos centenares de poetas, entre los que según reza su autor "seguro que faltan muchos, pero no sobra ninguno", seleccionamos veinte ejemplos que harán al lector sentir "el aliento más hondo de la escritura, el mensaje infinito de quienes rindieron sus letras al amor profundo, a la palabra absorta, al sentimiento insondable, a la carne que se estremece, al devastado corazón, al alma que tiembla, a la cálida ceniza".

Garcilaso de la Vega

Soneto

Escrito está en mi alma vuestro gesto

y cuanto yo escribir de vos deseo;

vos sola lo escribisteis, yo lo leo

tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;

que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,

de tanto bien lo que no entiendo creo,

tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;

mi alma os ha cortado a su medida;

por hábito del alma misma os quiero;

cuanto tengo confieso yo deberos;

por vos nací, por vos tengo la vida,

por vos he de morir y por vos muero.

San Juan de la Cruz

Llama de amor viva

¡Oh llama de amor viva,

que tiernamente hieres

de mi alma en el más profundo centro!

Pues ya no eres esquiva,

acaba ya si quieres;

rompe la tela deste dulce encuentro.

¡Oh cauterio suave!

¡Oh regalada llaga!

¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,

que a vida eterna sabe,

y toda deuda paga!,

matando muerte, en vida la has trocado.

¡Oh lámparas de fuego,

en cuyos resplandores

las profundas cavernas del sentido,

que estaba obscuro y ciego,

con extraños primores

calor y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso

recuerdas en mi seno,

donde secretamente solo moras;

y en tu aspirar sabroso,

de bien y gloria lleno,

cuán delicadamente me enamoras!

Lope de Vega

Soneto

Desmayarse, atreverse, estar furioso,

áspero, tierno, liberal, esquivo,

alentado, mortal, difunto, vivo,

leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,

mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,

enojado, valiente, fugitivo,

satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,

beber veneno por licor suave,

olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,

dar la vida y el alma a un desengaño:

esto es amor: quien lo probó lo sabe.

Francisco de Quevedo

Amor constante más allá de la muerte

Cerrar podrá mis ojos la postrera

sombra que me llevare el blanco día,

y podrá desatar esta alma mía

hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no, de esotra parte, en la ribera,

dejará la memoria, en donde ardía:

nadar sabe mi llama la agua fría,

y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,

venas que humor a tanto fuego han dado,

médulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejarán, no su cuidado;

serán ceniza, mas tendrá sentido;

polvo serán, mas polvo enamorado.

Gustavo Adolfo Becquer

Rimas

XXI

«¿Qué es poesía?», dices mientras clavas

en mi pupila tu pupila azul.

¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?

Poesía… eres tú.

XXIII

Por una mirada, un mundo;

por una sonrisa, un cielo;

por un beso…, ¡yo no sé

qué te diera por un beso!

XXX

Asomaba a sus ojos una lágrima

y a mi labio una frase de perdón;

habló el orgullo y enjugó su llanto,

y la frase en mis labios expiró.



Yo voy por un camino, ella por otro;

pero al pensar en nuestro mutuo amor,

yo digo aún: «¿Por qué callé aquel día?»,

y ella dirá: «¿Por qué no lloré yo?».

XXXVIII

Los suspiros son aire y van al aire.

Las lágrimas son agua y van al mar.

Dime, mujer: cuando el amor se olvida,

¿sabes tú a dónde va?

Rubén Darío

Lo fatal

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,

y más la piedra dura porque ésa ya no siente,

pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,

ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,

y el temor de haber sido y un futuro terror…

Y el espanto seguro de estar mañana muerto,

y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,

y la carne que tienta con sus frescos racimos,

y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos,

ni de dónde venimos!…

Juan Ramón Jiménez

Jardines místicos

Mira, la luna es de plata

sobre los jeranios rosas;

mira, María, la luna

es de plata melancólica.

Mira, el jazmín verde y blanco

ya va afinando su aroma,

entre la maraña de

sombras azules y hojas.

—Es el jazmín… Es la luna…

Aún los jeranios son rosas.

Mira, el jazmín está triste,

y la luna, melancólica.

Tu corazón y mi alma

yerran solos por la sombra

de esta larga tarde azul,

tarde doliente de aromas…

Y ya está hablando el jazmín

con tu alma…, y ya mis hojas

están de plata, a la luz

de la luna melancólica.

Federico García Lorca

¡Ay voz secreta del amor oscuro!

¡Ay voz secreta del amor oscuro!

¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!

¡ay aguja de hiel, camelia hundida!

¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!

¡Ay noche inmensa de perfil seguro,

montaña celestial de angustia erguida!

¡Ay perro en corazón, voz perseguida,

silencio sin confín, lirio maduro!

Huye de mí, caliente voz de hielo,

no me quieras perder en la maleza

donde sin fruto gimen carne y cielo.

Deja el duro marfil de mi cabeza,

apiádate de mí, ¡rompe mi duelo!,

¡que soy amor, que soy naturaleza!

Pablo Neruda

Para que tú me oigas…

Para que tú me oigas

mis palabras

se adelgazan a veces

como las huellas de las gaviotas en las playas.

Collar, cascabel ebrio

para tus manos suaves como las uvas.

Y las miro lejanas mis palabras.

Más que mías son tuyas.

Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.

Ellas trepan así por las paredes húmedas.

Eres tú la culpable de este juego sangriento.

Ellas están huyendo de mi guarida oscura.

Todo lo llenas tú, todo lo llenas. […]

[…] Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.

Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.

Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.

Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.

Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.

Voy haciendo de todas un collar infinito

para tus blancas manos, suaves como las uvas.

Octavio Paz

Dos cuerpos

Dos cuerpos frente a frente

son a veces dos olas

y la noche es océano.

Dos cuerpos frente a frente

son a veces dos piedras

y la noche desierto.

Dos cuerpos frente a frente

son a veces raíces

en la noche enlazadas.

Dos cuerpos frente a frente

son a veces navajas

y la noche relámpago.

Dos cuerpos frente a frente

son dos astros que caen

en un cielo vacío.

Anónimo

Romance de doña Alda

En París está doña Alda,

la esposa de don Roldán,

trescientas damas con ella

para bien la acompañar:

todas visten un vestido,

todas calzan un calzar,

todas comen a una mesa,

todas comían de un pan.

Las ciento hilaban el oro,

las ciento tejen cendal,

ciento tañen instrumentos

para a doña Alda alegrar.

Al son de los instrumentos

doña Alda adormido se ha;

ensoñado había un sueño,

un sueño de gran pesar.

Despertó despavorida

con un dolor sin igual,

los gritos daba tan grandes

se oían en la ciudad.

—¿Qué es aquesto, mi señora,

qué es lo que os hizo mal?

—Un sueño soñé, doncellas,

que me ha dado gran pesar:

que me veía en un monte,

en un desierto lugar,

y de so los montes altos

un azor vide volar;

tras dél viene una aguililla

que lo ahincaba muy mal.

El azor con grande cuita

metióse so mi brial;

el águila con gran ira

de allí lo iba a sacar;

con las uñas lo despluma,

con el pico lo deshace.

Allí habló su camarera,

bien oiréis lo que dirá:

—Aquese sueño, señora,

bien os lo entiendo soltar:

el azor es vuestro esposo,

que de España viene ya;

el águila sodes vos,

on la cual ha de casar,

y aquel monte era la iglesia

donde os han de velar.

—Si es así, mi camarera,

bien te lo entiendo pagar.

Otro día de mañana

cartas de lejos le traen;

tintas venían de fuera,

de dentro escritas con sangre,

que su Roldán era muerto

en la caza de Roncesvalles.

Cuando tal oyó doña Alda

muerta en el suelo se cae.

Marqués de Santillana

Serranillas

Moça tan fermosa

non vi en la frontera

como una vaquera

de la Finojosa.

Faciendo la vía

del Calatraveño

a Santa María,

vencido del sueño,

por tierra fragosa

perdí la carrera,

do vi la vaquera

de la Finojosa.

En un verde prado

de rosas e flores,

guardando ganado

con otros pastores,

la vi tan graciosa,

que apenas creyera

que fuese vaquera

de la Finojosa.

Non creo las rosas

de la primavera

sean tan fermosas

nin de tal manera,

fablando sin glosa

si antes supiera

de aquella vaquera

de la Finojosa.

Non tanto mirara

su mucha beldad,

porque me dejara

en mi libertad.

Mas dije: «Donosa,

por saber quién era,

¿aquella vaquera

de la Finojosa?…».

Bien como riendo,

dijo: «Bien vengades,

que ya bien entiendo

lo que demandades:

non es desseosa

de amar, nin lo espera,

aquessa vaquera

de la Finojosa».

Jorge Manrique

Diciendo qué cosa es amor

Es amor fuerça tan fuerte

que fuerça toda razón;

una fuerça de tal suerte,

que todo seso convierte

en su fuerpa y afi ción;

una porfía forçosa

que no se puede vencer,

cuya fuerça porfi osa

hacemos más poderosa

queriéndonos defender.

Es placer en c’hay dolores,

dolores en c’hay alegría,

un pesar en c’hay dulçores,

un esfuerço en c’hay temores,

temor en c’hay osadía;

un placer en c’hay enojos,

una gloria en c’hay pasión,

una fe en c’hay antojos,

fuerça que hacen los ojos

al seso y al coraçón.

Es una catividad,

sin parescer las prisiones;

un robo de libertad,

un forzar de voluntad

donde no valen razones;

una sospecha celosa

causada por el querer,

una rabia deseosa

que no sabe qu’es la cosa

que desea tanto ver.

Es un modo de locura

con las mudanzas que hace:

una vez pone tristura,

otra vez causa holgura,

como lo quiere y le place;

un deseo que al ausente

trabaja, pena y fatiga;

un recelo que al presente

hace callar lo que siente,

temiendo pena que diga.

Fin.

Todas estas propiedades

tiene el verdadero amor;

el falso, mil falsedades,

mil mentiras, mil maldades

como fengido traidor;

el toque para tocar

cuál amor es bien forjado,

es sofrir el desamar,

que no puede comportar

el falso sobredorado.

Luis de Góngora

Mientras por competir con tu cabello…

Mientras por competir con tu cabello,

oro bruñido al sol relumbra en vano;

mientras con menosprecio en medio el llano

mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,

siguen más ojos que al clavel temprano,

y mientras triunfa con desdén lozano

del luciente cristal tu gentil cuello,

goza cuello, cabello, labio y frente,

antes que lo que fue en tu edad dorada

oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o viola troncada

se vuelva, mas tú y ello juntamente

en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Pedro Calderón de la Barca

Estas que fueron pompa y alegría,

despertando al albor de la mañana,

a la tarde serán lástima vana,

durmiendo en brazos de la noche fría.

Este matiz que al cielo desafía,

iris listado de oro, nieve y grana,

será escarmiento de la vida humana:

¡tanto se emprende en término de un día!

A florecer las rosas madrugaron

y para envejecerse florecieron;

cuna y sepulcro en un botón hallaron.

Tales los hombres sus fortunas vieron:

en un día nacieron y expiraron;

que, pasados los siglos, horas fueron.

Duque de Rivas

La niña descolorida

Pálida está de amores

mi dulce niña:

¡nunca vuelven las rosas

a sus mejillas!

Nunca de amapolas

o adelfas ceñida

mostró Citerea

su frente divina.

Téjenle guirnaldas

de jazmín sus ninfas,

y tiernas violas

Cupido le brinda.

Pálida está de amores

mi dulce niña:

¡nunca vuelven las rosas

a sus mejillas!

El sol en su ocaso

presagia desdichas

con rojos celajes

la faz encendida.

El alba en Oriente

más plácida brilla;

de cándido nácar

los cielos matiza.

Pálida está de amores

mi dulce niña:

¡nunca vuelven las rosas

a sus mejillas!

¡Qué linda se muestra

si a dulces caricias

afable responde

con blanda sonrisa!

Pero muy más bellas

al amor convida

si de amor se duele,

si de amor respira.

Pálida está de amores

mi dulce niña:

¡nunca vuelven las rosas

a sus mejillas!

Sus lánguidos ojos

el brillo amortiguan;

retiemblan sus brazos:

su seno palpita;

ni escucha, ni habla,

ni ve, ni respira;

y busca en sus labios

el alma y la vida…

Pálida está de amores

mi dulce niña:

¡nunca vuelven las rosas

a sus mejillas!

Rosalía de Castro

Ya duermen en su tumba las pasiones

el sueño de la nada;

¿es, pues, locura del doliente espíritu,

o gusano que llevo en mis entrañas?

Yo sólo sé que es un placer que duele,

que es un dolor que atormentando halaga,

llama que de la vida se alimenta,

mas sin la cual la vida se apagara.

Gabriela Mistral

El amor que calla

Si yo te odiara, mi odio te daría

en las palabras, rotundo y seguro;

pero te amo y mi amor no se confía

a este hablar de los hombres, tan oscuro.

Tú lo quisieras vuelto en alarido,

y viene de tan hondo que ha deshecho

su quemante raudal, desfallecido,

antes de la garganta, antes del pecho.

Estoy lo mismo que estanque colmado

y te parezco un surtidor inerte.

¡Todo por mi callar atribulado

que es más atroz que el entrar en la muerte!

León Felipe

Como tú…

Así es mi vida,

piedra,

como tú; como tú,

piedra pequeña;

como tú,

piedra ligera;

como tú,

canto que ruedas

por las calzadas

y por las veredas;

como tú,

guijarro humilde de las carreteras;

como tú,

que en días de tormenta

te hundes

en el cieno de la tierra

y luego

centelleas

bajo los cascos

y bajo las ruedas;

como tú, que no has servido

para ser ni piedra

de una Lonja,

ni piedra de una Audiencia,

ni piedra de un Palacio,

ni piedra de una Iglesia;

como tú,

piedra aventurera;

como tú,

que, tal vez, estás hecha

sólo para una honda,

piedra pequeña

y ligera…

Ángela Figuera Aymerich

Muerto al nacer

No aurora fue. Ni llanto. Ni un instante

bebió la luz. Sus ojos no tuvieron

color. Ni yo miré su boca tierna…

Ahora, ¿sabéis?, lo siento.

Debisteis dármelo. Yo hubiera debido

tenerle un breve tiempo entre mis brazos,

pues sólo para mí fue cierto, vivo…

¡Cuántas veces me habló, desde la entraña,

bulléndome gozoso entre los fl ancos!…