José Lezama Lima. Foto: Iván Cañas

Compilación, posfacio y notas de César López. Sexto Piso. Madrid, 2016. 1.078 páginas, 33,16 €

José Lezama Lima (La Habana, 1910-1976) es uno de los autores mayores de la literatura cubana del siglo XX, pero la importancia de su obra va más allá y lo nombra como uno de los grandes de la literatura en lengua española contemporánea y de todos los tiempos. Además de su obra poética, sus novelas y ensayos, todo ello de primerísima calidad, dirigió desde 1944 hasta 1956 la revista Orígenes, en la que publicaron los principales poetas cubanos y de otros países americanos, como Octavio Paz, pero también europeos, entre otros Paul Valéry, Paul Éluard o Juan Ramón Jiménez.



Lezama no salió de Cuba más que en dos viajes y simpatizó con el régimen surgido de la revolución hasta que la publicación de Paradiso en 1966 le hizo ser un escritor conflictivo, agravada la situación poco después por su toma de posición en el caso Padilla, lo cual acabó con la prohibición de sus obras y el silencio recayó sobre él.



Su obra poética se inicia con el poema extenso Muerte de Narciso en 1937 y allí está ya presente lo que será la marca característica de su escritura, conectar con la tradición barroca, revivirla, como unos años antes habían hecho los entonces jóvenes poetas españoles: de 1927 es la Soledad tercera de Rafael Alberti, por recordar un único caso de lo que supuso para la valoración de Góngora y el barroco el quinto centenario de la muerte del poeta de Córdoba. De todos modos, no puede olvidarse que la poesía americana tuvo su propio barroco, del que la obra de Sor Juana Inés de la Cruz es la más sobresaliente.



Y no es sólo que el tema de Muerte de Narciso con el que Lezama se presentaba en la sociedad literaria tuviera como asunto uno mitológico-ya es curioso que la primera palabra del poema sea "Dánae"- sino que el discurso retoma toda la exuberancia tópica de la poesía barroca, ese adensamiento verbal en el que aquello de lo que se habla puede ser nimio, porque no importa tanto hablar de las cosas del mundo, de la realidad, cuanto crear con las palabras otra realidad que sería más real, más verdadera que ella.



Esa práctica de escritura es el resultado de un ideario que sitúa en su centro el lenguaje para desplazar los signos de su función referencial e instituirlos como imagen, metáfora, tropo en general, lo que deja al significado en situación de inestabilidad y al significante libre, resultado de lo que Severo Sarduyen su ensayo sobre lo barroco denominó "desarticulación del signo", ensayo, por cierto, en el que la obra de Lezama ocupa un lugar central. Sarduy teorizó, pues, un neobarroco y más tarde, en 1987, Omar Calabrese publicó L'età neobarroca, donde caracterizaba bajo esa clave la cultura y las artes de finales del siglo pasado. De todo ello la escritura de Lezama habría sido un índice adelantado además de ser uno de los pensadores sobre la cuestión con sus ensayos, tan bellamente escritos, Analecta del reloj (1953) o La expresión americana (1957), entre otros.



De 1941 es el magnífico Enemigo rumor, al que seguirían Aventuras sigilosas (1945), La fijeza (1949), Dador (1960) y el póstumo Fragmentos a su imán (1978). En todos ellos, la palabra es vehículo de lo órfico, siendo el poeta "el ser causal para la resurrección", como escribiría en Los vasos órficos (1971), dando con ello al poema, a su decir oblicuo, oscuro en primera lectura, una dimensión transcendente, iniciática, sagrada.



Esta Poesía completa reúne los mencionados libros más varias decenas de otros poemas de diversas procedencias y ofrece al lector una fiesta, quizá se debería decir que una orgía del lenguaje, en el que las palabras, lo propio de lo humano, se eleva a condición, diríase, divina.