Ada Salas

Pre-Textos. Valencia, 2013. 96 páginas, 13 euros

Una de las voces poéticas valiosas y ya consolidadas es, sin duda, la de Ada Salas (Cáceres, 1965) y así lo hizo saber desde su primer libro, Arte y memoria del inocente en 1988, reunido con las publicaciones posteriores en el volumen No duerme el animal en 2009, y ahora con este nuevo libro se ratifica la exigencia de escritura de Salas, quien piensa que escribir un poema es adentrarse en los pliegues del yo, en una oscuridad propia que de antemano es desconocida, y acceder a ser otro y terminar reconociéndose en esa instancia ajena, ahora apropiada, conociendo algo de uno mismo que hasta que el poema está ahí diciéndolo se desconocía. Así, escribir es crear, crear un nuevo rostro, una nueva realidad. Exigencia de escritura que tiene su contrapartida en una exigencia de lectura. Si, como ella misma ha explicado en las notas Alguien aquí, escribir "no es nunca una respuesta, es siempre una pregunta", cuánto no lo será, y con cuántos más motivos, para el lector.



En un poema de La sed (2007) se lee que "Hay libros que se escriben sobre la carne misma" y este Limbo y otros poemas hace sentir desde los primeros versos que pertenece a esa clase. Se dice que algo se ha roto, se ha hecho añicos, y eso ahoga, "se/ nos/ atraviesa en la tráquea", es decir aquello de lo que se habla, que se elude nombrar salvo como "dolor", se corporeiza, lo que se prolonga en otros de los poemas en "carnalidad", "herida", "cicatriz", etc. Así, aunque la escritura de Salas tiende a una cierta ocultación de lo que habla, lo que resulta reforzado por la economía verbal que le es característica, en lo que se podría nombrar como retórica de la carne, con lo que el lector ya siente en su carne aun aquello que no sabe con precisión de qué se trata.



A esos rasgos de estilo mencionados hay que añadir el cambio de persona verbal, el uso de la contradicción -"ocupa/des-/ocupa",- una versificación que se desentiende de los ritmos más comunes con una fuerte tendencia al verso breve o muy breve, en no pocas ocasiones de una única palabra, lo que, si por un lado produce una especie de dispersión del orden sintáctico, por otro llama la atención sobre esas palabras que se aíslan, ocupan un verso y reclaman, por tanto, su importancia. Todo ello tiene como efecto una notable intensidad del discurso.



Además del significado más conocido de lugar en que ciertas almas esperan la redención, "limbo" nombra el borde de algo. Los dos parecen operar aquí. El poema que lleva ese título se pregunta por dónde se estuvo, dónde se estará; por su parte, el lenguaje de Salas se diría que evita el centro de los asuntos de los que habla para bordearlos, indagarlos. "Todo en suspenso" se lee en El lugar de la derrota (2003) y eso vale como principio general de la poesía de Ada Salas. Si Limbo es extraordinario no lo son menos otros poemas y destacaré "Anunciación", y "Niña en un marco" con un cierre memorable: "No canto/ porque bebo/ de las aguas de Ofelia". No hay duda: la fuerza poética de Salas está de lleno en este libro.

La línea

La línea

o cicatriz. Una frontera. Una distancia

entre

lo que un ojo ve

y otro imagina

(aquello lo que está

del otro lado

siempre

del otro lado).

Y ahora una grieta

entre tú misma y tú

un pensamiento un corazón

estrábicos

como aquel doble azul que atormentó a tu hermana.