Olvido García Valdés. Archivo de la autora

Tusquets. Barcelona, 2012. 208 páginas. 15 euros



No cabe duda, la obra poética de Olvido García Valdés (Santianes de Pravia, Asturias, 1950) está marcado por un muy alto grado de excelencia y este Lo solo del animal viene a ratificar ese juicio. En sus seis libros publicados desde 1986 hasta la fecha, y recogidos en el volumen Esa polilla que delante de mí revolotea (2008) y en el presente, García Valdés ha ido construyendo una obra que es ya imprescindible en la poesía contemporánea. Hay siempre intensidad del lenguaje, un lenguaje que dice y lo que deja por decir, como la autora ha escrito "con frecuencia la fuerza de un poema no está en lo que dice sino en lo que calla y lo alimenta", así, esta escritura responde al principio de la elipsis. El lector, que percibe que algo ha quedado sin decir, se entrega a la lectura en actitud de búsqueda en ese vacío, de querer saber más.



Esa llamada a saber vendría a ser la contrapartida de una cuestión fundamental, de la que esta poesía es expresión: deseo de conocimiento, del mundo, de la propia existencia y del ser: "Un ahora / cierra la vida, brillo, ser solo". Se trataría, pues, de decirlo. No ha de hacer pensar esto que estamos ante una poesía abstracta, desligada de las cosas y la vida. Por el contrario, García Valdés, hablando de su utilización de la metáfora, ha juzgado su escritura "realista". Y no sólo es realista por proponer una lectura literal de las figuraciones verbales, que es en el contexto en el que lo afirma, sino, creo, en un sentido definitivo, en el intento de querer captar la realidad del ser.



A ello responden, por ejemplo, las presencias reiteradas de aves y otros animales, de la ternera a la mosca, o lo vegetal lo que está ahí de un modo directo, sin cuestionarse, sin, suponemos, preguntarse por su propio existir, en su "puro estar". Y sobre ellos, y el mundo en general, recae la mirada poética y ésta exige una palabra que diga el "dolor de la existencia eso / que en la expresión guarda la vida".



Algo más sobre esta noción de realismo. Ha de ser uno que de fe de una mirada "que vea luz en la noche, y la huella / de la noche en el profundo azul del mediodía". Así, en este atender a lo que hay y a lo que no hay, la hilazón del discurso ha de someterse a la intermitencia, a la irrupción de lo otro, lo que unido a los efectos de la elipsis acaba por ofrecer unos poemas que dejan para la lectura un trabajo de recomposición, de colaborar en el proceso creativo.



No todos los textos. Algunos otros, en general más extensos, dan más pormenores y, sin embargo, están tocados por la misma intensidad e idéntica sabiduría poéticas, y dan variedad al conjunto, como también la da el que tanto lo urbano como lo campestre estén convocados. Y es que en todo encuentra la voz ocasión para hacer aflorar la conciencia de lo pasajero, la presencia inmediata y el recuerdo, lo sentido y lo que se presiente, "todo / calma y angustia". No puede quedar sin decir la función central que ocupa aquí la muerte. Frases como "biografía / volátil que es tiempo mío" o "era el final día a día" ponen de manifiesto que se escribe desde saber la muerte como el saber sin más. Lo solo del animal es un libro excelente.

le envuelven los sonidos, no localiza

con precisión de dónde vienen

pareciera de enfrente y son

de atrás, le resulta lejano

y ve al pájaro ahí mismo

en esa rama, giran seres

y afectos empujándose, opaco

casi violento mirar fuera