Avalada con el premio Shirley Jackson 2022, reducir Donde yo termino, de Sophie White (Dublín, 1985), al simple género de terror es limitar la potencia de su lenguaje y la elaborada carga emocional que despliega a través de una primera persona que se revela no siempre fiable.
Donde yo termino
Sophie White
Traducción de Natalia Cervera. Biblioteca de Carfax, 2025. 240 páginas. 22 €
El verdadero horror de esta novela, como en cualquier buena obra, se encuentra en las personas que pone en liza la autora, los conflictos morales a los que enfrenta a los personajes y el ambiente y espacios que condicionan sus vidas.
Narrada desde la visión de una joven de 19 años, Aoileann, que vive con su estricta abuela y ‘la cosa’, que en realidad es la madre de la chica, un despojo deforme que apenas puede moverse de la cama y a la que hay que atender absolutamente en todo, como si fuese un bebé, dicotomía que estará presente en la historia.
El estado por el que la madre está así se desconoce, pero se intuye que se debe a un suceso trágico, que se extiende por la isla como una maldición y que cuando se revela golpea con contundencia.
De hecho, tanto la abuela como su nieta son seres marginados en la isla, a pesar de ser oriundos del lugar y no conocer otra cosa.
Si alguien de la isla se cruza con Aoileann escupe al suelo, porque las supersticiones dominan ese espacio claustrofóbico y piensan que pueden ser contaminados por la niña.
Como afirma la protagonista: “No hay un habitante de la isla que no parezca desanimado y desmoronado, como si partes del terreno se hubiesen desprendido y anduvieran vagando por ahí”. La narradora vive así envuelta en la crudeza enfermiza de su existencia cotidiana.
Sin embargo, la sutileza narrativa de White y su vigor para la sugerencia crecen a medida que avanzamos en la historia, sobre todo, cuando entra en escena Rachel, una artista con su bebé, que ha sido invitada a una estancia para desarrollar su arte.
De corte clásico, pero original, 'Donde yo termino' es una proeza literaria: precisa, con ecos de Shirley Jackson
Si ya antes hemos descubierto que tanto Aoileann como la abuela odian ‘la cosa de la cama’ que están obligadas a cuidar para las visitas del marido, la situación empieza a cobrar mayor intensidad dramática cuando Aoileann se pregunta cómo fue su madre cuando ella era un bebé, si, por ejemplo, le dio el pecho; una escena que en la novela se describe con ecos que a veces difuminan las fronteras del deseo y lo real.
A partir de la llegada de Rachel la novela adquiere un vuelo nuevo que va zarandeando al lector hasta un final majestuoso.
Donde yo termino habla de culpas, ansiedad, cuidados, manipulaciones emocionales, lugares que determinan vidas mediante retratos inesperados de la maternidad, pero también sobre el hecho de ser hijos. Y lo hace con una novela de corte clásico pero original.
Una proeza literaria: precisa, con ecos de Shirley Jackson y el body horror, para plantear diferentes niveles de lectura sobre nuestro mundo, el cuerpo y los vínculos afectivos.
El terror, como muestra White, llega de lo más cercano, de lo que más amamos, de las relaciones de sangre, a través de lazos violentos que borran las fronteras entre el bien y el mal.
Como afirma Aoileann: “En eso consiste un bebé; ahora me doy cuenta. Es toda el alma de la madre extraída, liberada de su cuerpo y fuera de su control. Es toda su existencia absorbida por este pedazo de carne, un revoltijo de huesecillos y órganos temblorosos. En eso consiste un bebé. Un diminuto artilugio con el que atormentar a quien lo trajo al mundo”.
Una novela que indaga en la condición humana mediante un constante juego de opuestos, revelando registros íntimos que perduran en nosotros mucho después de la lectura.
