Lola López Mondéjar. Foto: Páginas de Espuma

Siruela. Madrid, 2016. 196 páginas. 15'90 €, Ebook: 4'99 €

Ficción pura la que contiene este libro, que está dirigido a "quienes buscan en la literatura cono- cimiento y una cierta verdad sobre lo humano". Así lo expresa la autora (escritora y psicoanalista) Lola López Mondéjar (Molina de Segura, Murcia, 1958) en el "Epílogo" que cierra esta intensa y emocional propuesta creativa cuyo título, Cada noche, cada noche, va más allá de una mera redundancia expresiva; está tomado de la novela de Nabokov, Lolita, de la alusión de la protagonista a sus sollozos "cada noche, cada noche…". Metaficción pura, en sentido estricto, pues esa novela es la razón justificadora de la que leemos. En realidad, su intención persigue justicia poética para su personaje esencial, subsanar la cruel paradoja de una novela que "lleva el nombre de la mujer a la que se desprecia", y así dirigir la mirada de los lectores en una dirección distinta a la establecida.



Para lograr esta ambiciosa intención, López Mondéjar le pone voz a Dolores Schiller, hija de Dolores Haze, a quien todos conocemos como "Lolita". Y ella, a su vez, pone voz a su madre, a quien va descubriendo y conociendo a través de los diarios que dejó escritos (entre 1972 y 1976) y que su padre le entregó para su lectura en su vigésimo cumpleaños.



Lo que resulta es el relato que, trenzando ambas voces, dirige la hija, con casi 60 años, tras una larga enfermedad y con la única expectativa de preparar su muerte y hacer justicia a la vida de su madre, muerta a los diecisiete años, contando la verdad de su vida, el otro lado de la historia narrada por Nabokov.



Este relato se enmarca en época reciente (entre enero y mayo de 2009, entre Nueva York y Suiza), y cuenta cómo Dolores, estudiando Literatura en la universidad, leyó la obra de Nabokov y algo le indujo a establecer un involuntario paralelismo entre la que descubrió como una "pobre niña" en la novela, y la "pobre niña" que fue conociendo en los diarios de su madre. Demasiadas coincidencias le llevaron a concluir que eran la misma persona. Demasiadas preguntas, y una búsqueda incesante de la identidad de quien fue responsable de esa invención...: el padrastro de su madre.



Pura metaficción, solo propia de una autora culta, ajena a modas comerciales, involucrada hasta el extremo en esta recreación literaria de una invención de su misma estirpe, de esta mujer que es sola y triste, a quien la enfermedad ha hecho más fuerte pero también más solitaria e inhumana. Su discurso resulta un relato descarnado que indaga en la verdad sobre su madre y denuncia otras verdades, todas incómodas: la soledad, la orfandad, la enfermedad, los abusos a menores desasistidos...



Escribe, la autora, en nombre de Dolores Haze (Lolita), en nombre de Dolores Schiller (la narradora de su historia y la de su madre), y en el suyo propio. Escribe para quienes asienten ante la idea de que "el saber ordena el mundo, pero el mundo busca el desorden, y solo se deja ordenar hasta cierto punto".