Michael Dobbs. Foto: Anders Birger

Traducción de Patricia Antón. Alba. Barcelona, 2016. 334 páginas, 19'50€

Juzgar los libros de Michael Dobbs (Cheshunt, Reino Unido, 1948) como audaces intrigas políticas, de esas que se leen de un tirón, es no hacer justicia a su efecto demoledor. Para el público español, inmerso en erizadas noticias políticas, este es el momento exacto para lanzarse a estas novelas. Pues esta trepidante trama sobre luchas de poder, traiciones de correligionarios, periodistas corruptos y sondeos de opinión amañados, es el reflejo de lo más perverso, inmoral y cruel que hay en el ejercicio de la política desde la noche de los tiempos.



Jaque al Rey, segunda entrega de la trilogía que Dobbs inició con House of cards, inspiradora de las aclamadas series de la BBC y de la norteamericana Netflix, sigue teniendo como protagonista a Francis Ewan Urquhart, un personaje duro, solapado y amoral, que mueve los hilos del poder, tras una astuta grisura y un comportamiento frío e implacable.



En este segundo acto, Francis Urquhart ha conseguido sus propósitos, ha llegado a Primer Ministro y tiene la tarea de enfrentarse a un monarca, aparentemente débil. Pero los enemigos le han crecido a Urquhart tan soterradamente como sus propios abusos. En la fortaleza del líder corrupto surgen fugas de agua. El narrador mudará sutilmente entre los distintos puntos de vista para mostrar la velocidad de la previsible caída. Magnates de comunicación, compañeros de filas, aduladores oficiales y hasta el mismo Rey empiezan a socavar los movedizos terrenos del poderoso personaje ya malherido. La presencia de una joven analista de encuestas norteamericana, Sally Quinn, será el detonante de la desintegración anímica de muchos de los personajes. Michael Dobbs se vale de una maestría que apela a la inteligencia de los lectores para situarnos en un clima de traiciones alambicadas. Los protagonistas pueden ser demasiado arquetípicos y hasta desvaídos, en cambio, el juego político es el gran personaje colectivo, y ese magma turbulento, trufado de ambición y violencia soterrada, queda retratado magistralmente.



El autor ha explicado que House of cards surgió como una "pequeña terapia privada" tras sus desavenencias en 1987 con Margaret Thatcher, de quien era Jefe de Gabinete. Con inicial apariencia de cordero, el personaje central de ambas novelas, Urquhart, se nos presentó como el lobo salvaje capaz de todo para llegar a lo más alto de Westminster. Empresarios de prensa, expertos en comunicación, parlamentarios y la periodista Mattie Storin, se verán envueltos en las redes que urde y maneja el maquiavélico protagonista. El político conservador transformado en escritor ha metido el cuchillo en sus personajes hasta sacar a la luz los demonios del alma política, y la pequeña terapia se ha convertido en una venganza monumental, con una escritura a la inglesa, cuajada de cinismo, retratos magistrales en dos trazos, y un medido distanciamiento. Decía el poeta Seamus Heaney, que el creador necesita superar su ego para tener una voz que sea algo más que su autobiografía. Dobbs tiene la habilidad de ocultar su presencia y contarnos las iniquidades de la clase política y periodística, como si él no hubiera estado allí, como si toda la historia no fuera más que una pesadilla. Y al mismo tiempo nos hace sentir el escalofrío y el convencimiento de que la realidad es prácticamente idéntica.