Luis Goytisolo. Foto: Anagrama

Anagrama. Barcelona, 2016. 216 páginas, 16€. Ebook: 9'99€

En El sueño de San Luis, especie de ensayo de autocrítica psicoanalítica, Luis Goytisolo (Barcelona, 1935) desbarata el tópico según el cual un escritor escribe siempre el mismo libro; a su modo de ver, sólo sería cierto afirmar que el escritor siempre es el mismo, mientras que sus libros son intentos sucesivos de encontrar una voz propia o ajustarla. Se me ocurren pocas oportunidades más perfectas de confirmar esta idea que el contraste entre su obra canónica, la tetralogía Antagonía (mil páginas, oraciones de período inacabable, etc.) y el volumen que conforman El atasco y demás fábulas (a su modo, otra tetralogía, pero breve, leve, fragmentaria, etc.). Es imposible pretender que uno y otro son "el mismo libro", y al compararlos la extensión tiene consecuencias de todo tipo sobre la sintaxis, el estilo o hasta las intuiciones puestas en juego; no es menos difícil obviar que Goytisolo también es Goytisolo cuando practica el ‘unabomberismo' a pequeña escala en estas pequeñas muestras de ingenio lúdico y hasta anticipatorio.



El libro lo conforman un texto hasta hoy inédito, El atasco, y otros tres fechados en 1970 (Ojos, círculos, búhos), 1976 (Devoraciones) y 1981 (Una sonrisa a través de una lágrima), en los que se acumulan fragmentos breves, atravesados por algunas constantes como la presencia de las tecnologías, la parodia política en mayúsculas estructurales, un erotismo que muchas veces deriva hacia la retórica del poder o, si hablamos de motivos más que de temas, el automóvil y las vías de acceso a la ciudad. Su presentación se ha organizado del más reciente al más antiguo, y la historia editorial de la serie la explica Ignacio Echevarría en un prólogo que desarrolla las ideas principales que permiten explicar estos textos: su crueldad y violencia, el humor que dimana de esa crueldad, su carácter visionario, su vigencia. Es todo muy exacto.



Es muy interesante que el Goytisolo de la actualidad maneje de un modo tan natural y lúcido conceptos como el de ‘selfie', demostrando así que el tiempo presente todavía es el suyo. Pero lo que resulta más chocante es que, especialmente en Una sonrisa a través de una lágrima (por lo tanto, 1981), la prosa parezca escrita hoy incluso en los elementos más superficialmente escenográficos, como si, al escoger qué elementos sociales o tecnológicos le iban a servir para transmitir significado, una y otra vez el autor descifrara cuáles tenían más potencialidad de futuro. Es incluso divertido, vale que también anecdótico, que su neologismo "adultuno" se parezca tanto al últimamente sobreexplotado "viejuno". Anécdota, sí, pero... Sea como sea, en estas páginas el lenguaje se contrae, desafía la ortografía, se vuelve gamberro o se plastifica, y en todo momento parece desafiar los postulados de esta larga cita: "Campaña de propiedad en el lenguaje. Construya correctamente sus frases, utilice con precisión la palabra adecuada. Atención a los barbarismos. Ojo con el argot. Evite toda expresión grosera, obscena, soez, chabacana y malsonante. Denuncie la blasfemia; repárela, persígnese, rece alguna jaculatoria. Soecidad de la propia palabra soez. Lenguaje y propiedad. Propiedad y lenguaje. Lenguaje de la propiedad. Lenguaje de la propia propiedad. Lenguaje del lenguaje. Propiedad de la propiedad".



Y ya que hablamos de vigencia, es otra ‘anécdota-pero' que la reedición de las fábulas de Goytisolo coincida con la aparición en la exuberante editorial Jekyll & Jill de la Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín (Valencia, 1989), otra fábula sin animales e idiomáticamente burra, que no es como las que nos ocupan pero puede entenderse con ellas, y que también parece intuir algún desajuste en las relaciones entre lenguaje y propiedad al afirmar que "la escritura puede cambiar el mundo (sobre todo la notarial)".



El atasco y demás fábulas es una pequeña lección de entropía bufa, absurda, delirante. Tanto en lo abstracto como en lo mecánico, se parece bastante al mundo. Hoy.