Per Olov Enquist

Traducción de Martin Lexell y Mónica Corral. Destino, 2015. 576 páginas, 22€ Ebook: 12'99€

La mejor novela europea actual representa la realidad emocional a la que nos enfrentamos a diario. Una parte se ocupa del hombre en sociedad, por ejemplo de los héroes de nuestro tiempo, los maestros de las grandes ciudades, que luchan con los dificultades educativas de los hijos de inmigrantes, o los policías que mantienen las calles seguras, mientras otra parte trata el tema eterno del ser humano intentando encontrarse como persona. El ciudadano común prueba a resolver sus propios asuntos. Per Olov Enquist (Hjoggböle, 1934), el gran escritor sueco, dramaturgo, crítico y novelista, ofrece en esta novela autobiográfica de no-ficción, un relato sincero de cómo llegó a ser quien es. Su fama, ser considerado un serio candidato al Nobel, permanece en la sombra, mientras el individuo queda dibujado con un lenguaje especial, muy bien captado por los traductores, en el que falta el léxico vivo propio del sur. Sólo quedan los grises y celajes del norte.



Enquist creció en Hjoggböle, un pueblo de doscientos habitantes, del norte de Suecia, a mil kilómetros de Estocolmo, donde hace frío, nieva, y los vecinos apenas se comunican entre sí. Una parte de la población vive guiada por un estricto ascetismo cristiano, la otra mitad existe en un descreimiento absoluto. Los creyentes se reúnen en torno a la iglesia, los segundos prefieren el fútbol en terrenos encharcados. Su madre pertenecía a los primeros, e inspirada en los conocimientos y enseñanzas de la Biblia, dará forma, esculpirá, la conciencia del niño, pues su padre muere pronto. Poco a poco, el velo con que la religión tapa el empuje de la naturaleza se irá levantando, y Enquist descubre el pulso vital, mediante el trato con los demás, la energía de su cuerpo joven, el sexo. Aprende así a atender la llamada de la naturaleza, lo que formará una original personalidad que relaciona con facilidad las experiencia anímicas con la realidad.



Este niño, luego un adulto de casi dos metros de altura, excelente deportista, que deseaba ser maestro de escuela como su madre, acaba estudiando el bachillerato. Obtiene después una licenciatura en literatura comparada en la universidad de Uppsala. Su vida le llevará a residir en Berlín, Copenhague, Los Ángeles, París, y Estocolmo. Se casará joven y tendrá dos hijos, para luego unirse en pareja con una mujer danesa, con quien pasará la mayor parte de su vida. Mientras ella trabaja en la televisión y de consejera cultural en Berlín, él desarrolla su labor de escritor, cosechando numerosos triunfos, tanto con sus dramas como con sus novelas. El atractivo de su obra, y en particular de ésta, reside en la sinceridad de la confesión que hace de sus debilidades.



Quizás la más dura de superar fue el alcoholismo. Trató de vencerla en diversas ocasiones, fracasando, porque se sentía superior cuando era incapaz de aceptar que la adición lo dominaba, que no controlaba el impulso de ahogar sus debilidades en la bebida. Al final consigue dejar el alcohol desplegando un acto de valentía emocional enorme. Curiosamente, esta novela que es autobiográfica no viene contada en primera persona, sino en la tercera. Es un poco lo mismo que hizo Carlos Fuentes en La muerte de Artemio Cruz (1962). Naturalmente, le quedarán las secuelas físicas, como un agotado corazón, que le llevará en dos ocasiones a la mesa de operaciones.



Nada tan potente como ese volverse sobre sí mismo para explorar los recovecos oscuros, donde yacen los deseos inconfesables. Su amigo Ingmar Bergman, el famoso director de cine, así como su vecino, al que nunca conoció, Stieg Larsson, el autor de Millenium, han sido geniales rastreadores de las realidades emocionales humanas. Los tres hombres del norte son escritores que viven consigo mismo, buscando el silencio, mientras los escritores del sur se distraen con los mil ruidos que se producen a su alrededor.