Horacio Quiroga

Menoscuarto. Palencia. 312 pp., 20 euros

El uruguayo Horacio Quiroga (1878-1937), gran maestro del relato, escribió bajo seudónimo seis brillantes novelas cortas que se publicaron por entregas. En el aire fantástico del buen lector de Poe, destaca la absoluta modernidad y vigencia de unos textos escritos entre 1908 y 1913. Son narraciones (ambientadas en selvas brasileñas, hindúes, o en el África negra) y comparten el mismo impulso aventurero-turbulento del Roberto Arlt de El criador de Gorilas. A ambos les fascinaba el terrible dilema barbarie/civilización.



Con el miedo a lo salvaje (lo no dominado), se inicia "Las fieras cómplices" en una relampagueante noche de tormenta en el Matto Grosso donde un misterioso caminante se adentra para un extraño encuentro. Quiroga dosifica magistralmente la identidad y drama del protagonista, con exageración romántica, entre serpientes negras y peligros que acechan. Comparece, como en Arlt, uno de esos patrones esclavistas despiadados e inhumanos. El asunto del dolor y la tortura (humana o animal) ocupa todo el libro, incluso entre los tres investigadores (ruso, italiano y uruguayo) del complejo y fascinante texto de ciencia ficción "El hombre artificial", que aborda ya la pregunta por lo verdaderamente humano y si en ciencia vale todo. Quiroga fue genio del suspense, a menudo entre lo racional y el espiritismo, como en "El mono que asesinó", de comienzo humorístico en ese zoo de Buenos Aires en el que Guillermo Boox recibe mensajes cifrados de un simio parlante desde su jaula. Fascinante drama obsesivo de metamorfosis, reencarnaciones y destino implacable. Como en Arlt, la venganza calculada y lenta es recurrente: qué magnífico texto "El devorador de hombres", contado desde un tigre imperial de Bengala: una cacería trágica, un caballero inglés, un domador de circo sin escrúpulos… dan pie para reflexionar sobre la crueldad y vanidades del mundo. "Una cacería humana en África", última historia, sirve para que, entre tanta barbarie, surja la figura heroica y compasiva de Ruy Díaz. Libro envolvente y hechizante, como la propia selva o la imaginación fértil y febril de Quiroga.