Horacio Castellanos. Foto: Antonio Moreno

Tusquets. Barcelona, 2013. 184 páginas, 15 euros



Cada nuevo libro del hondureño-salvadoreño Horacio Castellanos Moya (Tegucigalpa, 1957) supone una confirmación de su lugar entre los grandes narradores y fabuladores de la literatura hispanoamericana contemporánea. Es difícil olvidar la conmoción que producen novelas como La sirvienta y el luchador, retrato negro e implacable de la vulneración (militar y policial) de los derechos humanos durante la larga guerra de El Salvador.



El sueño del retorno, ambientada en el México de principios de los años noventa, pero con la mirada puesta en El Salvador de finales del conflicto, es, en cierto modo, secuela o continuación de aquella otra historia. Comparten ambas, en el recuerdo, algunos de los personajes, en especial aquella pareja de Albertico y su hermosa novia danesa, inexplicablemente torturados y desaparecidos por los paramilitares en años aciagos. El protagonista es Erasmo Aragón, periodista salvadoreño exiliado, bastante alcoholizado (adicto al vodka-tonic) y de salud quebradiza, que vive en México con su pareja y una hija, en momentos duros que son preámbulo de la separación y, tal vez, de retorno a una patria que sigue siendo infierno (ni la guerra ni las atrocidades impunes han concluido).



Crece ante el lector la figura de don Chente, un médico integral, anciano sabio, al que visita y quien le somete a una terapia de acupuntura e hipnosis que, paulatinamente, traerá hasta las orillas del protagonista "eso que usted no quiere recordar": un pasado doloroso que parecía dejado atrás o cicatrizado. Horacio Castellanos nos sitúa, desde las primeras palabras, en el centro de la historia, con una narración veloz, limpia, que no decae y mantiene la intensidad y el interés de principio a fin. Su texto está impregnado de gracia mientras desgrana las vicisitudes de su protagonista, alguien ya muy de vuelta y capaz de reírse de sí mismo y sus ocurrencias (algunas tan pintorescas como el plan de asesinato del "actorzuelo" calderoniano que mantiene relaciones con su pareja, o el ocultamiento temporal de un cargamento de miras telescópicas en la finca del suegro).



La trama transcurre entre colegas periodistas y antiguos miembros de la guerrilla también exiliados. Los recuerdos traumáticos que afloran tras la terapia, que perturban y sorprenden al propio interesado, apuntan siempre hacia la violencia familiar o política. Horacio Castellanos Moya sabe hablarnos del miedo infantil, de su superación siempre provisional, de la necesidad de contarse la vida propia y sanar la mente, casi como una idea reguladora para no enloquecer. Es peligroso remover el pasado (verdaderos "hoyos negros"), y, a la vez, cómo no hacerlo. No hay realidad única sino "muchas realidades que se traslapan en el mismo tiempo y espacio". La gran pregunta, en esta hermosa novela, es si es posible regresar y reinventarse.