Manuel Vicent. Foto: Conchitina

Alfaguara. Madrid, 2013. 312 pp, 18'50 e. Ebook: 9'49 e.



Ha pintado ya Manuel Vicent (Villavieja, Castellón, 1936) un gran fresco de los tiempos contemporáneos desde la originalísima perspectiva que concilia, con muchos matices, el clásico carpe diem y el sinsentido existencialista moderno. Nuevas estampas podría agregar a ese retablo, y, de hecho, lo va haciendo con sus columnas, reportajes y ensayos, pero parece como si hubiera querido dar un giro a tales preocupaciones aplicando su mirada a un empeño distinto, la recreación imaginativa de nuestro pasado reciente. Una inicial sospecha de su nueva orientación la tuvimos hace poco con Aguirre, el magnífico (2011) y ahora se convierte en certeza con El azar de la mujer rubia. Aquélla se acogía a un enunciado general de filiación valleinclanesca, "Retablo ibérico", que, aunque ha desaparecido en esta, no cabe duda de que ambas pertenecen a un mismo proyecto, prolongado ahora sobre una curiosa variante: el trazo visionario a que llegaba la crónica esperpentizante del último duque de Alba es el punto de partida de esta crónica fabulada de la Transición. En cualquier caso, ambas obras comparten idéntica ideación: deslizarse por las aguas de la historia con dosis aleatorias de noticierismo cierto, de libre fabulación y de impresiones surgidas en la mente de un observador caprichoso. Por eso la novela no parte de una argumentación, como hicieron Galdós o Baroja o más tarde Vázquez Montalbán, sino de una imagen. Se trata de la foto de 2008 incontables veces ya reproducida del rey y Suárez paseando por un jardín de espaldas a la cámara. La desmemoria que aqueja al expresidente en esa instantánea equivale a una alegoría que aureola el pasado cierto con rasgos espectrales.



Sabe Vicent que la literatura no copia, recrea, y que la invención produce una verosimilitud específica. En esa neblina imaginativa adquieren luz propia luz los hechos históricos. Los más importantes del tiempo que arranca con la muerte de Franco desfilan como si fueran fábulas, no testimonios. En el libro se encadenan, con versatilidad temporal que evita rigideces cronológicas, el funeral por el dictador, la legalización del PCE, la tejerada, la guerra sucia socialista, hitos públicos y familiares del aznarato, el 11S americano y el estallido de la crisis. Encadena el rosario la mujer rubia del título, la hija secreta de Serrano Súñer, Carmen Díez de Rivera. Figura en sí misma de atractivo novelesco, mano derecha de Suárez, con aureola en su día de fetiche sexual e icono de una nueva mujer libre, conspiradora en muchas salsas del momento y de prematuro fallecimiento, añade un plus dramático.



Los protagonistas y otros comparsas (el ostentóreo Jesús Gil, los actualísimos Correa y Pérez, el bigotes) oscilan entre la presencia a pie de obra (el felipismo recién salido de las "oposiciones sin haber probado el placer de la vida") y la irrealidad del bosque lácteo del recuerdo roto de Suárez. Toda la materia tiende a desleírse entre las brumas de la ensoñación y tal mezcla de realidad y ficción produce un peculiar episodio nacional sumamente divertido. Un juego transgresor, pero nada inocente. Al contrario que en su remoto precedente galdosiano, este Vicent irónico, mordaz e iconoclasta deja un regusto pesimista, el del escepticismo postmoderno.