Saphia Azzedine. Foto: Antonie Doyen

Traducción de Begoña Díez. Demipage, 2012, 185 pp, 17 e.



Valiente, de espíritu luchador y siempre con humor, la franco-marroquí Saphia Azzedine (1979) muestra en sus novelas una mirada lúcida ante los problemas sociales de Occidente. Sus historias hablan del paro, de las dificultades de integración, de las diferencias religiosas. Azzedine hizo estudios de sociología pero son sus vivencias las que han hecho que, bajo su aspecto tranquilo, grite su cólera ante las injusticias del mundo.



En esta segunda novela de título chocante, Azzedine se mete en la piel de Polo, un chico de 14 años que crece en una familia a la que no admira nada, la verdad, con una madre paralítica y que solo ve la tele, y un padre que limpia oficinas por la noche. Polo lee y eso le hace diferente. A lo largo de la novela, intenta ser miembro de una comunidad (judía, árabe...), la que sea, pero sin éxito, mientras nos acerca a un mundo de emigrantes en donde sus problemas son llevados con humor. Su retrato social es soez pero divertido, violento pero tierno.



Con todo, el destino que espera a los personajes es agrio. Porque es agria una realidad en la que nos demuestra que no hay integración posible. Por eso nada podrá cambiar el destino de Polo: aunque acaba en una comunidad, como quería, es la de la clase media, en donde toda su vida tendrá que obedecer al sistema, que sólo por nacer donde ha nacido, ya le ha cortado las alas.