Hans Fallada en su despacho, en 1935

Trad. de Christian Martí-Menzel. Seix Barral, 2012. 352/374 páginas, 19'50 euros c/u. Ebook: 13'29 e. c/u

La vida de Hans Fallada (pseudónimo de Rudolf Ditzen) se alió con el infortunio desde muy temprano. Nacido en 1893 en Greifswald, intentó suicidarse por primera vez a los dieciséis años, acompañado de un amigo. Su gesto -que evoca la muerte de Kleist y su amante a orillas del lago Wansee- sólo es el punto de partida de una existencia caracterizada por la inestabilidad neurótica, la infracción de la ley, el alcoholismo y la adicción a la morfina. Cuando debuta como autor en 1920 con El joven Goedeschal, ya ha pasado por un sanatorio mental y se ha sometido a varias curas de desintoxicación. Poco después, comenzará a trabajar como contable, pero un delito de malversación le llevará a la cárcel con una condena de casi tres años.



Casado y padre de cinco hijos, su carrera literaria conocerá el éxito y la polémica. Pequeño hombre, ¿y ahora qué? (1932) será adaptada al cine por Franz Borzage, y Lobo entre lobos(1934) despertará el interés de Joseph Goebbles, que apoyará la realización de una versión cinematográfica con Emil Jannings de protagonista. Sin embargo, el proyecto no prosperará. Atacado por la prensa nacionalsocialista, Fallada no cesa de beber y acumular deudas. Durante una discusión con su esposa, esgrime una pistola y dispara. Nadie resulta herido, pero el fiscal envía al escritor a un psiquiátrico situado en las afueras de Berlín. Ente sus muros, escribe de forma clandestina El bebedor y unos diarios que reflejan la degradación moral de un país identificado con la política genocida de Hitler. Al finalizar la guerra, las autoridades soviéticas le nombran alcalde de Feldberg, pero una feroz depresión le aparta del cargo. Es ingresado de nuevo en un sanatorio mental, donde escribe sus últimas novelas: La pesadilla y Sólo en Berlín. En 1947 una sobredosis de morfina acaba con su vida.



El bebedor es un relato parcialmente autobiográfico que recrea la espiral autodestructiva del alcoholismo. Erwin Sommer es un próspero comerciante que perderá familia y posición social por culpa de la bebida. La inseguridad y la falta de autoestima serán el origen de una adicción tardía. Pese a la repugnancia que le inspira el sabor de cualquier bebida alcohólica, Sommer comienza a emborracharse a los 41 años para experimentar un paraíso efímero, donde la euforia liquida los problemas y vacilaciones. No tarda en descubrir que la ebriedad es una forma de no ser, que anula temporalmente el sentido ético y el lastre de la responsabilidad. Amenazar de muerte a su mujer le conducirá sucesivamente a la cárcel y al manicomio. Con una notable y sobrecogedora clarividencia, Fallada recrea el tormento psicológico del alcohólico y la esencia represiva de unas instituciones cuya rutina se asemeja al engranaje de los campos de exterminio, donde el individuo desaparece bajo "unos grandes poderes" sin compasión ni humanidad. En mi país desconocido redunda en esa perspectiva. Elaborados con una caligrafía minúscula y una cripto- grafía de invención propia, estos diarios reflejan el proceso de deshumanización propiciado por los nazis, que aniquilan minuciosamente cualquier noción de libertad, solidaridad o equidad. El asalto al poder de los camisas pardas es un ataque contra la herencia ilustrada y las raíces judeocristianas. Fallada no es un activista político, sino un escritor alemán que ama a su nación y que lucha contra un previsible futuro donde se juzgará a su país por los crímenes del Tercer Reich, olvidando los logros de una cultura que ha alumbrando el Fausto de Goethe, las sinfonías de Beethoven y la filosofía de Kant. De hecho, Fallada combatirá su encierro recitando versos de Hofmannsthal y evocando el poder del arte para preservar la dignidad humana y redimirnos de nuestras pasiones más oscuras.



Fallada se declara "filosemita", pero a veces incurre en estereotipos antisemitas. Su relativo apoliticismo no le empuja hacia el terreno de la neutralidad, sino hacia una rotunda beligerancia contra la barbarie nazi. Aclamado por Thomas Mann, Hermann Hesse y Graham Greene, aún se discute si optar por el "exilio interior" no constituyó una forma de deserción de un compromiso más firme y sincero. Fallada no pretende ser simpático ni ejemplar. De hecho, relata sus miserias con una absoluta falta de pudor e inhibición. Su tono confesional se inscribe en la línea de los grandes memorialistas (Rousseau, Pavese, Gide), que no pretenden moralizar, sino testimoniar el fracaso del hombre en su anhelo de hallar la felicidad. Dos libros esenciales que nos recuerdan la necesidad de conservar el proyecto de una Europa tolerante, abierta y democrática.