Niccolò Ammaniti. Foto: Einaudi

Traducción de Juan Manuel Salmerón. Anagrama, 2012. 136 pp., 14'90 euros

Niccolò Ammaniti vuelve al convulso mundo de la adolescencia con una novela que funciona como un disparo

Qué narrador estupendo es Niccolò Ammaniti (Roma, 1966). Sin pedantería ni solemnidad, con vocación popular pero también sin complacencia, sus novelas funcionan como un disparo preciso: son veloces y dan en el blanco. A veces propone relatos desnudos, construidos con aparente sencillez; otras veces, como en el pasote bufo Que empiece la fiesta, no tiene reparos en desatarse para ofrecer un festival kitsch que incorpora las dosis justas de fealdad, petardeo, exceso y mala leche. Y muchas risas. ¿Cómo, si no, mirar a la cara la Italia de Berlusconi? Y una última cosa: si No tengo miedo no es una obra maestra, por ahí anda.



A la espera de publicar su novela más reciente, Il momento è delicato, Anagrama ha rescatado la penúltima, Tú y yo. Este breve libro nos cuenta una anécdota en la vida del adolescente Lorenzo, un chico poco sociable que ha engañado a sus padres haciéndoles creer que unos amigos del instituto lo han invitado a pasar la semana blanca esquiando. Lo cierto es que Lorenzo no tiene amigos, y su plan consiste en pasar las vacaciones oculto en el sótano de casa, rodeado de comida calórica, libros de Stephen King y una Play Station. Entonces, por zar, irrumpe en la narración su casi desconocida hermanastra, Olivia, una veinteañera muy guapa que ahora, buscando refugio en el sótano de Lorenzo, parece demasiado delgada y demasiado enferma.



Tú y yo es apenas un fragmento desprendido de vida. Un fragmento, sí, pero no un esbozo: todo en este libro está calculado, moldeado, para transmitir una absoluta sensación de plenitud. Ya he dicho que Ammaniti es un gran narrador, y aquí encontrarán ustedes pruebas excelentes: observen su acierto al cargar de sentido cualquier gesto mínimo (la madre mirándose en el espejo y alisándose la falda; la pierna destapada de una anciana, "negra y azul y seca"); la gracia del abundante diálogo, dando ritmo a la narración con una verosimilitud que es difícil pero parece fácil; o la intensidad de escenas como la del golpe que el BMW de la madre recibe de un Smart conducido por el típico conductor de ciudad, colérico y depredador.



Ese momento define muy bien el talento de Ammaniti, que localiza el terror en una situación casi costumbrista. ¿Seguro que Lorenzo es el "raro"?



A Ammaniti le gusta retratar la adolescencia. El Pietro de Te llevaré conmigo, el Cristiano de Como dios manda o el Michele de No tengo miedo -con su reflejo Filippo- son variantes, más o menos cercanas, del protagonista de Tú y yo, que en todo caso tiene características propias: pertenecer a la clase acomodada romana, por ejemplo, aunque eso no sirva para definir al personaje sino más bien para depurar intenciones sociológicas. Como esos libros mencionados, esta novelita incide en la crueldad del mundo infantil y juvenil, que funciona como un "sistema de castas" (Te llevaré conmigo) insalvable. Ammaniti, ya lo dije antes, sabe ser crudo, y en él esa crudeza funciona como una forma de honestidad.



Tú y yo propone un baile entre dos personajes. Lorenzo no es exactamente un rebelde, a menos que dar la espalda y emboscarse sea un acto de rebeldía. Que bien pudiera ser. Inteligente, de una sensibilidad dolorosa, este chico de catorce años quiere a su familia, desconfía del mundo, y juega demasiado con la verdad y la mentira, aunque en su forma de mentir late una paradójica nobleza. Lorenzo habita en una farsa que, como siempre pasa, va devorando terreno a la realidad; y bajo la farsa se ocultan verdades que no le apetece saber, como su necesidad de amor, de amistad. Su necesidad del otro. Por eso la irrupción de Olivia, con su descaro y sus grandes tetas, con su aspecto de que "la hubiera masticado y escupido un monstruo al que le hubiese sabido amarga", con sus síntomas de padecer la malaria, "como Caravaggio", aunque esa extraña malaria le deja moratones sospechosos en el brazo… Su irrupción, digo, hará que el protagonista pueda, al fin, matar al monstruo, en el videojuego Soul Reaver como en la vida (bueno, en esta, tal vez, sólo logra pasar una pantalla). En cuanto a Olivia, la belleza de su personaje me interesa menos: a ratos resulta impostada porque tiene algo de arquetipo o de pieza narrativa puesta en juego por Ammaniti. Con todo, a ella le dedica algunas de las frases más memorables, y el autor maneja con delicadeza sus silencios y zonas de sombra. Acaba seduciéndote, claro. El final de Tú y yo es previsible y efectista, y sin embargo conmueve; a eso se le llama talento (a la italiana).