Sexto Piso, 2012. 283 páginas, 17'90 euros

El cuadro más visitado del Instituto de Arte de Chicago es American Gothic de G. Wood, una pintura que debe su título al estilo arquitectónico de la casa donde vive la pareja de campesinos retratada en el cuadro. Los Estados Unidos están plagados de este tipo de construcciones que transmiten una cierta sensación de poderío y que resultan visual y estéticamente agradables. Sin embargo, no parece ser esa la apreciación de William Gaddis (NY, 1922-1998), quien pone en boca de uno de sus personajes refiriéndose al estilo: "Un mosaico de vanidades, ideas robadas, engaños, el interior de una mezcolanza de buenas intenciones con un ridículo último esfuerzo ante algo que vale la pena hacer incluso a tan pequeña escala, porque se ha mantenido ahí, ¿verdad?..." (p. 246).



Quien así se expresa es McCandless, propietario de la casa de estilo gótico que ha alquilado una joven pareja, Paul y Elizabeth (Liz) Booth. Liz tiene un hermano, Billy, que intenta aprovecharse de la fortuna que les ha dejado su padre y que ahopra administra Adolph. Paul, veterano de Vietnam, trabaja de relaciones públicas para el Reverendo Udo, quien tuvo la desgracia de ahogar a un niño cuando lo bautizaba. Paul pretende reencauzar el suceso y convertirlo en una suerte de milagro con repercusiones mundiales.



Indudablemente Gaddis no es un autor fácil de leer; incluso Jonathan Franzen le dedicó un interesante ensayo titulado "El Sr. Difícil". No en vano nos encontramos ante el autor que lleva las premisas narrativas posmodernas hasta sus últimas consecuencias -se ha llegado a especular si no será Gaddis el verdadero Thomas Pynchon- fulminando y cuestionando premisas de índole moral y narrativa. Gótico carpintero tal vez sea su novela de lectura más fácil; sin embargo, la trasmisión de información mediante los diálogos de los personajes, con mínimas interferencias del narrador, y sin especificaciones de quién habla, obliga al lector no solo a una atentísima lectura, sino a participar activamente en la construcción de la novela. Además los sonidos cotidianos -radio, teléfono, televisión…- también forman parte del entramado dialogal, entrópico, que llega a constituirse en la esencia misma de la narración.



Resulta especialmente encomiable su particular manera de satirizar la sociedad actual que no es sino el "mosaico de vanidades y engaños" referidos en la primera cita. Incluso los personajes que parecen tener más clara su posición en el mundo y los engranajes sociales -y me estoy refiriendo a McCandless- llegan a convertirse en marionetas de ellos mismos. Tal vez sea ese el condimento que produce ese regusto de desesperanza que siempre queda tras leer a Gaddis.