Rafael Reig

Premio Tusquets de novela. Tusquets, 2011. 376 pp, 20 e.



Un prolongado paréntesis narrativo tras la última novela de Rafael Reig (Cangas de Onís, Asturias, 1963), rellenado sin embargo por el original Manual de literatura para caníbales (2006), parece haber servido para la preparación de esta novela, acaso la más ambiciosa y compleja del autor, que pone en práctica, acentuándola, su ya probada capacidad para la sátira y el sarcasmo, próximo en muchos momentos al territorio del esperpento y de la parodia.



Para atrapar la atención del lector, la narración comienza con la misteriosa muerte, en el mismo día de su boda, de Laura Gamazo, hija de un prohombre de los negocios, el cual encarga la investigación del suceso a varios detectives. Este motivo de la historia quedará pronto relegado para dar paso a otros, pero el aroma del género negro -claro que con toques paródicos- reaparece de vez en cuando, como en la larga escena entre el detective Clot -que ya figuraba entre los personajes de Sangre a borbotones (2002)- frente a Lou Seltz y sus matones (pp. 318-322), que parece un homenaje a Raymond Chandler y que más tarde conducirá a un grotesco encuentro amoroso entre los antagonistas. El asunto de la muerte de Laura es tan sólo el pretexto para reconstruir la historia familiar de los Gamazo desde antes de la guerra civil hasta lo que el narrador llama "la Inmaculada Transición". Uno de los narradores, habría que precisar, porque el relato cambia de puntos de vista para ofrecer ángulos diferentes de esa compleja realidad que es la evolución de la sociedad española encerrada en la gran urbe de Madrid y contemplada con una mirada fluvial, ya ensayada también en Sangre a borbotones: "Se halla dividida por una espina dorsal, el Canal Castellana, ese oscuro río que fue un bulevar ruidoso: bajo el agua aún se agitan, como esqueletos de manos cubiertas de liquen, mordidas por los peces, las ramas de las acacias, de los plátanos y de algún que otro castaño que ya estará colonizado por corales y espinas" (p. 21). En esta sostenida metáfora, el canal tiene su "rive droite", que es "asiento de la burguesía y el dinero [...] casi siempre obtenido por medios delictivos", y la "rive gauche", que es "un amasijo grasiento de populacho y clase media, salpicado de intermitencias de bohemia artística". Y cuenta con lugares significativos, como el malecón del Prado, Puerto Atocha o la isla de Cibeles.



Metaforizaciones de esta naturaleza producen algunas páginas memorables, como en la magistral narración de un cáncer que invade el cuerpo de doña Carlota de igual modo que las tropas de Franco invadieron poco a poco la Península (pp. 203-205), desde que se produce el "Alzamiento celular que se había sublevado en el páncreas africano" hasta que la paciente muere envuelta en sangre y se comprueba que "en el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas tumorales sus últimos objetivos militares". En otros momentos es el fútbol y sus jugadas lo que se utiliza para hablar de movimientos políticos. Y también hay algunos personajes, como Clot y Rosario, diseñados con hondura e indudable destreza, hasta el punto de que la historia de ambos podría ser ya otra novela.



Todo esto ratifica que Reig es un escritor imaginativo y brillantísimo, capaz de ofrecer ángulos nuevos e inesperados de lo consabido, aunque en su reconstrucción de medio siglo de historia española -subrayada, como hizo Dos Passos y han reiterado luego muchos autores, con la inserción de noticias y textos periodísticos de la época- haya desequilibrios notorios entre la claridad con que evoca las maniobras del GRAPO, por ejemplo, y el carácter elusivo -que para muchos será confuso- del enfrentamiento entre los "bucalistas" y los "gnósticos". La historia de los envases de hostias consagradas es un buen hallazgo de grand guignol, pero queda un tanto desaprovechada en medio de escenas que no siempre parecen estar ordenadas adecuadamente en la misma dirección. Se atiende a varios frentes, pero de modo desigual. Este aspecto constructivo, con sus continuos saltos de eje, está algunos codos por debajo de la calidad de la prosa, impecable, en general, aunque con alguna caída en la trivialidad ("el día a día", p. 46), algún anacronismo ("ya te vale" [p. 172] no es giro existente en los años 40), algún craso error (el pacto de Cánovas no puede "hacer aguas" [p. 79], así, en plural) y algún pecado mortal ("no se dignaba a mantener contactos", p. 217) que requiere urgente confesión.

Palabra de autor

- ¿Qué le debe este libro a Sangre a borbotones?

- El impulso para ir más allá de la esté-tica y el humor ácido; yo he escrito esta novela para desbordar aquélla, para ir, no sé si más lejos, pero sí a un sitio distinto, desde el que se ven más cosas.

- ¿Y a Raymond Chandler?

-Charlie Clot, todo. Yo, la afición incurable al ajedrez (sobre todo Capablanca) y al whisky (Cutty Sark); en lo literario, el enfoque hacia los conflictos de clase, la debilidad para caer en la tentación de la frase brillante y un cierto, no realismo, sino lirismo socialista, una forma de materialismo histórico sentimental.