Roberto Cárdenas

Bartleby. Madrid, 2010. 144 páginas, 13 euros



Jorge Urrutia (1945, Madrid) es poeta de reconocida trayectoria, autor de varios libros de poesía, desde El grado fiero de la escritura (1997) hasta El mar o la impostura (2004), además de su acreditado trabajo como teórico y crítico literario. Hasta ahora su cultivo de la prosa de creación se limitaba a La travesía (1967), que el yo narrador de esta segunda incursión prosística recuerda en el fragmento dedicado a los "Motivos de la escritura"(p. 83).



De una edad tal vez nunca vivida es un libro singular que parte de la actual superación de géneros literarios en favor del mestizaje y la hibridación formal en busca de un texto proteico por multigenérico. Su narrador y protagonista lo presenta como unas memorias, "estas memorias", "mis memorias" (pág. 115), por la rememoración de su pasado en relación con otros personajes muy cercanos, sobre todo con los de su familia. Mas, con ser esto así, hay también una figuración narrativa del yo muy cercana a la aubiografía pero que no siempre se somete al pacto autobiográfico que lo obliga a la verdad, sino que se complace en recrear su pasado con la subjetividad del poeta entreverada de sus imaginaciones y ensueños. En suma, estamos ante una especie genuina de autoficción mixta, con recreación memorial de lo vivido y lo soñado, empeñada en "contar una historia fragmentaria que el lector una luego con el pegamento de sus propios recuerdos y la amalgama de sus fantasías" (p. 115). Por ello me parece tan pertinente recordar aquí aquellas palabras en las que Lobo Antunes proclama que la literatura no es más que memoria fermentada por la imaginación.



El eje vertebrador de esta subjetiva recreación memorial está constituido por los recuerdos del yo narrador y protagonista durante su infancia en la posguerra española. Muchos rasgos del yo narrador coinciden con los del autor: se llama Jorge (p. 56), es hijo del poeta Leopoldo de Luis (su apellido era Urrutia y había hecho la guerra con el ejército republicano) y exhibe su condición de escritor. El libro está compuesto en breves secuencias que podemos agrupar en tres partes. La primera se centra en el recuerdo de la peripecia del padre, represaliado en la posguerra. En la segunda, más amplia, que constituye el cuerpo central del libro, se suceden múltiples textos fragmentarios y de diferente naturaleza, con recuerdos y reflexiones acerca de la infancia en la posguerra (situaciones familiares, celebraciones navideñas, etc.), narraciones y leyendas, descubrimiento de la lectura, de la poesía y del amor, búsqueda de un estilo propio en la escritura, entre otras cuestiones de índole literaria y existencial. En todo ello se imponen dos apreciaciones de conjunto. Una es la admirable figura del padre, a quien este hermoso libro rinde un sentido homenaje: "Mi padre fue una mano que busco en cada aurora". Y la otra característica está en el aliento poético, la vena lírica que impregna tantas páginas de prosa poética, con abundancia generosa de versos de creación propia y con citas de otros de poetas admirados.



La tercera parte, más breve, está formada por tres textos a modo de epílogo en donde el yo narrador reflexiona sobre la soledad y la muerte, para terminar refugiándose en el poder salvador de la literatura y, al cabo, en un canto a la vida, pues "quedan los lugares, la amistad y el recuerdo. Porque la vida hizo en mí su nido" (pág. 137).