Image: El rabo del diablo

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Novela

El rabo del diablo

Francisco Galván

10 octubre, 2002 02:00

Francisco Galván. Foto: Mercedes Rodríguez

Premio Diablo Cojuelo. Algaida, 2002. 277 páginas, 18 euros

Francisco Galván (Madrid, 1958), periodista de la agencia Efe, cuenta en su haber con dos novelas publicadas: Las esmeraldas de Cortés (2000) y El rabo del diablo, con la cual resultó ganador del III Premio de Novela Picaresca Diablo Cojuelo.

En ella se cuenta una historia divertida que consiste en el pacto entre un periodista y escritor inédito con ganas de triunfar en la literatura y un demonio con poderes para encumbrarlo al éxito en el mundillo cultural a cambio de que aquel le entregue a su novia para una noche de placer. El cumplimiento del pacto por ambas partes funciona como eje principal para enhebrar una serie de episodios regocijantes y también como trampolín para infundir en su desarrollo una crítica del panorama cultural español de nuestros días. La naturaleza diabólica de uno de los firmantes facilita muchas licencias en cuanto a la verosimilitud de la narración. Y así se suceden diversas situaciones destacadas por su evolución sorprendente y por el ingenio con que están pergeñadas en su disposición y en su crítica social, política, moral y religiosa con buenas dosis de comicidad y humor. Pero, por esta misma condición demoníaca, el desenlace de la novela no alcanza la verosimilitud necesaria, pues no parece creíble que, por muy menor que sea este diablo, pueda ser engañado en su cobro establecido.

La novela se lee bien por el interés que despiertan algunas de sus invenciones. En unos casos se refieren al contenido como, por ejemplo, las trampas y manipulaciones del sistema literario o la malévola explicación del origen del mundo en una naturaleza perfecta. En otros el ingenio se plasma en aspectos formales como la suspensión derivada de quiebros inesperados, humorísticas rupturas de la lógica y abundantes juegos de palabras. Este componente lúdico se descubre también en los nombres de los personajes. Así el escritor se llama Mariano, su novia Marina y el diablo Arimán, que contiene las mismas letras que el nombre de la novia y ambos son muy parecidos al de Mariano. Otro aspecto que conviene resaltar se centra en el juego entre realidad y ficción. Pues el narrador y protagonista cuenta su historia de escritor de éxito como algo verdadero. En cambio sus interlocutores de la corporación municipal, que lo reclaman para presidir un premio literario, la reciben como argumentos de novela. Ambos tiempos (presente narrativo y pasado de la historia) y por tanto ambos niveles se confunden y adquieren mayor ilusión de realidad con la aparición de algún personaje del pasado en el momento de la reunión presente. Pero aun contando con estos valores, no podemos hablar de buena novela. Porque hay fallos de importancia, como la ya citada inverosimilitud en el desenlace o la imposibilidad de que en sólo tres horas (pp. 269 y 271) el escritor solicitado haya podido contar "la historia de mi vida" literaria, que es esta novela cuya lectura requiere más tiempo. Y también resulta superfluo preguntar el nombre del transexual (p. 120) que ya se había presentado como Kim (p. 116).