Novela

Ciudadano Sade

Gonzalo Suárez

21 febrero, 1999 01:00

Areté. Madrid, 1999. 373 páginas, 2.950 pesetas

Ni la levedad intelectual, ni el rigor histórico nos importan ante esta novela. Lo que hace de esta obra un texto excelente es la fusión entre el horizonte narrativo de la literatura y el del cine

Gonzalo Suárez hace honor al comprometido rubro de la colección Areté‚ en la que publica esta nueva novela que desde su propio título avisa de lo que cabría esperar de su autor: otro ejercicio excelente de simbiosis entre cine y literatura. El juego paronomásico que nos recuerda el filme de Orson Welles adelanta aquí lo que este relato contiene: una biografía noveladay parcial de Donatien-Aldonce-François, marqués de Sade, libertino y despótico, a quien los avatares de la Historia convirtieron en ciudadano liberado y luego proscrito por la Revolución.
Biografía parcial, porque comienza in medias res, cuando el escándalo provocado por el marqués veinteañero con la artesana Jeanne Testard a la que hizo partícipe de sevicias y blasfemias. A partir de este momento, y hasta la muerte del protagonista en el manicomio de Charenton en 1814, la vida del marqués de Sade se nos presenta, entre Luis XV y Luis XVIII, como una cadena de peripecias desenfrenadas -"sodomía, envenenamiento, adulterio,fuga e incesto", en la página 129- y de largas estancias en prisión, tanto en el donjon de Vincennes y en La Bastilla antes de 1789, como, después de la revolución, en la antigua leprosería de Saint-Lazare, antesala de la guillotina que le espera, y en el manicomio de Charenton, donde representará su teatro hasta que el propio Napoleón se lo impida. Biografía novelada porque su autor así lo quiere y proclama en su nota preliminar, lo que no significa que no deje de proyectar su visión del divino Marqués sobre una pantalla bien documentada, gracias a una bibliografía no exhaustiva que se referencia al final del libro, con tan significativas ausencias como los libros de B. Didier Sade, une écriture du désir o el Sade mon prochain de Pierre Klossowski.
Porque el novelista no ha querido intelectualizar a su personaje, pese a que no ignore la relación evidente entre escritura y libertad, que aquí vale tanto para contraponer la creación literaria de Sade a su apartamiento de la sociedad como para proclamar su sistemática transgresión de todos los códigos y tabúes morales o sociales. Gonzalo Suárez ha preferido aprovechar la faceta más cinematográfica, por así decirlo, del marqués: la aventurera. Incluso recurre para ello a otro personaje que le permite enhebrar los episodios. Se trata de un "policía de costumbres" de Luis XV que luego servirá, sobreviviéndose sin solu- ción de continuidad, a Luis XVI, a Robespierre y al Emperador. Este Louis Marais, figura histórica, sigue obsesivamente toda la trayectoria del libertino, y mantiene además una relación de dependencia amorosa con la temible Madame de Montreuil. A Marais es a quien se le atribuye novelescamente, en el episodio de la toma de La Bastilla, el robo del manuscrito de las Cent Vingt Journées de Sodome que permanecerían inéditas hasta 1904 y con su aparición alimentarán las admiraciones hacia Sade de poetas como Breton o Eluard, intelectuales como Blanchot o Barthes y cineastas de la talla de un Buñuel o un Pasolini. Marais aparentemente es poco más que un esquema, lo que Henry James denominaba un personaje "ficelle", pero en algún momento, cuando por ejemplo Sade está a punto de ser guillotinado, su presencia remeda un"deus ex machina" y, en todo caso, nos deja el regusto de una presencia discreta y necesaria a la vez, de la que nos hubiera gustado saber más. Como también de tres personajes femeninos,además de la Montreuil: sus dos hijas Renée-Pélagie y Anne de Launay, respectivamente esposa y amante de Sade, y su última compañera, la actriz Marie-Constance Renelle de Quesnet.
Pero ni estos esquematismos, ni la levedad intelectual, ni el mayor o menor rigor histórico nos importan ante este Ciudadano Sade. Lo que genuinamente hace de esta obra un texto excelente es la fusión entre el horizonte narrativo de la literatura y el del cine. Cuando lo leemos visualizamos el relato, tanto como el ver, por caso, Remando al viento, nos produce la profunda impresión de una lectura. La clave está en la palabra que acabo de utilizar: bien es sabido que los grandes directores que hicieron del cine el séptimo arte, desde Griffith y Eisenstein, estaban aplicando a la pantalla técnicas de narración tomadas directamente de la literatura del XIX, pero que muy pronto se produce la inversión que, entre nosotros, Valle-inclán supo percibir como nadie, cuando la novela y el teatro redescubren sus posibilidades narrativas gracias al cine. Se ha llegado a hablar, a este respecto, de un nuevo género literario que en la Francia de los setenta se díó en denominar "ciné-roman". Gonzalo Suárez, sin necesidad de ponerle otros apellidos, representa también esta posibilidad de modo cabal y Ciudadano Sade es, a este respecto, una obra lograda. Es literatura en el sentido pleno de la palabra, pero la omnipresencia de un narrador demiurgo convive en ella con un discurso de agilidad suma, gracias a un diálogo palpitante, a un montaje de secuencias que nunca pierde su ritmo, y a páginas de narración donde cada párrafo equivale a un plano visual.