Miguel Ángel Aguilar. Foto: Estela de Castro

Planeta. Barcelona, 2018. 414 páginas. 20,50 €. Ebook: 11,39 €

En esta atrevida autobiografía de Miguel Ángel Aguilar (Madrid, 1943) contemplamos a un periodista con el don de la oportunidad para estar donde hay que estar, hacer "observación participante", absorber toda la información necesaria y procesarla con rigor. Un rigor que ha hecho de él uno de los mejores representantes de la prensa española. Ya en el prólogo lanza un dardo envenenado. Recoge una declaración de Indro Montanelli al recibir el premio Príncipe de Asturias según la cual "debía desconfiarse de los periodistas que se hubieran enriquecido". Los recados, a veces irónicos, en ocasiones directos, no escasean.



En silla de pista está estructurado en quince capítulos que muestran, como diría Max Weber, que una biografía puede encarnar la sociedad que le ha tocado vivir. De entrada, el lector contempla una familia de clase media acomodada. Un padre cirujano que al estallar "el alzamiento del 18 de julio del 36" huye a Francia, para volver a entrar a España por San Sebastián. Porque teme por su vida, como Marañón, Ortega y Gasset y tantos otros. Madre dedicada a sus labores, once hermanos, colegio religioso, represión sexual y bachillerato de ciencias. En preuniversitario entra en contacto con el Opus Dei. Le gusta el ambiente culto y desprendido. Allí encuentra gente interesante con la que va creciendo. En 1965 acaba la licenciatura en Ciencias Físicas en la Universidad Complutense, se matricula en los cursos de doctorado pero su vida da un giro brusco. Decide estudiar Periodismo en la Escuela Oficial y poco después, en 1966, entra en la redacción de un periódico teñido por el Opus Dei. Madrid era un espacio joven, aperturista y moderno. En esa atmósfera el inquieto Aguilar se las arregla para estar en la primera fila de los acontecimientos que van jalonando el tardofranquismo. En 1971, el Regimén no aguanta más el gota a gota opositor del Madrid y acaba por cerrarlo.



Casarse, y no divorciarse, con una periodista apreciada y con mando en plaza como Juby Bustamante (1938-2014) es un acierto que contrapesó el frenético ritmo de un periodista que está en todas partes. Así, entre otros trabajos, fue corresponsal de Cambio 16 en Bruselas; director de Diario 16; columnista y corresponsal político de El País entre 1994 y 2015; director de la agencia EFE; columnista de La Vanguardia y El Siglo; presidente de la Fundación Carlos de Amberes; editor del semanal Ahora (2015-2016).



De todo ello da cuenta la autobiografía de una de las mejores moscas cojoneras del periodismo español cuyo alcance no cabe en estas líneas. Prueba de ello es el índice onomástico, con 960 personas citadas y dos páginas de agradecimientos. Lectura tan amena como documentada.