José Antonio Marina. Foto: Archivo

Ariel. Madrid, 2016. 311 páginas, 21'90E

Parece haberse impuesto con cierto carácter perdurable lo que surgió con aire de moda pasajera: el presentar a la filosofía como si viniera de una especie de cura de adelgazamiento, para mostrarla ante el gran público más ligera y dinámica, menos densa y doctoral. Proliferan así las filosofías mínimas, inacabadas, los prontuarios de orientación existencial y las guías básicas para las perplejidades diversas que envuelven nuestro mundo.



Naturalmente, en este campo hay diferencias, no sólo de matiz, sino a menudo sustantivas, y junto a productos de usar y tirar hay obras bien tramadas, ocurrentes, que saben transmitir cosas de interés en fórmulas sencillas. El filósofo, ensayista y pedagogo José Antonio Marina (Toledo, 1939) suele frecuentar este territorio fronterizo entre el ensayismo y la divulgación filosófica, en el que goza de amplio reconocimiento.



Tras una etapa en la que su actividad se ha centrado preferentemente en proyectos de innovación pedagógica, Marina retoma en este libro el tema estrella de su bibliografía: la inteligencia humana y su capacidad para responder a los retos de la realidad reinventándola, a base de descubrir en ella nuevas posibilidades. Como ha explicado en otras ocasiones, con ello, a su vez, la inteligencia humana se reinventa a sí misma, se despega del destino animal de tener que adaptarse a la realidad tal cual es y se configura como una fabuladora impenitente que genera "irrealidades", ficciones útiles que modifican tanto esa realidad como nuestra manera de afrontarla. Es el mecanismo del llamado "bucle prodigioso".



La tarea de la filosofía consiste, pues, en estudiar las distintas formas en que la inteligencia ingenia esas ficciones, mundos personales y creaciones culturales. Para ello, Marina se ha ayudado siempre de las aportaciones científicas de otros campos del saber, como la psicología o la neurobiología, revisando sus excesos naturalistas. Luego, tras sentar las bases de una teoría de la inteligencia, ha explorado su aplicación específica en ámbitos como los del arte, la ética, la religión o la política.

Así, sin ser sistemática al modo de los grandes constructos especulativos, la suya es una obra dotada de consistencia interna, que permite una visión integradora. Aquí busca de nuevo ofrecer una síntesis accesible, haciendo un jugoso recorrido panorámico por el fértil mundo de la invención humana, que se inicia en el momento en que nuestros antepasados aprendieron a convertir el estímulo en signo, examina cómo nuestra inteligencia ejecutiva se desarrolla controlando los impulsos, destaca el lenguaje como máxima herramienta de dotación de sentido, se detiene en esa "explosión simbólica" que fue la invención del dinero, de la economía pasa al arte, a las ficciones sociales y políticas, y concluye revindicando el nuevo "gancho transcendental" hallado por nuestra inteligencia creadora para sobreponerse al escepticismo generado por el fracaso de los grandes idearios del siglo XX: esa ficción constituyente y salvadora que sería la afirmación de la dignidad intrínseca de las personas, verdadero puntal de la convivencia.



Para abarcar tan extenso panorama, Marina utiliza un procedimiento singular, que es el que da título a su Tratado: consiste en acceder a las grandes cuestiones centrando la atención en casos y cosas pequeñas, como vistas con el zoom de una lente que las acerca y permite ver con nitidez. Va así componiendo el texto con un discurso al que se adhieren, como pegatinas teóricas, diferentes "zooms" sobre los asuntos más variopintos a partir de fragmentos de otros libros suyos, legibles de modo independiente pero a la vez enhebrados en el conjunto.



A simple vista se diría que, con este procedimiento, pese a criticar las deficiencias de una cultura reducida a producción de objetos de consumo rápido, plegada a las exigencias de simplificación de contenido y formas atractivas, pero insustanciales, el autor ha diseñado una obra que responde precisamente a esos requisitos. Es un modo de verlo. Tengo para mí, sin embargo, que Marina, sabedor de que el pensamiento que busca amplia repercusión juega en casa del adversario, ha asumido ingeniosamente estos recursos de actualidad para hacerlos trabajar en provecho propio.