Jacobo Muñoz. Foto: Jaciel Flores

Biblioteca Nueva. Madrid, 2015. 152 páginas, 18€

Se ha escrito mucho sobre cómo la crisis política e histórica del pensamiento marxista español a partir de los setenta, el llamado, digamos para simplificar, desencanto, generó o, en todo caso, acentuó algunos rasgos novedosos en sus principales protagonistas intelectuales. Llevó, por ejemplo, al ocaso del interés por la figura del "héroe". Una despedida que, en la obra de Manuel Sacristán, el gran faro de esta importante corriente, mostró un intenso giro hacia la modestia, el anonimato y la mirada atrás a los perdedores de la historia. En Jacobo Muñoz (Valencia, 1942), por diversas razones biográficas y por su mayor permeabilidad intelectual, el recorrido tenía que ser otro.



El tema de la descomposición de la personalidad clásica, ese corazón del humanismo, que ahora se veía ligado a la necesidad de revisar y metamorfosear la herencia marxista, le conducía a explorar otras temáticas, visitar otras encrucijadas, atender a otros autores. Otros laberintos, en definitiva, que sirvieran para comprender cómo se había llegado hasta allí.



En la orientación filosófica de Muñoz, más versátil que en otros miembros de su generación, y más escéptica respecto a cierto academicismo de la "cultura superior", expresión muchas veces entrecomillada con tono irónico, va a desempeñar un papel más fundamental otro tema: el ajuste de cuentas "psicológico", en terminología nietzscheana, con el nihilismo. De ahí su recurrente viaje a lo que el viejo Lukács llamaba el "Hotel Abismo". La insistente atención de Muñoz desde entonces a autores "decadentes" como Schopenhauer, Leopardi, Nietzsche, Kafka, Beckett, Gide, Mann, Musil o el último Horkheimer le lleva a explorar otra modulación trágica de lo ocurrido, pero ya no desde cierto contacto heterodoxo con los valores utópicos de la religión, como hicieron otros compañeros de viaje, sino desde una honrada acentuación de la reflexión cultural y la crítica ideológica.



De ahí que no podamos más que celebrar la aparición de El ocaso de la mirada burguesa, probablemente el libro más personal de Muñoz. Entre otras razones, por terminar de perfilar los contornos de ese paisaje tras la batalla al que ha dedicado tanto tiempo con lucidez y sobriedad. Sabrosas y delicadas páginas estas, susceptibles de paladearse lentamente, donde los cronistas de la desintegración de la experiencia contemporánea son visitados como "avisadores del fuego", pero también como figuras que han ido "tomando cuerpo en la última fase de un proceso histórico vivido como matriz de una tradición que no podemos menos de asumir y de una herencia que, a la vez, no podemos ya heredar sin más".



Bajo este hilo rojo, el camino que describe Muñoz del olímpico Goethe, que tanta perplejidad causara en Ortega -uno de los capítulos más brillantes-, al menguante y anonadado Beckett aparece también, a la inversa, como un balance de la desertización de nuestro mundo, de sus irresolubles contradicciones. Estas minoritarias, pero intempestivas fugas muestran la definitiva separación entre el arte y el movimiento de la historia, pero también, afortunadamente, el fracaso de la homogeneización y la estandarización total de la experiencia. De ahí la central atención de Muñoz a un autor como Mann, un interés que no se entiende al margen de esta preocupación por reconstruir el proceso de decadencia de la burguesía patricia y el ascenso de esa pequeña burguesía que, bajo la derrota de las expectativas depositada en el sujeto revolucionario, empieza a convertirse en otra clase universal.



Abrir huecos para ensayar y experimentar. Describe Muñoz en un momento del libro la silenciosa composición de John Cage 4' 33'', donde el "oyente de ese silencio musical nunca dejaba de prestar oídos al mundo y a cuanto a su alrededor sucedía". No es quizá esta una mala imagen para resumir el magisterio de Jacobo Muñoz y este intenso libro. ¿Cómo acceder a una experiencia del mundo desde la conciencia de esa negatividad, genuinamente modernista, y desde el inevitable descentramiento de quien habla y escribe?

Intempestivo maestro

Jacobo Muñoz ha ejercido un magisterio sobre tres generaciones de filósofos españoles que fue reconocido en 2012 en unas jornadas de homenaje en la Complutense de Madrid que ahora recoge el libro colectivo Constelaciones intempestivas. En torno a Jacobo Muñoz (Biblioteca Nueva, 2015). El volumen, coordinado por Germán Cano, Eduardo Maura y Eugenio Moya, recorre el itinerario intelectual del pensador en sus múltiples facetas, desde la epistemología hasta la crítica literaria, pasando por la filosofía política y la teoría crítica. Participan Vicente Sanfélix, Ángeles J. Perona, José Luis Moreno Pestaña, Francisco Vázquez, Sandra Santana, Manuel Cruz, Carlos Berzosa y Pedro Chacón. Un homenaje justo y necesario.