Image: Sonámbulos. Cómo Europa fue a la guerra en 1914

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Ensayo

Sonámbulos. Cómo Europa fue a la guerra en 1914

Christopher Clark

23 mayo, 2014 02:00

Trad. de Irene Cifuentes y Alejandro Pradera. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2014. 788 pp., 29 e.

En aquel momento nadie dijo del asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo el 28 de junio de 1914 que había sido un "disparo que se oyó en todo el mundo". La expresión, hurtada del Himno de Concord de Ralph Waldo Emerson, es el epítome de un juicio cuyo sentido solo quedó de manifiesto cuando las horribles consecuencias se desplegaron en todo su alcance. Algunos elementos de la comunidad internacional no estaban escuchando en absoluto. Estados Unidos vivía apacible en su aislamiento y su prosperidad. "Para el mundo, o para una nación", declaró el Grand Forks Herald de Dakota del Norte, "un archiduque más o menos cuenta poco". El presidente Wilson recorría los solitarios pasillos de la Casa Blanca desconsolado por la débil lucha por la vida de la primera dama. París se encontraba absorto en un juicio por asesinato rebosante de sexo y escándalo policial. Londres estaba demasiado obsesionado con la autonomía de Irlanda para mantener la atención hasta cerca de la media noche.

Desde el primer momento nadie supo reconocer que el asesinato del heredero al trono del Imperio Austrohúngaro a manos de un joven terrorista entrenado en la expansionista Serbia podría ser la "maldita estupidez en los Balcanes" que, en 1888, Otto von Bismarck había predicho que desencadenaría un día una gran guerra europea. En Sonámbulos, Christopher Clark, profesor de Historia Moderna de Europa en Cambridge, describe cómo en 10 días los ministros de la Rusia zarista idearon una narración que justificaría que Rusia se alzase en armas por sus "hermanos menores, los serbios" en caso de que Austria-Hungría tomase represalias contra ellos. El difunto archiduque se presentaba como un títere del káiser Guillermo II de Alemania y un belicista (cosa que no era).

La intención era trasladar la responsabilidad moral del ejecutor a la víctima. Francia se tragó la estratagema, e Inglaterra más o menos la aceptó, los tres unidos por la Triple Entente de 1907. Por su parte, Austria-Hungría había enviado el 4 de julio un mensajero a Berlín en el tren nocturno. Allí, el Káiser acababa de recriminar a un alto funcionario que instaba a la calma: "¡Basta de tonterías! Ya era hora de que se hiciese una limpieza de serbios". Así, Austria-Hungría recibió su famoso "cheque en blanco", y 37 días después de Sarajevo, las Potencias Centrales (Alemania, el Imperio Austrohúngaro, el Imperio Otomano más adelante ese mismo año, y, finalmente, Bulgaria) estaban en guerra con las potencias de la Entente (Rusia, Francia, el Imperio Británico y también Japón, así como, en los meses o los años posteriores, Italia y Rumanía).

La historiografía de la Primera Guerra Mundial es inmensa: más de 25.000 libros y artículos incluso antes del centenario del próximo año. Aun así, Clark ofrece nuevas perspectivas. El mérito que distingue a Sonámbulos es el examen que hace Clark en un único volumen de la historia de la Europa de antes de la guerra. Esto puede sonar insustancial. Todo lo contrario. Es como si se hubiese encendido una luz en un escenario en penumbra en el que personajes borrosos se imprecan entre sí sin razón.

El autor levanta el telón a las dos de la madrugada del 11 de junio de 1903, 11 años antes de Sarajevo. Vemos a 28 oficiales del Ejército serbio entrar a tiros en el palacio real de Belgrado. El rey Alejandro y la reina Draga, traicionados e indefensos, se apretujan en un cuarto diminuto en el que la doncella plancha la ropa de la reina. Los matan con saña, los acribillan a balazos, los acuchillan con una bayoneta, los muelen a hachazos y los destripan a medias, les mutilan los rostros hasta hacerlos irreconocibles y arrojan los restos sangrientos y medio desnudos por el balcón real a los jardines.

Clark nos brinda un relato perfectamente comprensible y agradable de leer de la polarización del continente. Es una lástima que con tantos personajes y tantos nombres desconocidos, a los editores no se les haya ocurrido facilitar un índice de actores y una cronología.

La genialidad de la ambiciosa historia de Clark es que nos permite percibir cómo, en realidad, el pasado fue un prólogo. Los participantes se veían impulsados a seguir caminando a lo largo de un declive escarpado, seguros de su propia brújula moral, pero impelidos, sin que ellos lo supiesen, por una compleja interacción de culturas, patriotismo y paranoia profundamente arraigados, sedimentos de historia y memoria popular, ambición e intriga. Eran, en palabras de Clark, "sonámbulos, vigilantes pero incapaces de ver, poseídos por sus sueños pero ciegos a la realidad del horror que estaban a punto de traer al mundo". En su concepción, su robusta erudición y su penetrante perspicacia, este libro es una obra maestra.