Kingsley Amis

Traducción de Ramón de España. Malpaso. Barcelona, 2014. 324 páginas, 20 e.

No resulta fácil encontrar una fotografía de Kingslay Amis (Londres 1922-1955; no confundir con su hijo Martin Amis) sin una copa en la mano. La adicción al alcohol de este singular e irrepetible personaje, considerado entre los diez mejores autores británicos del siglo XX, resultaba proverbial e intentó elevar a la categoría de filosofía existencial -no existencialista-, o si se prefiere de modo de vida, la ingesta de bebidas espirituosas. En su primera e indudablemente más popular contribución a la república de las letras, Lucky Jim (1954) con la que se inicia el género de la Campus Novel, la vida social de los pubs ingleses y el alcohol como elemento socializante e incluso vehículo de autoconocimiento en su faceta de "resaca", era uno de los elementos constitutivos del argumento. Parece como si "La musa del trago", utilizando la expresión utilizada por Christopher Hitchens para titular su "Introducción" a Sobrebeber fuera el acicate necesario para escribir su veintena de excelentes y satíricas novelas.



Pero el volumen que se acaba de publicar en España no tiene mucho de imaginativo ni ficticio -o tal vez todo, según se mire- y trata de su adicción a la bebida. Nada que ver con la magnífica, trágica, y popular autobiografía de John O´Brien, Leaving Las Vegas, donde la miseria y sordidez de una vida encadenado al alcohol son retratadas en toda su crudeza. Este libro es la recopilación de tres piezas escritas y publicadas entre 1971 y 1984 (Sobre el beber; El trago nuestro de cada día; y El estado de tu copa) que "representan la obra de un hombre cuyo interés en el alcohol trascendió en buena medida lo puramente circunstancial"; el volumen, y continúo citando al editor, "es puro y completo Amis: sin cortar, sin filtrar y convenientemente mejorado por la edad. A vuestra salud"(9).



No sé si acabo de estar de acuerdo con la supuesta mejora que han proporcionado los años para esta publicación, pues algunas referencias resultan obsoletas -los pubs ya no tienen el tradicional horario de cierre; parece que los únicos vinos del mundo son los franceses-, pero suscribo que es "Amis en estado puro". Ya en el prólogo revela Amis el motor de arranque de su argumentación: "todas las sociedades actuales utilizan el alcohol, como hicieron la mayoría en el pasado" (13). Partiendo de esa realidad resulta hipócrita cualquier estigmatización de los bebedores y él, además, reclama el derecho individual e irrenunciable a disfrutar de los placeres que puede proporcionar la ingesta etílica. Me resulta difícil catalogar la obra, probablemente lo más acertado sea calificarla de ensayo, pero lo que resulta claro es su incuestionable vocación didáctica. El lector encontrará recetas de cócteles con generosas proporciones de espirituosos, propuestas sobre las bebidas y utensilios que no deben faltar en el domicilio de un bebedor, indicaciones de maridajes, consejos sobre el vino tanto para comprarlo como para consumirlo, recomendaciones para no emborracharse por mucho que se beba, y si finalmente no pudimos evitarlo, remedios contra la resaca, el capítulo que más me ha interesado por todo el componente filosófico que contiene. Establece Amis dos tipos de resacas, la "física" y la "metafísica". En el apartado de la física muestra su humor más cáustico - "ejecuta el acto sexual con todo el vigor del que seas capaz. El ejercicio sexual te sentará bien" (97); la "metafísica" tiene la capacidad de elevar nuestro espíritu.



Tal vez el libro no resulte especialmente interesante para los abstemios, pero despertará la curiosidad de los bebedores, pues como dice Amis, "una señal infalible del genuino bebedor es que lee todo lo que se escribe al respecto".