Mariano Rajoy. Foto: José Aymá

Planeta. Barcelona, 2011. 255 páginas, 25 euros

Este libro de memorias de Mariano Rajoy dice más de lo que parece. Es lo que le ocurre con frecuencia al personaje, a quien a veces afecta un estilo de razonamiento llano que sustrae fuerza a los conceptos. Hay políticos que repiten cuatro frases tópicas con solemnidad y alguna gente se figura que ha escuchado exuberancias. Zapatero, Blanco, Llamazares y otros compañeros diputados entran en ese grupo. A Rajoy le perjudica su contención frente al griterío que invade la escena política y al que tristemente quieren habituarnos. Además, Rajoy escribe a la manera del sobresaliente aspirante opositor que fue (registrador de la propiedad a los 23 años): economía de palabras, ausencia de figuras retóricas, modestia descriptiva. Hoy entre los políticos no hay grandes escritores. Ninguno llega a manejar el lenguaje como Leopoldo Calvo-Sotelo, que escribía tan brillantemente. En eso hemos perdido: aún no tiene sucesor.



Pero Rajoy dice en su libro muchas cosas. Expone su programa en numerosos pasajes, reprueba con argumentos la política de Zapatero y el PSOE, revela las enseñanzas que recibió (especialmente de su padre, juez, a quien tributa admiración) y dibuja como sin pretenderlo un autorretrato que bien podemos considerarlo como el de un político singular. Yo encuentro muy significativo su empeño en apelar a conceptos casi olvidados, que reclama para rescatar a España de su abatimiento: la necesidad del esfuerzo personal, la austeridad, el trabajo bien hecho, el sentido de la justicia, el respeto a las normas, la consideración del mérito, el sentido de la responsabilidad, de la integración y del acuerdo (salvo con quienes no condenan el terrorismo, p. 45). Su insistencia en estas cualidades forma un diccionario de propósitos que le definen mejor que cualquier otro detalle.



Cuando critica al actual Gobierno, lo hace con discreción formal sin ahorrar reproches. Censura su política de vaivén, su ataque a la Transición, su tentación de no respetar leyes y el orden constitucional, su incapacidad para gestionar la economía, su obsesión por legislar la vida privada, la quiebra de las relaciones con Estados Unidos, su negociación con ETA que califica de "descomunal error" (p. 220), su empeño en negar la realidad de la fe religiosa… No olvida denunciar los intentos de Zapatero de aislar al PP, "un atentado contra el principio de alternancia, que es consustancial con el sistema democrático" (p. 222), ni los insultos y agresiones a su partido tras el 11-M, ni la actuación de Rubalcaba en la víspera electoral, que -dice- "pasará a los anales de la historia por hacer un uso muy poco acorde con las normas básicas de la convivencia democrática y con el respeto al adversario político" (p. 214). Es ésta casi la única ocasión en que Rajoy abandona su esencial frialdad retórica y, aun así, su reproche queda a sideral distancia de lo que escribiría otro que hubiera sufrido como él aquella embestida política.



El libro hay que leerlo con calma para extraer la información que ofrece; no basta con un vistazo. Yo he dicho en varias ocasiones que Rajoy no da la talla como candidato de una política pendenciera e impulsiva que abunda en mensajes de usar y tirar, y que por el contrario, si los votos le respaldan, será un buen presidente de Gobierno. Como le pasa al autor, el libro tiene en el fondo mucho más de lo que parece.