Ensayo

Política-mente. De la revolución a la globalización

Patxi Lanceros

27 octubre, 2005 02:00

Patxi Lanceros. Foto: Pablo Viñas

Anthropos. Barcelona, 2005. 240 páginas, 16 euros

En el principio fue la revolución. Los inicios de la modernidad se cuentan a partir de un cambio drástico en los modos de pensamiento y acción, que compromete sobre todo al ámbito de la política, hasta el punto de que podría decirse que esa época es cabalmente el tiempo de la política, el momento en que al fin la política, entendida como gestión de los asuntos públicos mediante el libre e igualitario intercambio de pareceres entre individuos, se hace posible.

Posible, pero no necesariamente real. La modernidad sienta las bases para que el hombre pueda habitar políticamente en el mundo. Este es su logro, indiscutible. Mas tampoco debe obviarse en qué medida dicha aspiración permanece insatisfecha.

Para pensar cuáles son hoy las condiciones de realizabilidad de lo más prometedor del ideario moderno, nada mejor que leer con renovado talante crítico, con genuina mente política, política-mente, sus propios presupuestos incuestionados, escudriñando el fondo mítico, pre-político, de su fe en que con el advenimiento de los nuevos tiempos habrá de cumplirse plenamente el traslado efectivo de la soberanía desde un poder transcendente y absoluto a "nosotros, el pueblo". A la revisión de este legado se aplica con enjundia teórica e incisiva pluma Patxi Lanceros, profesor de Filosofía Política en la Universidad de Deusto, suministrando importantes claves para entender el papel que juegan en tantos debates actuales nociones como Estado, nación, identidad, pueblo, democracia o totalitarismo, acuñadas con valor específico por la política moderna.

Para empezar, la idea misma de revolución, mito de la modernidad por excelencia, ficción del comienzo puro. Lanceros desentraña la dimensión imaginaria que poseen éste y otros muchos elementos con los que se ha ido construyendo el espacio político moderno; no para deslegitimarlos y privarlos de todo sentido, sino para precisar su alcance, para desmitologizar su pretensión de validez absoluta. Opina que han sido esas sombras de Dios, esa sacralidad residual proyectada sobre el poder, lo que ha comprometido a menudo la conquista de una mayor autonomía. Su relectura del Leviatán de Hobbes, coincidente en sus líneas maestras con la expuesta por Eugenio Trías en La política y su sombra, es clara en este sentido: la amenaza de un estado generalizado de inseguridad se convierte en excusa para imponer la sumisión incondicional a los ciudadanos.

Aunque Lanceros destaca así la idea de seguridad como tercera gran idea-fuerza del programa político moderno, junto a las de libertad e igualdad, también examina cómo las mixtificaciones de la fraternidad colaboran hoy eficazmente a favor de nuevos totalitarismos. Tanto la política del miedo como la del clan cerrado son reacciones descompensadas a los desajustes provocados por el escenario inédito de la globalización. Ambas producen a fin de cuentas, como muestra espléndidamente el capítulo titulado "Políticas de la ficción", lo mismo: idiotez en sentido literal, estéril cierre sobre lo propio (gr. idíos) que, a fuerza de querer inmunizar a la comunidad de todo elemento heterogéneo, acaba condenándola a la pérdida de genuino espacio publico. Más que un rechazo fundamentalista de los nuevos mecanismos modernizadores en acción, lo deseable sería una corrección de su propio énfasis totalizador, a fin de escapar de la tecnocracia o la tiranía del mercado. Combinando a Kant con Castoriadis, Patxi Lanceros apuesta por el poder instituyente de sociedad que posee la imaginación: se trata aún de proponer ideales, pero profundizando en la radical in-transcendencia de la política, en la imposibilidad de imponer un único sentido a nuestra vida en común. Abrir el horizonte para una reinterpretación más libre de la convivencia, como hace De la revolución a la globalización, es algo que se echa en falta hoy día: es, ni más ni menos, hacer política.