Ensayo

De lecturas y algo del mundo

Álvaro Mutis

23 enero, 2000 01:00

Seix Barrral. Barcelona, 2000. 287 páginas, 2.500 pesetas

A diferencia de su compatriota y amigo Gabriel García Márquez, Álvaro Mutis no se inició en las páginas de la prensa, pese a que en el presente volumen se reúnan textos desde 1943. Pero a lo largo de su ya extensa y brillante trayectoria no ha dejado de colaborar en los periódicos o revistas de su país, de México, donde reside, o de España, hacia la que, junto a Mario Vargas Llosa, y de forma singular, manifiesta tanta inclinación. Al margen de la diversidad temática, de las observaciones de lectura, de sus opiniones políticas y personales, de su concepción apocalíptica que le provoca el presente o de las circunstancias que trataremos de exponer en este breve comentario, lo que convendrá valorar previamente es su dimensión como prosista. Su estilo no sólo es brillante, sino que resulta preciso, alejado de cualquier tentación barroca. El libro se ha dividido en dos partes por su compilador Santiago Mutis D. según precisa su título, aunque en Algo del mundo descubramos también múltiples lecturas apasionadas. Quien haya frecuentado su obra se interesará por conocer los motivos o gustos personales hacia escritores que pudieron ejercer alguna influencia sobre su formación. Pero lo que apreciaremos más en la primera parte de este excelente libro serán sus originales interpretaciones, su capacidad para descubrir recónditos significados o aspectos de una obra que nos permite admirar o considerar a otra luz. Los más antiguos pueden ofrecernos una idea de lo que supuso para Mutis (y para otros escritores de su promoción) el descubrimiento de W. Faulkner (del que se comenta Luz de agosto y Santuario, Joyce o el Conde de Lautréamont, cuyas huellas podremos percibir, sin duda, en su propia obra y en la de algunos de sus coetáneos. Acostumbrará a valorar también las traducciones. La ordenación de los escritos, no siempre fruto de colaboraciones en periódicos o revistas, no sigue el orden cronológico.

Sus opiniones revelan una concepción abierta del proceso literario. Mutis no formó parte del llamado boom, aunque estuvo muy próximo a él. Al comentar la novela del argentino José Bianco, uno de los impulsores de la revista Sur, La pérdida del reino, asegura: "pasó casi inadvertido porque se publicó en 1972 cuando la histeria del boom llegaba a sus más lamentables excesos". No encontraremos en estas páginas referencias abundantes a la literatura hispanoamericana. Mutis se inclina por la literatura europea, por los clásicos latinos (su reflexión sobre Tácito y el papel de la calumnia merece ser recordado), advierte la decadencia de la poesía española después de la generación de los años veinte: "la poesía peninsular cayó en uno de los períodos más oscuros y pobres de su historia". Y considera que el testigo pasó a tierras americanas. Las opiniones de Mutis son extremadamente radicales, como lo es el pensamiento político que subyace y se manifiesta en los artículos dedicados a la actualidad no literaria. Su pesimismo es también radical, más extremoso aún que el de Jorge Luis Borges. En un artículo de 1981 describe cómo llegaron a conocerse a raíz de una intervención en la universidad de Quito. La anécdota no sólo refleja la posición de ambos escritores. En el caso de Mutis manifiesta su constante defensa, sus conocimientos y su particular inclinación hacia la disidencia intelectual que se manifestaba en la ex-URSS. No sólo conoce bien la poesía de Ana Ajmátova, sobre la que escribirá, sino que se muestra atento especialmente a los testimonios de aquellos autores que se prodigaron durante "el deshielo", algunos de los cuales sólo vieron la luz en francés o en inglés. Su anticomunismo resultará, como puede observarse, visceral. Mutis no disimula su admiración por F. Mauriac, hacia el espíritu inglés, hacia la monarquía como institución (dedica dos artículos del libro al Rey Don Juan Carlos; páginas 154 y 186), pero aludirá también al terrorismo etarra y a la posición del rey (pág. 176) y se manifiesta como un "monárquico absoluto" a raíz de la muerte del rey de la Arabia Saudita: "la importancia de la noticia radica no en la legendaria y espléndida historia de la dinastía de los Reyes del Desierto, aleccionadora y llena de una substancia medieval que hace soñar a quienes seguimos fieles y convencidos de las ventajas de la monarquía absoluta". Excelente conocedor de la historia, distingue entre el fascismo y dictaduras militares latinoamericanas, defiende la figura del zar Nicolás II, al que califica de "mártir", arremete sin misericordia contra las formas de vida estadounidense. Su artículo sobre Las Vegas es una auténtica joya. Defiende a los exiliados españoles que llegaron a América, a quienes prefiere calificar de "refugiados". Su novelista preferido es, sin duda, Proust. Sin embargo, su conocimiento de las obras de Dostoievski o Conrad permite advertir su frecuentación e, incluso, rasgos comunes. Pero sobre algunas novelas de Thomas Mann se manifiesta demoledor.

Este volumen de Álvaro Mutis no es tan sólo un repertorio de opiniones más o menos cohesionadas (lo que no dejaría de ser del mayor interés), sino que, a través de sus notas y observaciones, podemos advertir un pensamiento coherente, original y polémico. Mutis, como todo gran escritor, no deja de ser un moralista (de ahí el modelo Mauriac), con una personal concepción del mundo y, en su caso, del hombre y su futuro en la tierra, de la estética, de la cultura.

Estas páginas, escritas desde la lucidez, nos confirman la solidez de la obra del escritor colombiano, tan liberal en sus razonamientos. Pese a su rabiosa americanidad, puede considerarse por sus comentarios como el escritor latinoamericano contemporáneo más europeo, incluso más que ciertos europeos, lo que no dejará de entenderse como una contradicción dada la naturaleza de su obra creativa.