Ensayo

Los orígenes de la Inquisición

Benjamin Netanyahu

21 noviembre, 1999 01:00

Crítica. Barcelona, 1999. 1.269 páginas, 9.500 pesetas

Mil páginas de texto, y no huecas precisamente, no dejan demasiado lugar a dudas sobre la validez de la tesis de Benj amin Netanyahu. A mí solo me queda una: si eso fue así, los procesos inquisitoriales hubieron de ser por fuerza procesos amañados.

El libro del padre del que fuera primer ministro israelí se publicó en EE.UU. en 1995 y ha tenido una recepción desigual en la crítica. Desigual en cuanto al método y la tesis; no en cuanto a la calidad, que nadie ha puesto en duda. Netanyahu lleva años estudiando los orígenes de la Inquisición y tiene de su parte, frente a otros historiadores, la capacidad de acceso directo a las fuentes judías, escritas en hebreo. En este punto es donde se da la principal disensión respecto a Netanyahu: el historiador judío ha trazado una y otra vez la historia de la gestación del Santo Oficio, sin estudiar jamás los documentos del propio Santo Oficio. Esto no lo hace por ignorancia; lo hace por convicción: parte de que no se puede prestar confianza a los papeles emanados de un tribunal que torturaba a los interrogados y en el que se procuraban ocultar los móviles de sus acciones. Tiene razón. Pero trazar la historia de la Inquisición sin ver algunos de sus abundantísimos documentos es fuerte. Como contrapartida, hace sobrado uso de lo demás. Lo demás son tres grupos de textos: los de los judíos coetáneos (hablamos de los siglos XIV y W, los de los conversos de la época y los de los cristianos viejos que hablaban sobre los conversos.

Los orígenes de la Inquisición -creada a finales del siglo XV por los Reyes Católicos- son un nudo gordiano. Llevan dos siglos discutiéndose y son infinidad los historiadores y ensayistas que han mediado en la discusión. Pero, de ellos, ninguno ha tenido la fortuna de Américo Castro, a quien se le ocurrió dar forma definitiva a una suposición ya antigua según la cual los creadores del Santo Oficio habrían sido conversos, cristianos nuevos que se esforzaban de ese modo en probar su ortodoxia.

Netanyahu no cree en esta tesis; incluso la rechaza con demasiada ligereza a mi juicio. Pero no porque sea autor ligero, sino porque elabora su propia tesis sobre los orígenes del Tribunal y, de ella, no cabe deducir lo que decía Castro. En síntesis, la tesis de Netanyahu es ésta: desde 1391, las conversiones de judíos al cristianismo fueron constantes y numerosas en Castilla. No sólo esto, sino que fueron conversiones sinceras en su gran mayoría. Esto es lo tremendo (y lo que rompe un cliché universalmente admitido). Los historiadores suponían que no fue así, que los conversos se vieron obligados a convertirse, por violencia o por conveniencia. Pero no ocurrió así. (Y Netanyahu lo prueba con un montón de testimonios.)

Y, sin embargo, la Inquisición fue establecida para acabar con las conversiones falsas, en la suposición de que la mayoría de esos conversos de Castilla mentía y continuaba con los cultos judaicos en la intimidad del hogar. ¿Cómo se explica que se creara aquel enorme instrumento de coacción para acabar con un problema que en realidad no existía? Aquí está el nudo de la cuestión y a resolverla se dirige este libro: fueron cristianos viejos quienes se empeñaron en defender que los conversos no eran sinceros, y reclamaron de los monarcas la creación de un tribunal inquisidor como el que había en otros países.

El lector se pregunta inmediatamente por qué esos cristianos viejos tuvieron semejante ocurrencia: la de empeñarse en rechazar a los que, en rigor, se les habían unido, sumándose a sus creencias. La respuesta es la que sigue: muchos conversos fueron triunfando en las más diversas esferas: ocuparon cargos administrativos de primer orden, tanto en la Monarquía como en las ciudades, entre ellos cargos fiscales; éstos les dieron dinero, que invirtieron entre otras cosas en el comercio internacional, que pasó a ser suyo en buena medida; al tiempo, sus hijos y sus hijas empezaron a casarse con hijos e hijas de aristócratas; además, medraban en los cargos eclesiásticos... Es decir: los conversos provocaron envidias. El racismo hizo lo demás.

Es ésta, a mi entender, la parte menos fuerte de esta investigación. Pero no se puede decir que sea falsa: siglos de rechazo de los judíos por razones religiosas habían producido una literatura cristiana en la que se afirmaba que, al cabo del tiempo, la propia sangre judía estaba corrompida. Y las conversiones de 1391 en adelante no disiparon la sospecha. Al revés: fue el argumento para afirmar que la conversión no podía ser cierta. Una pregunta aún: ¿y cómo es que transigieron al cabo los Reyes Católicos, siendo así que uno tenía acaso sangre judía y que ambos miraban bien a los conversos? Responde Netanyahu: porque optaron ponlo que les daba más respaldo social y popularidad. ¿Lo hicieron, además, por dinero (el que se requisó a los conversos condenados)? No -responde- pero tampoco le hicieron ascos.

Mil páginas de texto, y no huecas precisamente, más casi 200 páginas de notas (en su gran mayoría bibliográficas), más un razonamiento lento y sin fisuras, no dejan demasiado lugar a dudas sobre la validez de la tesis. A mí solo me queda una: si eso fue así, los procesos inquisitoriales siguientes -los de finales del XV y comienzos del XVI- hubieron de ser por fuerza procesos amañados, falsificaciones de los hechos reales, por medio de las cuales un grupo numeroso de conversos -verdaderos cristianos pagaron por culpas que no habían cometido. Para afirmar esto, hay que documentarlo. Y Netanyahu no lo hace; se detiene en ese punto.

Su idea, por otra parte, de que los papeles del Santo Oficio han de ser repudiados por sospechosos, no le permitirá jamás resolver esa duda. Y es que tendría que pensar que la sospecha -que en este caso es justadebe multiplicar las cautelas del investigador, pero no desechar la investigación a cambio de nada. Quiéralo o no, la última ratificación de su tesis sobre los orígenes del Santo Oficio está en los archivos de la Inquisición y, mientras no vaya a ellos -con la maestría con que ha ido a las otras fuentes-, no estaremos seguros de que las cosas fueron como cree.