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Autora de seis de las mejores novelas inglesas de todos los tiempos (Sentido y sensibilidad, Orgullo y prejuicio, Mansfield Park, Emma, La Abadía de Northanger y Persuasión), Jane Austen (Steventon, 16 de diciembre de 1775 - Winchester, 18 de julio de 1817) sigue siendo un enigma 250 años después de su nacimiento.

Y lo es porque poco o nada sabemos de sus verdaderos sentimientos y emociones. Jane Austen no dejó diarios ni confesiones, solo cartas que se han convertido en su única, su mejor autobiografía, con sus lagunas y sus silencios, con su ingenio y su rebeldía.

Se sabe que Austen escribió unas tres mil cartas, de las que apenas se han conservado 161. Como explicaba María Cantó en El Cultural, Austen "escribía compulsivamente a sus más de treinta sobrinos para darles consejo y a sus seis hermanos, sobre todo a Cassandra, su hermana mayor, para compartir todos los detalles de su vida".

Precisamente Cassandra, destinataria de muchas de ellas, se ocupó de quemar la mayor parte de ellas por razones que aún no se han aclarado y que han dado lugar a cientos de especulaciones, libros e incluso una serie de televisión (Miss Austen, Movistar Plus+).

Los especialistas apuntan a que posiblemente intentó evitar que perjudicasen la imagen de su hermana en una época marcada por los prejuicios y la hipocresía, lo que hizo que destruyera las que contenían críticas sociales más explícitas, aunque también apuntan que Cassandra podría haber intentado evitar que trascendiese la situación económica de la familia, no muy boyante, o incluso algunos secretos íntimos de los Austen.

Portada de 'Afectuosamente tuya', recopilación de cartas de Jane Austen (ed. Renacimiento)

En 2019 Alba Editorial publicó Las cartas de Chawton, que ofrecía trece de ellas. Ahora, a modo de homenaje y celebración de la escritora en su 250.º aniversario, la editorial Renacimiento publica Afectuosamente tuya, una selección de las cartas más jugosas, en edición y traducción de Amparo Llanos, excomponente de Dover y especialista en la autora de Orgullo y prejuicio.

La correspondencia conservada arranca el 10 de enero de 1796, cuando tenía 20 años, y termina el 28 de mayo de 1817, dos meses antes de morir, con 41.

Las primeras de ellas están rebosantes de acontecimientos sociales y nos muestran a una Jane Austen muy alegre, disfrutando de la vida social de su entorno, y compartiendo con Cassandra confidencias y humoradas.

Así, en la primera de todas, escrita el 9 de enero de 1796, leemos: "El baile de anoche fue excelente [...] Me regañas tanto en tu larguísima carta que acabo de recibir, que me da miedo contarte cómo mi amigo irlandés [Tom Lefroy] y yo nos comportamos. Imagínatelo todo de lo más disoluto y escandaloso en la manera de bailar y de sentarnos juntos. [...] Anoche bailé dos veces con Warren y una con Mr. Charles Watkins, y para mi asombro, logré escapar de John Lyford, pero me costó lo mío. La cena fue muy buena y la iluminación del invernadero muy elegante".

No faltan las bromas sobre parientes, amigos y conocidos, que en ocasiones incluso rozan la crueldad, como cuando atribuye la muerte de un bebé a la fealdad del padre

Sin embargo, además de a divertirse, Austen dedicó esos primeros cinco años de su correspondencia a escribir Orgullo y prejuicio, La abadía de Northanger y a revisar Sentido y sensibilidad. "Sí, en esos escasos cinco años de juventud frívola y alocada, escribió dos grandísimas novelas y una obra cumbre de la literatura universal. Y encima, las editoriales se las rechazaron, por lo menos dos de ellas", explica Amparo Llanos.

"Su padre, George Austen, quedó tan impresionado con el primer borrador de Orgullo y prejuicio que decidió contactar con el editor Thomas Cadell para ofrecérsela, y el muy mendrugo ni siquiera contestó", continúa la antóloga y traductora. "Y en 1803, su hermano Henry Austen vendió por diez libras Susan a Crosby & Co., que nunca la publicó".

La propia Jane intentó averiguar qué pasaba con la novela, así que en abril de 1809 escribió a los editores con firmeza absoluta: "Han pasado seis años [...] y esa obra, de la que me confieso su autora, no ha sido publicada aún, hasta donde tengo conocimiento, pese a que en el momento de la venta se estipuló hacerlo cuanto antes. Solo se me ocurre para tan extraordinaria circunstancia que, por algún descuido, el manuscrito se perdiera; si así fue, estoy dispuesta a enviarles otro ejemplar, si les parece conveniente, y se comprometen a imprimirla sin demora. [...] Si no recibo contestación me sentiré con la libertad de asegurar la publicación de mi obra en otra parte".

La escritora, que comenta en sus cartas sus gustos literarios y desvela sus lecturas, se muestra también contundente a la hora de explicar su literatura. Cuando el bibliotecario del príncipe regente le recomienda que se dedique a la novela histórica, le agradece la sugerencia pero la rechaza con humor: "Tan incapaz soy de escribir ese tipo de novela como de escribir un poema épico. No podría sentarme seriamente a ello excepto para salvar la vida, y si fuera imprescindible que continuara escribiéndola y no pudiera reírme de mí misma o de los demás, estoy segura de que estaría defenestrada antes de terminar el primer capítulo. No, debo mantener mi propio estilo y seguir mi propio camino".

Y su propio camino desborda ironía, por ejemplo cuando escribe a su hermana sobre sus pretendientes: "Dile a Mary que le cedo a Mr. Heartley con todas sus propiedades, para su uso y beneficio en el futuro; no solo a él; también incluyo en el acuerdo al resto de mis admiradores allá donde los encuentre, incluido el beso que C[harles] Powlett quería darme, porque en el futuro me voy a limitar a Mr. Tom Lefroy, que me importa un rábano".

También al hablar de sus compras: "El buhonero de Overton ha tenido la amabilidad de sacarme el dinero a cambio de seis mudas y cuatro pares de medias. La [tela] Irlandesa no es tan fina como yo quería, pero pagué por ella lo que tenía pensado, así que no tengo motivo de queja".

No faltan las bromas sobre parientes, amigos y conocidos, que en ocasiones incluso rozan la crueldad, como cuando atribuye la muerte de un bebé a la fealdad del padre: "Ayer, Mrs. Hall de Sherbourn dio a luz a un bebé muerto unas semanas antes de lo esperado –supongo que fue por el susto de mirar a su marido desprevenida–".

Con todo, el tiempo va acentuando su soledad y pesimismo. La vida social se va reduciendo mientras su salud se quiebra por culpa de la enfermedad de Addison.

En una de sus últimas cartas, escrita meses antes de morir, le cuenta a su íntima amiga Anne Sharp lo mucho que ha sufrido los últimos meses, sin poder apenas abandonar el lecho, y concluye: "Si consigo llegar a vieja, desearé haber muerto ahora, bendecida por el amor de mi familia, para no sobrevivir a ninguno de ellos o a su cariño. Tú también me recordarías con tierno afecto, estoy segura. Pero la Providencia de Dios me ha devuelto la salud, para así cuando me llame, poder presentarme ante él en mejor estado que ahora".

Jane Austen murió el 18 de julio en los brazos de su hermana Cassandra y fue enterrada en la catedral de Winchester. Desde entonces, su figura y su obra no han dejado de crecer y fascinar a lectores del mundo entero, quizá porque, como ella misma decía, "no es lo que decimos o pensamos lo que nos define, sino lo que hacemos". Y lo que ella hizo fue crear un universo literario único en el que retrató con ironía, belleza y sensibilidad un mundo que ignoraba que estaba ya en vías de extinción.