El flow es "un estado en que la concentración es tan absoluta que el yo consciente se disuelve". En este caso no tiene, por tanto, nada que ver con el concepto cultural que nos remite a la música urbana, sino que se refiere al término incubado al calor de la psicología. Es el trance que experimenta el matador de toros Morante de la Puebla cuando está cuajando una faena de su gusto: templada y honda; absolutamente genuina, aunque conserve la pureza del toreo añejo.
Así lo explica el periodista y escritor Rubén Amón en Morante, punto y aparte (Espasa), una minuciosa anatomía del mito viviente del toreo que, sin embargo, vive en combate con los fantasmas de su psique. Un matador genial convertido en fenómeno de masas que representa los valores diniosiacos en los tiempos de la gazmoñería.
Pero ¿cómo puede ser Morante una figura contracultural si manifiesta abiertamente su apoyo sin concesiones a Abascal?, se preguntará el lector. Amón no tiene todas las respuestas, pero se atreve con todos los ángulos que ofrece la figura del matador –el político, el artístico, el mediático, el cultural, el filosófico...– y nos la devuelve aseada de prejuicios. No llegamos a comprenderlo, pues su propio oficio hunde sus raíces en el territorio de lo irracional, pero se nos revela más accesible.
A pesar de la complejidad emocional y artística que proyecta, Fernando Arrabal lo compara con Baltasar Gracián, sacerdote y aforista, por su esencialidad. Su toreo es un cóctel de tradición y vanguardia –"suavidad en el cite, hondura en el natural, pureza en el pase de pecho", expone Amón– y su personalidad, un verdadero incordio para sus adversarios.
En su última temporada, tal vez la mejor de un torero en la historia, se ha desplazado a propósito a torear en lugares donde no era bien recibido por sus inclinaciones políticas. Y se ha enfrentado al torero mexicano Roca Rey públicamente, aunque muchos piensen que se habla de rivalidad solo para alimentar el renovado interés por la tauromaquia, porque la superioridad de Morante no admite competencia.
Tras 28 años de alternativa, el pasado 12 de octubre de 2025 se despojó de la castañeta en Las Ventas. Rubén Amón lo había seguido durante buena parte de la temporada y tenía que contarlo. Aunque el lugar de Morante "no está en la actualidad, sino en la posteridad".
Pregunta. La decisión de hacer el libro no parte de su retirada, sino que es anterior...
Respuesta. De hecho, el 12 de octubre el libro estaba hecho. Era la última tarde de la temporada y estaba siendo tan extrema –por la regularidad, por el valor, por los peligros contraídos, por la altura artística…– que parecía imposible que Morante pudiera ir más allá de sí mismo después. Y lo que sucedió fue que al terminar la corrida me senté en una cafetería y redondeé la faena, aportando el acontecimiento de su despedida.
Lo hice bajo esos presupuestos, tan extremos también, de la emoción, el hecho de cortar con su fracaso en Madrid y despedirse en el centro del ruedo. Ahí es donde el libro se termina de rematar. Fíjate que el capítulo último, que estaba escrito, se titulaba en un principio "Después de Morante, ¿qué?", y en esa misma idea estaba claro que la temporada estaba llamada a ser la última y faltaba solo el desenlace.
P. ¿Ha podido leerlo el maestro?
R. Ha podido leerlo y me ha pedido cien ejemplares, esa es una buena noticia. Y va a venir a presentarlo a Madrid. El libro se resiente de muchas conversaciones que he mantenido con él, pero también he querido documentarlo con otras muchas entrevistas que ha concedido para situar su forma de pensar, de ser, de sentir. En esta travesía de tantos kilómetros –yo creo que he hecho 5.000 a su lado– hemos coincidido en diferentes lugares y en diferentes situaciones, y he asumido una concepción más cercana de lo que ha sido una temporada tan extraordinaria.
"Morante consigue contagiar el entusiasmo de una generación de chavales que están acosados por héroes impostados"
P. A lo largo del libro trata de dar respuesta a una cuestión: de qué modo un torero se convierte en fenómeno social cuando la tauromaquia es supuestamente tan anacrónica. ¿Ha encontrado, tras la publicación del libro, una respuesta concreta o al menos una síntesis que pueda explicar un asunto tan complejo?
R. Pues fíjate, yo creo que al hilo del misterio y de lo dionisiaco en un torero que tiene muchísimo de inexplicable, creo que la principal explicación es que lo auténtico, lo genuino y lo extremo se imponen en una sociedad inodora, incolora e insípida. La verdad que traslada Morante consigue contagiar el entusiasmo de una generación de chavales que yo diría que están acosados por héroes impostados. Morante es un héroe genuino, un mito viviente.
»No es solo que sea el mejor torero que he visto, es que yo creo que es mucho más que un torero: es un artista plástico que encima opera en el abismo del máximo riesgo. Por un lado están las ideas políticas de Morante, pero su expresión estética, la rotundidad plástica, es la de un artista extremo y representa la idea total de la vanguardia. Mi conclusión está en esa idea: frente a los héroes impostados, el héroe verdadero. Y esa verdad se traduce en el entusiasmo de quienes lo han descubierto deslumbrados por lo que provoca en una plaza de toros.
P. Dice incluso que no habrá otro igual en el futuro… ¿Por qué?
R. Porque creo que es imposible reunir en una misma naturaleza todas las tauromaquias de todas las épocas sin imitar a ningún torero, y porque todavía es más difícil lograr ese punto de consenso entre lo que se llama el toreo de arte y el toreo de valor. Morante ha pisado los terrenos de José Tomás y ha sido más artista que Antonio Ordóñez. Juntar esas dos naturalezas en una misma expresión me parece inalcanzable, incluso para él mismo después de esta temporada.
»Y por si hubiera dudas respecto al misterio y lo litúrgico, es también el mejor torero de la historia en el vídeo. Muchas veces nos decepcionamos con faenas antiguas de leyendas de la tauromaquia. Morante aguanta el vídeo como no lo aguanta nadie y eso también lo convierte en insuperable.
"El gran mérito de Morante es haber defendido la tauromaquia cuando más amenazada estaba"
P. Y también porque su gran momento se produce en un contexto muy determinado, ¿no? Ahora que la tauromaquia está sujeta a los estigmas y el azote de ciertos sectores de la esfera política...
R. Sí, claro. Yo creo que el gran mérito de Morante es haber defendido la tauromaquia cuando más amenazada estaba. No es lo mismo ser el número uno cuando la inercia te favorece que cuando está totalmente en contra. Y tampoco es igual ser un ídolo de masas en los tiempos de El Cordobés que serlo en los años de más hostilidad contra la tauromaquia.
»Y además no concede un solo guiño populista. Siempre digo que acercarse a Morante es como si entras al flamenco por Manolo Caracol: no concede un solo gesto de pirotecnia, no pretende seducirte a partir del efectismo... Morante no es el flamenquito, Morante es el cante jondo y su canon de exigencia es enormemente duro.
P. Por cierto, ¿cuál es la relación de Morante con la cultura?
R. A Morante le obsesionan los toros y lee y ve todo lo que puede al respecto. Tiene una noción de la Generación del 27 que proviene también de la fascinación hacia la figura de Ignacio Sánchez Mejías. Pero más allá de los estereotipos taurinos, su atracción hacia la pintura tiene su expresión absoluta en la figura de Salvador Dalí. Yo mismo le acompañé junto a Arrabal a la exposición donde se puede ver la obra permanente de Dalí en el Museo Pompidou y pude ver su fascinación.
»Nietzsche, por otro lado, recoge buena parte de sus inquietudes respecto al desasosiego y sobre todo a la concepción dionisiaca del arte. Precisamente el libro comienza con una alusión a un aforismo suyo: "Hay que tener un caos dentro de uno para dar luz a una estrella danzante". A mí me parece una expresión bellísima que retrata muy bien a Morante de la Puebla.
»Además, se identifica mucho con la oscuridad del artista que encuentra en su drama psiquiátrico el combustible de su creatividad. En Ronda, donde le hicimos un homenaje hace unas semanas, él decía que se sentía identificado con Van Gogh. El tormento que lo habita en realidad es el origen de su respuesta creativa y no se puede entender a Morante sin su sufrimiento interior. Yo le decía que es un torero insoportable por lo que nos hiere. La experiencia estética stendhaliana te conduce a un cierto dolor.
"Los toros son, en su dimensión más extrema y más pura, el arte al que aspiran todas las demás disciplinas artísticas"
P. Dice que su condición artística tiene que ver con lo escénico y lo estético. Para alguien que no entiende de toros y le desconcierta el hecho de que pueda emocionar a unos niveles tan intensos como los que acaba de descubrir, ¿cómo se le explica esto?
R. Toda experiencia estética nos remite a tres planos: el antropológico (cómo vivimos una experiencia artística los seres humanos), el cultural (el ámbito del conocimiento) y el biográfico, o sea, cómo nos afecta algo personalmente. Yo creo que en el primer orden, Morante es asumible para cualquier experiencia artística instintiva. Luego está el del conocimiento, que nos ayuda a entender las cosas pero a veces academiza demasiado la experiencia. Y después está el ámbito personal, que es lo que has vivido con el paso del tiempo y tus propias experiencias.
»Yo diría que Morante es una coreografía. Su tauromaquia es la danza entre Eros y Thanatos. Y eso arraiga en una noción de la cultura muy arcaica, pero también muy vanguardista. La plasticidad de la danza con la muerte tiene una profundidad que resulta fabulosa.
P. Entonces, cuando aflora el debate de si los toros realmente pertenecen a una categoría cultural, ¿qué le dice un periodista cultural a quien sostiene que los toros no son un arte?
R. Yo lo que digo es que podemos ponernos de acuerdo en lo que es cultura o no lo es. La caracterización cultural de la tauromaquia está enormemente definida en consensos tan absolutos como la estética, la creatividad, la belleza… Y todo eso a partir de un arte efímero que se concibe en contacto con la muerte. No es que los toros sean cultura; es que los toros son, en su dimensión más extrema y más pura, el arte al que aspiran todas las demás disciplinas. El único arte que se permite desarrollarse como una coreografía en el abismo de la muerte.
"Los toros sufren, sí, y la tauromaquia es un acontecimiento cruento, pero no cruel"
P. Entre los argumentos que aporta al debate en torno a la conveniencia de la tauromaquia, sostiene que sin lidia las ganaderías se extinguirían, que las dehesas por tanto no tendrían sentido, etc. Pero no habla del sufrimiento del toro en la plaza, una de las razones que esgrimen los antitaurinos. ¿Confía en esa teoría que dice que el toro se encuentra en un estado adrenalínico y que no tiene apenas tiempo de sufrir o acepta que, aunque sea durante 10 minutos, sí sufre?
R. Los toros sufren, sí, y la tauromaquia es un acontecimiento cruento, pero no cruel. Toda su credibilidad pasa por el respeto al toro. Y puede resultar contradictorio, pero la forma en que se mata al toro es un ejercicio de ética porque se lo ejecuta de la forma más arriesgada, ni siquiera de la más rápida. Y el toro no tiene noticia de que el torero se está jugando la vida en ese trance de más exposición.
»En realidad, la forma en que nosotros concebimos al toro como una figura religiosa, mitológica, otorga a todo ello esa connotación cultural que es la que a mí me interesa. A mí no me importan las teorías finalistas: me da igual la dehesa, me da igual el toro, si desaparece o no desaparece, me interesan los toros como hecho civilizado y civilizador.
»Cuando me dicen que los toros son una barbarie, yo digo que es todo lo contrario, precisamente porque son la codificación y la estilización del fenómeno del matadero, cuya cotidianeidad por lo visto hemos olvidado. Ahora que estamos ante una crisis porcina, me permito recordar que en España se matan 50 millones de cerdos al año. O sea, me parece una broma que el acontecimiento que sublima la faena de matadero hasta convertirlo en un acontecimiento cultural sea observado como una barbarie.
"La forma en que se mata al toro es un ejercicio de ética porque se lo ejecuta de la forma más arriesgada"
P. José Tomas congregaba a los intelectuales y Morante a los jóvenes. Dicen que en estos momentos la juventud es más ultraderechista que hace bastantes años. ¿Tiene algo que ver el hecho de que Morante no haya escondido su voto a Vox?
R. Sí. Hay una generación de chavales que votan a Vox y que han visto en Morante la expresión política del español genuino a partir de una tauromaquia con fama de españolaza. Cuando los toros atraían a la izquierda, ese fenómeno se observaba con la autoridad moral que siempre tiene la izquierda: si Antoñete atraía a chavales de izquierdas, bendito sea Antoñete; pero si Morente atrae a chavales de derechas, maldito sea Morante.
Santiago Abascal y Morante de la Puebla durante la 65.ª edición de la corrida Goyesca de Ronda perteneciente a la Feria de Pedro Romero 2022 en Ronda. Foto: Gtres
»Yo no simpatizo lo más mínimo con Vox, incluso creo que se apropia de la tauromaquia, pero lo que me interesa de los jóvenes no es tanto el motivo por el que van, que tiene una explicación de rechazo a la prohibición, a Sánchez, etc., sino las razones por las que vuelven. Y esas razones no son ya políticas, sino que han cultivado un vínculo con un fenómeno que les conmociona. Los aficionados que han empezado a ir a los toros por él garantizan una estabilidad, aunque ya se haya marchado. Por eso tengo cierto optimismo respecto al futuro.
P. De los jóvenes celebra su advenimiento a la tauromaquia cuando parecía que había una desconexión, pero tampoco tiene reparos para señalar el comportamiento rudo en las plazas de muchos de ellos.
R. Creo que es un público desconcertado y poco instruido en la tauromaquia. A los toros te tiene que llevar alguien, tu padre o tu abuelo. Y este público llega por aluvión sin los conceptos muy claros. Vemos comportamientos feos en la plaza, debido a veces a que hay demasiado alcohol, y muchos comentarios altisonantes sin conocimiento. Un poco de hooliganismo. Creo que esas cosas hay que corregirlas y cuidarlas. De toros se aprende escuchando, no vociferando.
P. Dedica especial atención al trastorno disociativo y las depresiones de Morante: ¿Cómo es eso de que se desconecta en la plaza?
R. Es una transfiguración. La concentración y la atención que requiere ponerse delante de un toro, exponiéndose como se expone Morante, es lo que le permite alcanzar ese flow, que tiene que ver con el ensimismamiento. Su personalidad y su alma fluyen a partir del gesto extremo de torear. Esa vivencia le permite distanciarse de los fantasmas que lo habitan. Hay un vínculo directo entre la oscuridad y la luz en Morante. La oscuridad es la expresión de la que proviene toda su luminosidad, como si desde ese desgarro se produjera toda la combustión creativa.
P. Cita también en su libro la película Tardes de soledad, de Albert Serra. Algunos creen que si lo hubiera hecho con Morante, hubiera sido incluso mejor
R. Puede ser [risas]. Pero yo creo que lo que a Albert Serra le interesaba de Roca Rey es la dimensión heroica, el toro en estado de guerra. Pero Morante no es la tauromaquia en estado de guerra, sino la exuberancia estética. En realidad, Roca era perfecto para Serra porque este no entiende que de los toros se pueda disfrutar creativamente; cree que es la lucha contra un Leviatán. De hecho, Roca Rey no estaba muy satisfecho con la película, precisamente porque la parte artística no se percibe.
