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"El recuerdo es una forma del conocimiento", escribe Aroa Moreno Durán (Madrid, 1981) en las páginas de su último libro (citando al escritor mexicano Juan Villoro): "No nos adentramos en lo que pasó para revivir lo que ya sabemos, sino para conocer algo nuevo".

Mañana matarán a Daniel

Aroa Moreno Durán

Random House, 2025

182 páginas. 19,90 €

Podría servir esta idea para contextualizar la razón de una obra narrativa audaz y personal, llena de material tomado del pasado, como evidencian La hija del comunista (2017) y La bajamar (2022) (además de dos libros de poemas, Veinte años sin lápices nuevos (2009), Todavía una noche (2025), y las biografías de Frida Kahlo, Lorca y Almudena Grandes).

El suyo es un recorrido digno de destacar no solo por la dimensión de sus propuestas sino por esa mirada de escritora impelida por la urgencia de conocer historias que dejamos atrás. Historias que, en virtud de la ficción –arguye–, duelen menos. La crónica es, para ella, el impulso de su instinto narrativo, la necesidad indómita de rastrear información para obtener respuestas a preguntas que solo logran cierto efecto calmante si es posible convertirlas en relatos.

Mañana matarán a Daniel se pronuncia en esta misma línea, resumida en dos verbos sintetizadores de su empeño: "recordar", no para emprender ninguna clase de venganza, y "reparar", no para revolver lo que estará ya para siempre agitado. Mañana matarán a Daniel "es una novela", afirma, inspirada en hechos reales que sucedieron hace 50 años. También es crónica, desde la memoria y la historia, y es ficción recreadora de los hechos.

Si enfatizamos estas tres condiciones del libro es porque cada una sostiene una parte importante de su proceso de composición. Triple proceso, pues es posible distinguir, por un lado, la investigación sobre el ambiente político y social de los últimos años de la dictadura franquista, para detenerse en la historia de los tres últimos fusilados, militantes del FRAP, el 27 de septiembre de 1975, en las dudas sobre el proceso.

Intercalada en esta inmersión periodística podemos leer la reflexión paralela a la reconstrucción de las vidas rotas de los tres personajes, de las razones que les llevaron a formar parte de la formación terrorista, la respuesta del régimen, el agujero que dejaron en sus familias. De esa herencia de dolor, que ya es tema esencial en la narrativa de Aroa Moreno.

Y en tercer lugar está la voluntad de convertir todo ese material en una novela contada en primera persona por una narradora, la propia autora, que no juzga pero sí denuncia la gratuidad de tanto dolor a la vez que denuncia el desamparo legal de los acusados.

Es este un relato de una intensidad emocional que estremece. Una perspectiva veraz y diferente

Su novela despliega dos tiempos cuyo desarrollo se articula en capítulos que discurren de manera alterna: de 1972 a 1975, narra la crónica de su investigación. Y entre 2020 y 2025, cuenta el proceso de composición del libro, entreverado en su propio proceso personal frente a su vida y la historia que se le venía encima: una pandemia, un hijo pequeño, un divorcio, la soledad de la escritura, horarios más difíciles, más complicaciones.

Su novela se centra en Daniel, nombre de guerra de Xosé Humberto Baena, el último fusilado. Se sirve de un escenario que actúa de arranque y cierre: un pueblo de la Sierra de Madrid de donde parte su idea obsesiva de seguir aquel caso y a donde le lleva el final de la historia.

Un relato de una intensidad emocional que estremece. Una perspectiva veraz y diferente. "Soy una mujer buscando en una historia de hombres antiguos que siguen callados". Por eso escribe, porque no puede dejar de hacerlo. Su desnudez emociona. Todo lo demás no importa.