El escritor húngaro László Krasznahorkai ha obtenido este jueves el Premio Nobel de Literatura 2025, según ha anunciado la Academia Sueca a las 13 horas desde Estocolmo. El jurado se lo ha concedido "por su obra conmovedora y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte".
El galardón tiene una dotación de 10 millones de coronas suecas, el equivalente a 900.000 euros o 1 millón de dólares. El secretario permanente de la Academia Sueca, Mats Malm, ha sido el encargado de dar a conocer el fallo del jurado tanto a la prensa como al propio escritor.
Krasznahorkai es un gran escritor épico dentro de la tradición de Europa Central que se extiende desde Kafka hasta Thomas Bernhard, y que se caracteriza por el absurdismo y el exceso grotesco. Pero su talento va más allá: también mira hacia Oriente al adoptar un tono más contemplativo y cuidadosamente calibrado.
Cuenta con reconocimientos tan importantes como el Premio Kossuth, concedido por el Gobierno húngaro y uno de los más prestigiosos de su país, por el conjunto de su obra. En mayo de 2015 recibió el Man Booker Internacional; en abril de 2021, el Premio Austríaco de Literatura Europea y, en 2024 fue galardonado con el Premio Formentor de las Letras.
"Maestro del apocalipsis" según Susan Sontag, es una de las máximas figuras de la literatura europea actual, donde es considerado un autor de culto. Testigo desgarrado de tiempos oscuros y violentos, el narrador húngaro pasó gran parte de su juventud vagando por su país en compañía de borrachos y marginados. Sus novelas, entre las que destacan la mencionada Tango satánico (1985) y Melancolía de la resistencia (1989), exploran la fragilidad y el miedo de los seres humanos.
Colaborador habitual del cineasta Béla Tarr, que trasvasó al cine Tango satánico, entre otras, pasó buena parte de su juventud vagando por su país en compañía de borrachos y marginados. "Fue una rebelión contra mi familia burguesa, de adolescente, que se alargó un poco", dijo en una entrevista con El Cultural el año pasado.
"A los 19 años influyó en mí de manera considerable Dostoievski, y consideré que los sentimientos relativos a los más marginados eran los sentimientos correctos; lo cierto era que, bajo el régimen comunista, en la Hungría dominada por el ejército soviético y, en general, por el poder soviético, el Partido les decía a ellos, a los explotados, que había llegado su hora, que a partir de este momento el poder era suyo. Nunca se humilló tanto a las personas marginadas", relató.
Nacido el 5 de enero de 1954 en Gyula (Hungría), cerca de la frontera con Rumanía, estudió Derecho y Lengua y Literatura Húngaras y, después de algunos años como editor, se convirtió en escritor. Abandonó la Hungría comunista en 1987, cuando viajó a Berlín Occidental para obtener una beca.
A principios de la década de 1990, pasó largos períodos de tiempo en Mongolia y China, y más tarde en Japón, escenarios que trajeron cambios estéticos y estilísticos en su escritura. Mientras escribía la novela Guerra y guerra (1999), viajó por Europa y vivió en el piso de Allen Ginsberg en Nueva York. Ahora vive apartado del ruido en las colinas húngaras de Szentlászló.
Tango satánico, que fue su primera novela y está ambientada en una zona rural remota similar a su pueblo natal, lo llevó al centro de la vida literaria húngara y sigue siendo su obra más conocida. Otras de sus obras traducidas al castellano son Melancolía de la resistencia, también llevada al cine por su amigo Béla Tarr, Guerra y guerra; Al Norte la montaña, al Sur el lago, al Oeste el camino, al Este el río; Ha llegado Isaías; Y Seiobo descendió a la Tierra; Relaciones misericordiosas y El último lobo.
La última fue editada por Acantilado en 2024: El barón Wenckheim vuelve a casa, una sátira sobre las paradojas y miserias del ser humano. Narra el regreso de un sexagenario aristócrata húngaro a su ciudad natal tras una ausencia de cuatro décadas. "Su escritura torrencial e introspectiva solo es un retrato del caos y la furia con la que acontece la vida humana. Todo es absurdo y ridículo. La esperanza es autoengaño", escribió Rafael Narbona en la reseña para esta revista.
El propio autor se pronunció al respecto en la entrevista citada con El Cultural: "Nunca dejo que se pierda la esperanza. Otra cosa es si yo mismo creo en ella. Pero ¿quitársela a los demás? ¿A mis personajes? ¿A mis lectores? Nunca". El humor en su obra, a veces muy ácido, sirve de contrapunto para esa desesperanza. "Me permite mantener la compostura para no venirme abajo o para no enloquecer de manera ostensible", confesó.
Toda su obra, repleta de tramas imprevisibles, está profundamente ligada a su país. "Si mis libros alguna vez llegan a quedar obsoletos, quedarán obsoletos junto con Hungría. Y con la libertad. Y con la tristeza. Y con la dignidad humana".
Una dignidad que aflora, siempre en su obra, ante los hechos más lamentables. "Antes existía la pobreza y la pobreza tenía su cultura, ahora existe la miseria, y la miseria no tiene cultura, porque es mero despojamiento", dice también en la entrevista.
En esa línea se instalan sus personajes, que "se distinguen por su lánguida, recóndita y ensortijada personalidad", pues "son siempre densos, imprevisibles y al borde de una delirante redención", según rezaba el acta del jurado del Premio Formentor.
En su escritura "se aprecia el magisterio de Kafka y el trasfondo de la propia y vapuleada historia de la Hungría del pasado siglo", según escribió el crítico Ernesto Calabuig en nuestras páginas. Técnicamente, resulta un prodigio. Es una escritura elegante, puntillosa y de lectura lenta, absolutamente ajena al cacareado entretenimiento.
"Krasznahorkai es una especie de Beckett con el humor de Laurence Sterne", considera Narbona en la citada reseña. "Cultiva el neologismo y una sintaxis laberíntica, dos características que la magnífica traducción de Adan Kovacsics ha logrado preservar", añade. El escritor húngaro ha sido comparado también con Joyce y Hermann Broch por su aspiración a la novela total.
